Por Rolando W. Sasso(*)
El verano se esfumó como agua entre los dedos, para dar paso a la normalidad del día a día, tan complicado para el pobrerío y tan beneficioso para los panzones platudos que hacen campaña política. Ya comenzaron los grandes encontronazos y se avizoran otros en el horizonte cercano, pero seguramente la sangre no llegará al río.
Sin prisa y sin pausa la actividad retorna a su funcionamiento normal después de pasada la temporada estival. Ya no vendrán los grandes cruceros, ni los turistas de propina fácil; la rutina se recompondrá porque comenzaron las clases en todas las ramas de la enseñanza; el dios Momo ya cantó su retirada despidiéndose hasta el próximo febrero y la campaña electoral retomará su rumbo presentando gruesos encontronazos y chispazos varios. Entonces lo que sí vendrá es una campaña sucia, muy sucia.
Los primeros chisporroteos ya están en el comentario de la gente y de los medios. Las encuestadoras empiezan a producir sus números que nos muestran un país dividido en dos. Como era de prever, las primeras descargas son con munición pesada, con un ojo puesto en las internas de junio y el otro en las nacionales de octubre-noviembre. Las cuentas siempre dan que habrá que remar duro y parejo, con los codos prontos a abollar ideologías (como diría Mafalda) y los lustrosos calzados prontos a tender la zancadilla para detener las carreras de rivales y aliados.
Es la democracia que heredamos, acostumbrada a votar cada cinco años y sin posibilidades de participar de verdad ni de cambiar nada de fondo. Allí está el capital trasnacional que a fuerza de donaciones se va haciendo un lugar, que cada vez es más grande y que impide que se escuche la voz del pueblo. Ese grito popular que acallan los medios controlados por las clases dominantes, las recetas del FMI, los políticos de saco y corbata (aunque bien podría decirse, de secretaria y agenda electrónica) que no tienen tiempo para escuchar reclamos de quien viene sin tarjeta de recomendación.
Es el país del clientelismo, que por única ideología se remite a un simple “que no gane el Frente.” Con eso, y las mentiras a granel, son capaces de batirse en grandes batallas verbales, sin contenido programático más allá de un slogan que se repite sobre la importancia de favorecer a los “malla oro” para que el derrame llegue a los pobres: con suerte una moneda de 10 pesos al salir del estacionamiento. De paso no nos olvidemos que en este gobierno, a pesar de las promesas, aumentó sensiblemente la pobreza, la indigencia y la pobreza infantil; con lo que aumentó también la violencia cotidiana y visible en las calles.
Los radares descompuestos
Mientras los candidatos de la derecha se dedican a bailar el pericón o a cocinar un chivito, no nos hablan de temas urticantes como el de los pasaportes para rusos que gestionaba un señor llamado Alejandro Astesiano, jefe de la custodia presidencial; ni tampoco hablan de las demás implicancias del mismo caso, o tal vez del pasaporte para Sebastián Marset que produjo rodadas de cabezas mientras conferenciaba por el canal 4 de televisión. Entretanto los radares siguen descompuestos.
No nos hablan del caso Penadés y sus repugnantes derivaciones. Ni que hablar, por supuesto, de la droga que pasa por Zonamérica y aparece en Bélgica; tampoco de la corrupción de los altos cargos nombrados a dedo en Salto Grande y que el Parlamento mandó a revocar sin éxito; o de las viviendas graciosamente otorgadas por la ex ministra; prefieren distraernos con fuegos de artificio para enlodar de mala manera a algunos de los candidatos del Frente. No vale la pena detenerse más en eso, aunque sí dejar sentado que rechazamos tales métodos.
Lo que salta a la vista es cómo el narcotráfico se abraza con ciertos políticos y empresarios para convivir e interactuar, con la corrupción como común denominador. Se constata por primera vez la connivencia del narcotráfico con el poder político.
En el teatro de la vida la campaña electoral recién comienza y amenaza con ponerse cada vez más salada, deparándonos grandes sorpresas y jugadas cada vez más sucias. Parece que para ellos “vale todo” aunque se ponga en juego nada menos que la democracia que todos dicen defender. Ya tendrá que movilizarse el pueblo para volver a poner las cosas en su sitio.
(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T