Por Gabriela Cultelli (*)
“Lo clavaron con balas contra una cruz
Lo llamaron bandido como a Jesus”
Daniel Viglietti (fragmento “Cruz de Luz”)
Los testigos hablaron de gritos, golpes, empujones y forcejeos. El 28 de junio de 1976 se robaban y secuestraban del espacio físico de la embajada venezolana en Uruguay a la maestra y militante anarquista Elena Quinteros, en tiempos de férreas dictaduras aquí y en la región. El embajador venezolano en Uruguay, Julio Ramos plasmó la denuncia inmediata ante las autoridades uruguayas y su gobierno se hizo eco de la protesta ante la invasión de su territorio, ante el secuestro de Elena allí perpetuado. El 5 de julio de ese mismo año Venezuela rompía relaciones diplomáticas con Uruguay. El sucedo recorría el mundo en tanto que violatorio de la convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, y del derecho de asilo. La madre de la joven maestra se agigantaba a la mirada solidaria de este pueblo, ella, su pañuelo y su bastón pasaron a ser imagen de lucha y resistencia, tanto como la sonrisa y los cuadernos de su hija.
Recuerdos todos dolorosos de un pueblo, que vuelven hoy a la memoria ante la violación de otra embajada, en otra parte, para secuestrar a otra persona… pero en el fondo… lo mismo de lo mismo, con las improntas cambiadas que suele diseñar la historia.
La convención de Viena de 1961 sobre relaciones diplomáticas se expresa sobre la inviolabilidad de los agentes diplomáticos y la invasión de locales o misiones diplomáticas. Es el instrumento normativo más importante en cuanto a regulación de relaciones entre países, por eso fue que el caso de Elena Quinteros tomó tanta notoriedad internacional y por eso mismo toma conceso el repudio a los sucesos acontecidos el viernes pasado en la noche, cuando fue invadida la embajada mexicana en Ecuador por guardias de ese país, y secuestrado allí el ex vicepresidente Glas, quien ya tenía el asilo concedido por el país asilante (México), único validado internacionalmente para conceder el asilo solicitado, de igual manera que en el caso de Elena y a mediados de los 70, lo era Venezuela. Violación tras violación del derecho internacional, que en esas dos oportunidades se ha dado, y por eso el caso del ex vicepresidente Glas nos retrotrae a nuestra Elena. Si esto se torna en costumbre, es de una gravedad inusitada.
En la noche del viernes 5 de abril pasado, fue invadida la embajada mexicana en Quito, fue golpeado el encargado de la misma que con honor defendió su suelo como él mismo dijo luego “a riesgo de mi propia vida”, recordándonos también la valentía de muchos diplomáticos que en aquellos años salvaron la vida de muchos compañeros y compañeras como el propio embajador mexicano en nuestro país, o aquel sueco que arrancó de las fauces de la dictadura fascista chilena a nuestra Malena (como le decíamos en aquellos años). ¿Será otro signo de que viejos tiempos vuelven? El neofascismo que asoma por aquí y por allá. México rompió inmediatamente relaciones diplomáticas con Ecuador.
Pan nuestro de cada día son los inventos, las mentiras, las fake news que terminamos por creer al mejor estilo de Goebbels, aquel ex canciller hitleriano que decía que una mentira repetida 1000 veces, se convertía en verdad, y aquellos 11 principios de la propaganda nazi. Del vicepresidente Jorge Glas se levantaron 1000 acusaciones falsas, y qué más prueba que lo sucedido para dejar clara su inocencia, y que todo esto no es más que la judicialización de la política, fenómeno que está muy lejos de ser nuevo, pero que se aplica hoy más frecuencia. Uno de estos juicios políticos envueltos en 20 mil patrañas fue aquel contra el comunista Jorge Dimitrov en 1933 cuando los nazis llegaron al poder en Alemania.
Glas fue llevado a una cárcel de máxima seguridad, luego llevado a un hospital en el día de ayer, y luego vuelto a la cárcel. Sin duda es una situación gravísima, y desde todas partes es obligación exigir el respeto a las convenciones internacionales, solidarizarse con el gobierno y pueblo mexicano y sus representantes diplomáticos, así como exigir la inmediata liberación de Jorge Glas.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)