Por Rolando W. Sasso(*)
Le llaman “Bebe”, su alias en clandestinidad era “Rufo”, se dedicó al trabajo por los pobres con un marcado énfasis en los trabajadores rurales. Su nombre verdadero: Raúl Sendic Antonacio. Cumpliría 100 años de vida a mediados de marzo del próximo año. “Patria para todos” fue el motor de sus desvelos que aún hoy nos siguen guiando.
Hace algunos días un preciado compañero tuvo la gentileza de invitarme a participar de la Comisión de Homenaje a Raúl (Bebe) Sendic, con motivo de cumplirse los 100 años de su nacimiento en Chamangá (Flores) el 16 de marzo de 1925. Por supuesto que allí estaremos apoyando la iniciativa de acuerdo a nuestras posibilidades. Pero el hecho me llevó a recordar en qué circunstancias lo conocí y algunas anécdotas relativas a su personalidad que se caracterizaba por su humildad y la defensa irrenunciable de las causas populares. Por algo en Bella Unión todavía lo recuerdan casi con adoración.
Promediaba el año de 1973 y un grupo de presos políticos habíamos sido trasladados desde el cuartel de captura al Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1 (penal de Libertad). Ubicados provisoriamente en celdas de a dos en el segundo piso, habíamos comenzado a ordenar las pocas pertenencias que portábamos cuando se abrió la ventanilla de la puerta (que abría hacia fuera) y apareció otro preso, vestido de mameluco gris y vigilado de cerca por un soldado, preguntando si necesitábamos algo:
–¿De dónde vienen compañeros?
-Venimos de Mercedes, del cuartel de Mercedes.
–¿Quedaron más compañeros presos allá?
-Sí, quedaron algunos, creo que seis y algunas compañeras.
-Ya los pasaron por la peluquería a Uds…
-Sí, ya nos raparon.
–¿Precisan yerba o tabaco?
-No, nosotros trajimos, gracias.
El breve diálogo fue más o menos así y se cerró la ventanilla. Con Miguel nos miramos y comentamos sobre la cicatriz que llevaba el compa en la cara y boca, que le dificultaba el habla. Era Raúl Sendic nos dijeron después cuando nos bajaron al primer piso. Era Sendic y la bala que casi lo mata en la Ciudad Vieja.
Pasó el tiempo, los últimos presos políticos salieron de la cárcel y lo encontré militando por la reconstrucción del MLN (T) en la legalidad y fundando el Movimiento por la Tierra que comenzaba a trabajar en apoyo a los campesinos, peones de campo y por sus derechos. Recuerdo cuando habló en el acto del Franzini, en diciembre de 1986, que el estadio de Defensor se venía abajo de tanta gente expectante y entusiasmada de ver y escuchar al líder tupamaro.
“Bueno compañeros, me toca cerrar este acto tan bien iniciado por el compañero Julio con su vehemente oratoria. Ha quedado claro que nosotros apoyamos la unidad ya lograda por la izquierda y esperamos que esa unidad abarque en el futuro a otras fuerzas; ha quedado claro que no vamos a hacer nada que enturbie ese proceso de unidad, y que en su momento haya una sin exclusiones que nos involucre a todos (…)
Por mi parte compañeros, en los últimos tiempos hemos tenido que viajar por el exterior. Hemos aprovechado para estudiar y para ver cosas. Hemos recibido la afectuosa ayuda de Cuba para esas operaciones que necesitábamos. Hemos recibido también el saludable contagio de la juvenil Nicaragua, tan pobre y desfachatada ante la gran potencia que tiene enfrente (…)
Compañeros: ante el marasmo político, ante la inercia, ante la orfandad de iniciativas nos parece necesario salir con algunas que pongan en el tapete, en la discusión y en la movilización, los problemas básicos de nuestro país:
Tierra, banca, deuda, salario.
Y seguiremos fieles a nuestra consigna: ¡Por la tierra y contra la pobreza! Y a nuestra promesa: ¡Habrá patria para todos!”
Asombra la sencillez del discurso y su actualidad. Los temas son los mismos y la misma es la lucha que tenemos por delante: el problema del latifundio que sigue generando heridas y llagas explotando al trabajador y envenenando la penillanura productiva; la banca que solamente sabe generar ganancias o de lo contrario se funde y cierra sus puertas dejando a los ahorristas sin recursos; la deuda externa y la interna que nos desangran sin piedad; el salario por el que hay que pelear y por el que habrá que discutir una renta universal para no morirse de hambre con la inevitable llegada de la inteligencia artificial que sustituye con creces a gran parte del trabajo humano.
Tal vez sea la hora de releer y estudiar creadoramente el pensamiento del “Bebe” Raúl Sendic y seguramente en su ideario encontremos algunas ingeniosas salidas a los problemas que hoy nos saturan. Las nuevas tecnologías digitales no saldarán los problemas de la humanidad porque están manejadas por la mano del capital que sólo sabe de reproducirse con creces; la salida habrá que buscarla aplicando el pensamiento crítico a las enseñanzas que nos dejó Sendic, más en lo práctico que en lo teórico. Porque Sendic no era un teórico destacado sino más bien un hacedor de cosas con la gente.
(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T