Basta de impunidad

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Por Rolando W. Sasso(*)

Inexorablemente caen las hojas del almanaque, como las frondas amarillas de los arboles en otoño. Ya se anuncia el mes de mayo y estamos en plena contienda electoral. Chisporroteos que van, tiroteos que vienen, cada vez se tiran con munición más pesada, aunque algún candidato ha llamado a parar un poco la mano. Se habla de varios temas, pero la cuestión de los desaparecidos y de la impunidad al respecto, no están suficientemente debatidos.

Se acerca el 20 de mayo, día elegido por la comunidad para marchar en recuerdo y en reclamo de los desaparecidos políticos (dos centenares). La marcha es por Zelmar Michelini, por Héctor Gutiérrez Ruíz, por William Whitelaw, por Rosario Barredo y por todos los desaparecidos.

Sería buena señal que en esta fecha los pre candidatos se expresaran claramente sobre el punto: si se piensa redoblar la búsqueda, si se va a interrogar a los mandos militares sobre el paradero de nuestros hermanos, si se va a poner empeño en sacar la verdad a flote utilizando todos los recursos que habilita la ley.

No se trata de torturar a los oficiales superiores, como hicieron ellos y ahora tienen las manos manchadas de sangre y la conciencia enlodada, porque ellos sí saben y no quieren hablar. Se trata de presionarlos con las herramientas legales y con un juicio justo, con todas las garantías, pero con la verdad.

Sería muy bueno y muy sanador que los competidores que se llaman demócratas firmaran un breve documento donde declarasen la voluntad de hacer todo cuanto esté a su alcance por obtener los mejores resultados en la investigación que es necesario implementar. O al menos una declaración pública donde se deje explicito el interés por resolver el tema.

Pero no. En lugar de eso escuchamos una defensa a brazo partido de los “viejitos condenados” que cumplen su pena en el confort de su casa. En lugar de eso vemos los intentos hasta ahora infructuosos de liberar delincuentes de lesa humanidad, torturadores, violadores, secuestradores, asesinos. Delincuentes que aplicaron todo el poder del Estado escudándose en la impunidad que creyeron era infranqueable.

Mientras las madres se siguen preguntando “¿dónde están?,” los hermanos y los hijos y nietos siguen golpeando puertas en una búsqueda interminable, los protectores de delincuentes siguen negando el terrorismo de Estado. Para ellos tampoco hubo dictadura en el Uruguay y si la hubo, fue buena y deseable.

Para esa gente no existieron los organismos clandestinos que sembraban el terror (con amparo de los organismos del Estado) secuestrando gente de diverso pelo y haciendo atentados contra domicilios particulares. El Plan Cóndor entre las dictaduras latinoamericanas parece que tampoco existió. Los traslados clandestinos de detenidos vulnerando las fronteras nacionales ¿serán un invento de comunistas y tupamaros? El asesinato a mansalva de las tres muchachas de abril (Diana, Laura, Silvia) en 1974 o de los ocho militantes de la 20 en 1972 ¿será otra patraña internacional? El asesinato de la familia Martirena el 14 de abril de 1972 ¿Será la misma impunidad que sigue firme? Como me dijo un amigo: “donde haya impunidad no hay democracia verdadera”.

Salvo los dirigentes del Frente Amplio, el resto del espectro político no acostumbra hablar del tema, más bien se barre debajo de la alfombra no vaya a ser que se enoje algún general retirado o alguno en actividad y salga a reclamar que “a mí no me interroga nadie, carajo”. Y que además reclame Tribunal de Honor, aunque el honor lo tengan bien escondido.

Por un 20 de mayo en marcha, en silencio y en búsqueda de “verdad y justicia”.

(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T

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