Por Ec. Héctor Tajam (*)
El proceso histórico de globalización que se dio a partir de la desaparición de la URSS, tuvo implicancias mundiales de un tenor pocas veces visto. La economía de mercado se expandió y el mundo quedó interconectado como nunca antes. Economías, sociedades y mercados comenzaron a transitar una experiencia trasmitida casi en tiempo real, pero fue un fenómeno que agravó las antiguas relaciones de dependencia entre países desarrollados y subdesarrollados, y configuró un mundo unipolar que algunos analistas osaron de calificar como el “fin de la historia”.
El pretendido proceso globalizador de la economía de mercado mundial concebida como una “aldea global, liberal y democrática”, fue un proceso de globalizadores y globalizados. Es decir, muchos países globalizados no tuvieron otra opción que seguir en aquella lógica de proveedores de alimentos, materia prima, recursos naturales para las sucesivas etapas de las cadenas de valor planetarias, llevando la dependencia a escalas superiores. Y los globalizadores fueron aquellos que incrementaron su control a través de nuevos instrumentos emanados del avance de la ciencia y la tecnología que adquirió entornos, contornos y poderío novedoso.
Un proceso basado también en el nuevo poderío del imperialismo norteamericano que de pronto no tuvo en frente a la Unión Soviética, y obviamente afianzó su intervencionismo. El reinado de las empresas transnacionales se potenció con la libre circulación del capital y la consolidación del consumo, con un desarrollo comercial y de inversiones que mantuvo el predominio del dólar como moneda de intercambio y reserva mundial.
Pero estas grandes transformaciones se dieron, y se multiplicaron, con el mantenimiento de las instituciones multilaterales creadas a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Es decir que la institucionalidad prácticamente permaneció incambiada, excepto la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se creó en el año 1995. Esta es la institución realmente asociada al proceso globalizador en su nuevo impulso desde la década 90´del siglo pasado.
Al mismo tiempo, se produce un desplazamiento de capitales hacia China nunca antes visto por su volumen, reencontrándose el capital con una oferta casi infinita de fuerza de trabajo, y desplegando así un desarrollo enorme de las fuerzas productivas. Aunque China se rigiera por un Estado socialista, este proceso se proyectó hacia la economía mundial, fortaleciendo por un lado el proceso globalizador y a la par amenazando el predominio de Estados Unidos en el comercio y las inversiones globales.
Este desarrollo de la economía de mercado a gran escala, da lugar también a espacios de organización, de interacción de aquellas dos categorías de países que calificamos antes, de globalizadores y de globalizados. Obviamente que los globalizadores interactúan para potenciar sus relaciones de predominio en la economía mundial, pero también para enfrentar las crisis recurrentes que ahora se difunden mucho más rápido en la “aldea global” interconectada e informada en tiempo real. En el G-7 se reunen los globalizadores, las siete economías más grandes del mundo capitalista, Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, y Canadá. Estas siete potencias con menos del 10% de la población del planeta, representan el 43% del PIB mundial, y solo EE.UU. es el 25%. Paradójicamente, con las mejores condiciones para reforzar su predominio, han perdido posiciones desde 2010 (ver gráfico 1).
En la vereda de enfrente, se reúnen casi todos los países categorizados como “en desarrollo”. Abarcan cerca del 80% de la población y más del 40% del PIB mundial. Su génesis se remonta a 1964, como continuación del “Movimiento de Países no Alineados” creado en Indonesia en 1955. En 1992 se le sumó China, y hoy ya cuenta con 134 miembros que se reunieron en La Habana, Cuba, en setiembre pasado bajo la presidencia pro tempore del Presidente Miguel Díaz Canel y con la presencia del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
La cumbre del G-77+ China ha sido catalogada como una victoria diplomática del gobierno cubano, que le otorga un protagonismo internacional indispensable para romper el bloqueo impuesto por EE.UU. Cuba también participó en la cumbre de los BRICS en Joanhesburgo, Sudáfrica, intentando una concertación de agendas entre ambos ámbitos. Uno de los mayores reclamos que emergen de la cumbre de La Habana fue la participación en las decisiones de los países en desarrollo en las instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, que han permanecido con sus arcaicas estructuras desde Breton Woods. Se reclama en definitiva la «reforma de la arquitectura financiera internacional, la eliminación urgente de medidas coercitivas unilaterales y el establecimiento de un nuevo orden económico internacional».
China como potencia emergente interactúan en varios espacios a la vez, en el contexto de disputa geopolítica y económica con EE.UU. y con la Unión Europea (UE). Participa en el G-20, un bloque más diferenciado, punto de encuentro entre globalizadores y globalizados, que está conformado por los miembros del G-7 más 13 países, entre ellos Arabia Saudita, Argentina, Brasil, Corea del Sur, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica. Brasil asumió el liderazgo del G-20 en Nueva Delhi a partir de 10 de setiembre pasado, y “Lula” Da Silva ejercerá la presidencia, sin duda insistiendo, ahora también frente a los “7 grandes”, sobre la necesidad de una reforma profunda de la gobernanza global, de tal manera que el mundo esté representado como un todo para que las decisiones sean más justas y efectivas. La reciente incorporación de la Unión Africana (con 55 estados miembros), convierte al grupo en un G-21, y es esperable que facilite el liderazgo brasilero en virtud de sus lazos históricos.
El nuevo impulso de los BRICS
BRICS es un acrónimo de las iniciales de los países que lo integran, Brasil, Rusia, India y China y Sudáfrica. El grupo data de 2008-09, en tiempos de la gran crisis financiera en la metrópolis del mundo desarrollado, al cual se sumó Sudáfrica en 2010. Los BRICS no han conformado una alianza político institucional al estilo de la UE, pero sí han progresado en la cooperación política para enfrentar los principales problemas de los países en desarrollo, especialmente frente al dominio de los países integrantes del G-7, por ello su propósito de aumentar su poder de decisión no sólo en los organismos multilaterales económicos, sino también en los políticos.
Aquel punto de partida integró a países muy diferentes en lo que hace a su estructura económica: China e India avanzados en tecnología y en servicios informáticos, Brasil y Rusia como proveedores de materias primas y alimentos. Esas diferencias, que pueden ser origen de relaciones de dependencia, también pueden potenciar capacidades complementarias que induzcan a transformarse en un bloque con proyección de crecimiento. Un buen ejemplo de ello es la entrada de Argentina a los BRICS, que implicaría que el grupo sume el 32,1 % de las reservas de litio, mientras que China controla el 77 % de la producción mundial de baterías de litio.
Como nos muestra el grafico 1, los BRICS desde 2008 manifiestan una importancia creciente en su participación en el PIB mundial, pasando en 14 años del 15% al 25%, con un mejor manejo de la crisis financiera y con el impulso de China e India (Grafico 2). China es el principal miembro del grupo, su PBI representa el 65% del total BRICS.
El hecho que recientemente motivó expectativas de toda índole fue la noticia de la integración al BRICS, a partir de enero de 2024 no solo de Argentina, sino también de Egipto, Irán, Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Etiopía, o sea, un grupo BRICS plus con países de grandes territorios, grandes poblaciones, pero además que comienza a reunir a importantísimos productores de petróleo. Esto puede constituirse en una herramienta de negociación indiscutible, desde una situación estratégica mundial a nivel de la energía, así como del desarrollo sostenible. Con su nueva integración, los BRICS estarían controlando el 41 % de las reservas probadas de petróleo, el 53,1 % de las reservas probadas de gas natural y el 40,4 % de las reservas de carbón.
La confluencia de productores de petróleo converge además con el objetivo de liberarse del dólar como moneda única de intercambio, algo que ha incentivado más de una vez a las agresiones norteamericanas. Los BRICS han insistido en este propósito, y en estos días se ha realizado por primera vez una importante transacción, vinculada a la exportación de celulosa, financiada en yuanes y convertida en reales. Esta es la primera concreción entre ambos países luego del memorando de entendimiento firmado en abril por el presidente “Lula” da Silva y el jefe de estado chino Xi Jinping, con la finalidad de impulsar operaciones comerciales en monedas locales.
El camino hacia una cooperación entre los estados miembros del BRICS que tenga como resultado una alianza política que configure unidad de acción y potenciamiento de las estrategias de desarrollo ya tenía un punto de partida, el Banco de Desarrollo fundado en 2014 como una alternativa al FMI o al Banco Mundial para financiar proyectos de infraestructura. A partir de marzo 2023 se da un nuevo impulso al banco, ahora denominado Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) bajo la presidencia de Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil. El NBD cuenta con 100 mil millones de dólares, de los cuales ha utilizado 32 mil millones en proyectos de infraestructura y desarrollo, en variadas ocasiones en la moneda del país miembro.
Conclusión
Hay una serie de indicios de un cambio en el equilibrio mundial, pero especialmente hacia liderazgos y agendas que no son precisamente las de la globalización neoliberal. El G-77 + China (en realidad 134 países miembros) se reunió en La Habana presidido por el primer mandatario de Cuba, Miguel Díaz Canel, el G-20 (G7 + 13 países emergentes) es presidido por el Presidente del gobierno de izquierda progresista Ignacio Lula Da Silva, y el BRICS, a partir de enero de 2024 contará con las adhesiones de seis naciones, entre las cuales se encuentran estratégicos productores de petróleo.
Una sumatoria de eventos promisoria para la construcción de una verdadera multilateralidad, que democratice la gobernanza de las instituciones financieras y de comercio globales, tal como lo impulsa la declaración de los BRICS 2023: “ la necesidad de una reforma profunda de la gobernanza global, que represente mejor al mundo como un todo y que sea más justa y efectiva” y que en particular contemple la ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU, para incluir miembros permanentes de los países en desarrollo. Este sería un elemento sustancial para terminar con las intervenciones – invasiones unilaterales.
Esta es una agenda importantísima. Se trataría de bloques de presión en los ámbitos de decisión multilaterales. Pero el gran desafío, la gran apuesta es la conformación de nexos internos de cooperación, intercambio y solidaridad que los transforme en ámbitos soberanos de estrategias económicas, de desarrollo científico y tecnológico, de decisiones para que un mundo mejor sea posible.
Anexo
Gráfico 1
Gráfico 2
Cuadro 1
(Tomado de Revista Humanidad en Red No. 2 del 2023 en https://humanidadenredrevista.wordpress.com/2024/02/05/revista-humanidad-en-red-no-2-2023-globalizacion-y-problemas-del-desarrollo/)
(*) Héctor Tajam es Economista, Director del Programa EconomiaPolitica.uy y Columnista de MateAmargo. Fue Diputado (2005/10) y Senador (2010/15) por el MPP – Frente Amplio. Miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)