Por Carlos Fazio (*)
Atrapados en sus propias burbujas propagandísticas rusofóbas, demonizadoras y caricaturescas, la histeria parece haberse apoderado de los principales centros de poder del Occidente colectivo.
Tras la captura por el ejército ruso de la estratégica ciudad fortaleza de Avdiivka, en las inmediaciones de Donetsk el 17 de febrero pasado, y la posibilidad de un colapso en cascada de las fuerzas armadas de Ucrania a lo largo de la línea del frente, las voces de alarma resonaron en Washington, París y Berlín, desatándose una campaña de intoxicación (des)informativa belicista con eje en la tensión y el miedo, cuyo objetivo encubierto es fortalecer a la OTAN y alimentar un creciente complejo militar-industrial en Europa.
El 26 de febrero, ante altos representantes de la Unión Europea y la OTAN (incluidos los de Estados Unidos y Canadá) convocados con 24 horas de antelación, el presidente francés Emmanuel Macron propuso diseminar pequeños destacamentos de fuerzas especiales occidentales en diversos puntos de la línea del frente ruso-ucraniano, bajo el señuelo de realizar tareas de desminado y mantenimiento y reparación de sistemas de armamento, con la misión de actuar como un elemento “vulnerable disuasivo estratégico” (tripwire) para limitar el margen de maniobra militar de Rusia, ya que si fueran atacados desencadenaría una represalia completa de los ejércitos de la alianza atlántica contra Moscú. Un par de días después, durante una reunión con líderes de la oposición, Macron descartó cualquier límite y “líneas rojas” en la injerencia de Francia en el conflicto. Según el político francés Florian Filippot, el presidente galo estaba preparando a la opinión pública para que Francia intervenga con el pretexto: “Y si el frente avanza hacia Odesa o Kiev, ¿qué haremos?”
En realidad, la grandilocuencia de Macron en la puesta en escena en el Palacio del Eliseo buscaba arrebatarle a Alemania el liderazgo de Europa en materia de defensa y seguridad. Después de Estados Unidos , Alemania es el país que más recursos financieros y armamentísticos ha suministrado a Ucrania para que Volodimir Zelenzky libre su guerra proxy o por delegación contra Rusia. Como ha señalado el ex diplomático británico Alastair Crooke, el canciller alemán Olaf Scholz viene construyendo un eje militar vinculado a Estados Unidos en alianza con Polonia, los países bálticos (las ex repúblicas soviéticas Estonia, Letonia y Lituania) y la presidenta de la Unión Europea (UE), la ex ministra de Defensa germana Úrsula von der Leyen. De allí que en París Scholz rechazó de plano la propuesta de Macron y declaró que no habrá soldados en suelo ucranio enviados por países europeos o Estados de la OTAN. Europa ha descargado su defensa en gran parte en Estados Unidos y sus fuerzas armadas y sus industrias militares no están listas para una guerra convencional.
Sin embargo, tras el precipitado “teatro” del Eliseo y la nueva narrativa sobre el miedo y la amenaza rusa de “invadir” Europa, se esconde un objetivo más serio: centralizar aún más el control de los países europeos por la burocracia tecno-militar de la OTAN en Bruselas, mediante un proceso común de adquisición de material bélico de defensa modernos por los Estados miembros.
En ese contexto, “sin envenenar ni asesinar a una sola persona” −según consignó con sorna el periódico estadunidense Politico−, la contrainteligencia rusa consiguió sembrar división entre sus enemigos y dejó mal parado a Scholz, cuando Margarita Simonián, redactora jefe de RT, divulgó en su página de la red social VK el audio de una conversación de cuatro altos mandos de las Fuerzas Armadas de Alemania (la Bundeswehr), en la que discuten un posible ataque al puente de Crimea con misiles crucero aire-tierra Tauros desde un caza francés Dassault Rafale.
Al defender la posición de Berlín de no suministrar misiles Tauros con un alcance de 500 kilómetros a Kiev −que eventualmente podría impactar Moscú y otras ciudades rusas−, Scholz dejó en evidencia al Reino Unido y Francia que han transferido a Ucrania misiles Storm Shadow y Scalp, respectivamente, que son disparados por pilotos ucranianos desde aviones SU-24 modificados, bajo el control y la asesoría in situ de británicos y franceses. Al dar a entender la necesidad de un papel directo de personal militar alemán en cuanto a la puntería y el funcionamiento del misil Taurus, Scholz confirmó el hecho largamente sospechado de la presencia de tropas europeas sobre el terreno en Ucrania.
Por esos días, el New York Times reveló que desde 2016 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había financiado y mantenido una red de 12 bases secretas en Ucrania con propósitos de espionaje a lo largo de la frontera rusa, que en los dos últimos años proporcionó al ejército ucraniano información de inteligencia para realizar ataques selectivos con misiles y rastrear los movimientos de tropas rusas. Tras la caótica huida de Avdiivka de tropas de elite ucranias, se informó que dejaron atrás material sensible y sofisticados equipos de intercepción: ¿Estaban algunos de esos búnkeres secretos de la CIA en Avdiivka y fue eso lo que desató la histeria en el Pentágono y la OTAN? ¿Fue eso lo que llevó al secretario de Defensa de EU, Lloyd Austin, a señalar en una audiencia en el Congreso en Washington, que si Ucrania es derrotada “la OTAN estará en lucha con Rusia”?
La respuesta del presidente Putin en su discurso anual ante el Parlamento ruso eliminó cualquier ambigüedad sobre cuáles serían las consecuencias de una intervención de la OTAN en Ucrania, considerada por el Kremlin un acto de guerra. Recordó el destino de las invasiones de Napoleón y Hitler a Rusia, y pasó a describir los avances rusos en el campo de las armas nucleares estratégicas, entre ellas, el misil de crucero Burevestnik; el misil intercontinental Sarmat y las ojivas hipersónicas Avangard, inmunes a las defensas antimisiles occidentales, a los que se suman el Zircón y el Kinzhal, que entraron en combate en el conflicto contra Ucrania. Mientras no ataquen el suelo ruso, fue el mensaje, Rusia se limitará a utilizar armas convencionales. Pero si Rusia se enfrenta al riesgo de una derrota militar en Ucrania a manos de la OTAN, la cuestión del uso de las armas nucleares queda abierta. Advirtió que quienes están “inventando” y “asustando al mundo” con la amenaza de un conflicto nuclear, “deben comprender que tenemos armas capaces de alcanzar objetivos en su territorio”. ¿Qué sigue?
(*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México.