TODO PASARÁ (Poesía de Melba Guariglia)

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Por Sergio Schvarz(*)

La escritora, periodista cultural y docente universitaria Melba Guariglia (nacida en Montevideo, Uruguay) tiene una vasta producción poética que incluye: El sueño de siempre (1984), La casa que me habita (1986), A medio andar (1987), Señas del derrumbe (1991), Oficio de ciegos (1998), Sublevación del silencio (2000). Además de ello participa en diversas antologías de poesía y en un libro colectivo con cuento. Ruben Orlando ha musicalizado algunos poemas suyos que están en varios discos compactos editados en Francia y también otros poemas le ha puesto música Orfilio Picón (México). Durante su exilio mexicano (1978-1986) participó de talleres literarios del Instituto de Bellas Artes. Tiene algunas menciones y un segundo premio nacional del MEC (1996) por poesía inédita, así como fue coorganizadora de distintos eventos culturales. También ha publicado varias investigaciones, sobre menores (Menores en circunstancias especialmente difíciles) y sobre la violencia doméstica. Fue presidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay y dirige Ático Ediciones.

El 4 de diciembre de 2023 se hizo la presentación de su último libro, El tiempo intacto, en una sala de la Biblioteca Nacional del Uruguay (hubo un cambio de última hora), con la participación de Valentina Dos Santos, quien expuso algunos aspectos de la poesía de la autora, destacando la preocupación sobre el tiempo y el uso de la palabra, que es dura como la piedra, al igual que la poesía, con una dureza en el sentido de firmeza y claridad de lo que quiere decir, y que nos lo transmite. La poeta Tatiana Oroño —la otra participante de la mesaseñaló el aspecto de la temporalidad, el paso del tiempo, cambiante, y de la propia escritura, con paisajes interiores de modo subjetivo, e hizo una reflexión sobre el uso de la lengua, en Guariglia, que asocia, disocia y abstrae; a la vez consideró que su poesía es testimonial, testamentaria: la figura de la poeta va junto con su sombra.

Melba agradeció a Ediciones del Berretín quien, en la figura de Ismael Smith, ofició de anfitrión y nos dejó sus palabras de bienvenida al público presente, y dijo que continúa buscando nuevas formas de transmitir, y nos aseguró que, siempre, hay que ondear la misma bandera. Lo demás es traicionar nuestro espíritu propio.

Es evidente que en la poesía de Guariglia, en particular en este libro, hay una reflexión sobre el lenguaje y la escritura como formas de la comunicación, del mismo modo que hay cierto hermetismo, como una dificultad extra en su significado que, sin embargo, hace pensar y descubrir una necesidad de plantear una atmósfera antes que un discurso cerrado. Hay, en ese sentido, un metalenguaje que trabaja sobre las propias palabras (como el crepitar de las palabras), el verbo, la letra, la frase, el relato, el hablar/decir, el escuchar, incluso se da la (des o re) composición de las palabras, un pensar en sílabas, acentos y letras. Y, por supuesto, se llenará de lo que fue y de lo que ya no será, aun permaneciendo.

En estos treinta poemas, numerados con notación romana, todo pasará, menos el tiempo que puede quedar congelado y pronto a ser diseccionadoy el poema vendrá desde el pasado para construir lo que queda del futuro: la lluvia que deja de llover, dos momentos simultáneos que ocurren al mismo tiempo. Mas luego los años me encorvaron, dirá, pero necesariamente volverá “al gozo del origen, como una de las escalas del alma por las que ha de transitar, y para ello hay que entender que el mundo está “intervenidoen lo caótico de las guerras y las hambres, las hambrunas, pero también en entreabiertos volcanes/ que respiran verdades, porque sus verdades son incambiables; son, como vienen de la mano de la naturaleza, según su propio desarrollo.

Volveré —dice Guariglia— “desnuda a las fuentes/ a un romance de lunas plenas/ que no menguan, porque lo que una vez fue sigue siendo, siempre. Es el recuerdo, es el tiempo en que puede llegar mi sombra y yo/ juntas y a tiempo, en la hora precisa en que mi yo y lo que yo pienso que soy se unen y forman una unidad, reconstruyendo la identidad. Le da forma total a un presente este, único e irrepetibleque tiene ya, como si no quisiera, lo que vendrá, eso que no alcanza con nombrar, ni pensar siquiera: la muerte, faz inexacta de lo que somos/ o fuimos”.

Dice, en el poema VIII, exactamente:

Cuando descubrí que la luz
es brillo del propio vuelo
supe que nada es todo verdad
aro de ficción rodeando penumbras
como una moneda en falso

cuando el sol irradia su agonía
y a pleno se levanta
es la mirada del poeta que nace
su ceguera la que escribe o calla

faz inexacta de lo que somos
o fuimos

Hay un continuo preguntarse por saber quién, después de todo, es. Sabe cómo está conformada, cuáles sentimientos poblaron sus noches y sus días —y aún pueblan sus rememoraciones, sus remembranzas, qué razones impulsaron los sueños de su vida, pero, poeta al fin, indaga sobre sí misma, si solo es palabra palabra escrita o palabra escuchada, o hay algo más.

Pareciera que, a pesar de todo, siempre hay otra cosa, levemente inasible, escondida detrás de las palabras, que se nos escapa: cuando descubrí que la luz/ es brillo del propio vuelo/ supe que nada es todo verdad…”, dejando lugar a la duda y al misterio. Que eso es, después de todo, la vida. Sabores, sinsabores, expectativas.

La acidez del exilio

Si el exilio es desgarramiento, desprendimiento de una capa que nos cubría y nos conformaba y ahora quedamos desnudos y a merced de las circunstancias, impuestas, su amargor nos provoca el escozor necesario para rever nuestro pasado, calibrar su peso. En el poema IX la poeta quisiera detener el paso del tiempo, que este quede intacto, también, en el momento presente, sin posibilidad de cambios, pero, aunque no lo dice, sabe sabemosque no podrá —y no podremos tampoco nosotrosdetenerlo totalmente, este tiene vía y vida propia. Quizá eso genere que el verso, inútil ya para eso, sea, nada más, que “un vicio lento y veraz”. Estará la vejez, o su proximidad, no como un cataclismo, sino como otra etapa más que hay que experimentar, recorrer. Y todo lo que supo, y lo que no sabré nunca, ese terreno resbaladizo del ocultamiento, se mantiene, sin embargo, en la misma bandera, como si dijéramos principios inconmovibles, que no pueden olvidarse y menos abdicar y, por ello, permanecen, también, intactos.

La acidez del exiliomarcó a la poeta, tejiendo y esperando.

Dice el poema XIII:

La arena del reloj
atrae a los que emigran
por hoyos del olvido

los pequeños granos
reposan a su caída
confían emerger sabios
de un torbellino de besos

salvar el paréntesis
que les devuelva
la órbita feliz de un segundo

Armar, desarmar, rearmar el amor y lo armónico de la naturaleza, incluso humana como el modo de recuperar una esencia vital.

Y la muerte, que ya viene asomando como una posibilidad que, día con día, hora con hora, se acerca más y más, se adivina en el poema XV, que termina con el recuerdo de aquella niña piadosa que, ahora, está “en pugna/ con la muerte. O, por ejemplo, nos dice que escribo como un reloj incorrecto/ preciso en su agonía”, sabiendo que su tiempo de a poco se va acabando, pero decidida a utilizarlo hasta el último suspiro. Después uno podrá descansar.

Por ello habrá que defender lo que permanece, algunos versos tienen la cualidad de quedarse atrapados en nuestros pensamientos, incluso solo por su cadencia (y no tanto por su (no) significado): “amar más nada/ mis nadie, y en cuanto al tiempo se podrá “perder (inocentemente)/ el tiempo perdido, porque del ocio, quizá, venga, intempestivo, el recuerdo. Y allí está la pérdida, vista desde el amor, como en el poema XXVI

amante prófugo
derrumba el día
enmudecen los cuerpos
al rendido último suspiro

es una casa de nieve
los flecos fatales de una tarde
la costura del terrón en una fosa
escuchando la base del pulso
en compás cero
encendido

tan poderoso
tan solo
que espanta

Si bien habla sobre el amor, no lo hace de una forma directa, habrá “una granizada que destruya el instante/ antes de caer en el olvido”, o “un amor cansado va y viene/ como fuego convertido en brasa/ sin llegar a ceniza/ juncos plantados en la arena”, ¿versos de lo efímero, quizá?

La llovizna en la cara oculta un diluvio de lágrimas/ deliciosamente liberadas, y porque, en definitiva, es inevitable/ todo aquello que amamos. Y que, incluso, nos haga daño.

Dice, en el poema XXVII

seré toda frase desatada
la cuerda de un péndulo
en oscilación indefinida
una interpretación sin eje
un eje de mis mareas
la inclemente madurez que se disfraza
del mundo al que amo
al que golpeo
al que convoco
el que me acaba

elogio a la persistencia
mientras dura la palabra
dura como la piedra

que, en particular, me ha gustado, porque se nota la cadencia eso que tratábamos de explicar como una atmósfera, un cuerpo, al modo musical, un ambientey la fuerza que le imprime esa cadencia. El verso final de este poema es como un punto final, una conclusión que no admite ninguna otra consideración.

El poemario se cierra con el poema XXX cuyo último verso dice que solo ha de llegar, después de el empeño mágico de permanecer/ el miedo al perdón/ la justicia que vendrá”. Porque después de todo el punto final será inevitable/ sereno.

Todo morirá un día para renacer en silencio y, si no, será memoria.

(El tiempo intacto, de Melba Guariglia, Ed. del Berretín, 2023, Montevideo, 65 páginas)

(*) Sergio Schvarz Castro es Periodista, escritor y poeta. Actualmente integra el Grupo-Taller Literario Desayunos Literariosque funciona en el Centro Cultural Carlitos de la ciudad de Las Piedras.

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