Por Sdenka Saavedra Alfaro (*)
No es desconocido que en EEUU exista un “lobby sionista”, que no solo tiene el control de los medios hegemónicos, sino también que apoya políticas que fortalecen y amplían la relación Estados Unidos-Israel, utilizando diversas herramientas para favorecer la agenda imperialista y sionista a lo largo del orbe, por ejemplo, en los países de América Latina, en especial aquellos que tienen recursos energéticos de vital importancia para el planeta como litio, petróleo, agua dulce y minerales. Su labor ya ha comenzado: ya existe un gobierno obsecuente (gendarme) en la Argentina, así como Washington ya estableció una base naval en Tierra del Fuego.
El Comité de Asuntos Públicos Estadounidense- israelí, más conocido como la AIPAC (por sus siglas en inglés), organización con más de tres millones de miembros, la mayoría estadounidenses judíos, viene apoyando desde 1950 las campañas políticas que se declaran proisraelíes o intentan derrocar a aquellos que las cuestionan, financiando a líderes de la mayoría y la minoría del Senado y del Congreso.
Este suministro de dinero a los candidatos demócratas como a republicanos viene de las políticas sionistas, producto de las donaciones de grandes empresas, oligopolios transnacionales y de concesiones de millonarios judíos que tienen doble nacionalidad; incluso muchas de las figuras representativas estadunidenses se han financiado de estos desembolsos como Hilary Clinton y el propio Joe Biden.
Resulta evidente que en Estados Unidos nadie puede insultar o criticar al gobierno israelí, por ejemplo, la Cámara Baja de ese país aprobó el 1 de mayo un proyecto de ley contra el antisemitismo para perseguir las protestas universitarias que se levantaron a favor del pueblo palestino: “La Ley de Concientización sobre el Antisemitismo afirma que es antisemita llamar ‘racista’ a Israel o protestar contra el genocidio del pueblo palestino”.
Sin lugar a dudas, es una manera de promover la impunidad de Israel, que desde su creación requirió el robo de tierras coloniales, la limpieza étnica, el apartheid, la expulsión masiva de palestinos de sus tierras; 76 años de una Nakba (catástrofe en árabe) que continúa en la actualidad con el genocidio perpetrado en la Franja de Gaza, que ha llevado a la expulsión de 1,5 millones de palestinos a Rafah, y la muerte al presente de más de 36.000 palestinos, siendo la mayoría niños y mujeres.
Este “lobby sionista” desempeñó un papel geopolítico y estratégico en América Latina en el suministro de ayuda militar y asesoramiento para dar golpes de Estado a los gobiernos que ellos habían llamado totalitarios, como los de Guatemala, Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, etc. Como el golpe de Estado al expresidente Evo Morales en 2019, que forzó su renuncia imponiendo un gobierno de facto encabezado por Jeanine Áñez, dando lugar a las masacres cometidas en Sacaba, Senkata y El Pedregal con más de 37 muertos y decenas de heridos.
Los objetivos imperiales junto al lobby sionista están más vigentes en el Estado Plurinacional de Bolivia, no solo con la presencia de la jefa de la misión diplomática de EEUU Debra Hevia, quien por ejemplo en abril entregó un reconocimiento a Amparo Carvajal, quien calló por las masacres de Sacaba y Senkata, sino también por el “foro, taller” realizado entre el 20 y el 24 del mismo mes, en Washington, cuyo derrotero es lograr una “alternativa unitaria” para derrocar a los sectores populares, representados por el MAS-IPSP, utilizando para ello a “líderes” ultraderechistas y fascistas como los que apoyaron el golpe de Estado de 2019, personajes que hoy quieren mostrarse como “nuevos”, cuando han apoyado la inestabilidad democrática y constitucional del Estado Plurinacional en 2019.
Una vez más la injerencia del imperialismo y el sionismo, con su política de la “Doctrina Monroe” y “América para los americanos”, se encuentran reflejadas en la derecha neoliberal, la que dentro de su guión maneja el discurso de desunión entre el jefe del Estado Luis Arce y su antecesor Evo Morales, cuyo complot mediante la guerra híbrida, el lawfare y los falsos positivos quieren pulverizar de un plumazo a la sigla del MAS y la candidatura de Evo para las elecciones de 2025. ¿Acaso el pueblo boliviano permitirá la defenestración de los movimientos sociales, la apropiación de su litio y la instauración de un gobierno títere y sumiso a EEUU?
(tomado de La Razón 26/5/2024)
(*) Sdenka Saavedra Alfaro es escritora, corresponsal internacional de HispanTV.