Por Carlos Pereira das Neves(*)
Seguramente el rey de Atenas, y no cualquier rey sino “el que funda” o el hijo del dios del mar Poseidón, tuviera muchos barcos de los que hacer una referencia. En este caso la referencia es a aquél en el que -según una leyenda griega recogida por Plutarco- el fundador de Atenas regresaba desde Creta, al que se le tuvieron que realizar tantos cambios durante el viaje que al llegar nuevamente al lugar desde donde inicialmente había partido, llevó a que muchos se preguntaran si se trataba del mismo barco.
¡Ah, los griegos! Es que a uno enseguida lo acomete una respuesta, por demás obvia, y se deja llevar hasta que enseguida se encuentra enredado en una paradoja…¿cuál es la esencia de las cosas? y entonces, de vuelta, ¡ah, los griegos!
Pero la primera embestida nunca es la última en esta apurada y probatoria era, confiados en que no hay tiempo que perder igual nos pica una última respuesta para poder retirarnos con la satisfacción del deber cumplido y el pecho bien hinchado: ganar el debate, aplastándolo. Total, los griegos tenían mucho tiempo libre y -además- ¿quiénes son Heráclito y Platón pa’ andar profundizando sobre estas nimiedades allá por los 500-400 a.C?
Lo cierto es que de diferentes maneras, condiciones, ámbitos, tiempos, intereses…siempre apelamos a las identidades. “Joder”, dirían los españoles, si hasta el propio sistema dirige todas sus estrategias para hacerte sentir único. ¿Por qué no discutirlo? Si hasta el propio sistema y sus latiguillos de dominación cultural, desnaturalizados en frases de coaching para que creas que hacés un bien autoexplotándote, te dicen “hay que remarla” y “estamos en el mismo barco”.
Un montón de años y sistemas de producción mediante, la paradoja sigue ahí. Solo que no se la discute, pero seguro que sola no se conduce, como el mismísimo barco.
En el mejor de los casos, que vuelvas al mismo puerto desde el que zarpaste, ¿existe o no una diferencia si quienes te fueron a despedir no te reconocen al volver? Pero los cambios en el barco también pueden cambiar la dirección de navegación, también pueden enlentecerte y obligarte a que vayas atracando en otros puertos…con nuevos atractivos, modificando -por la vía de los hechos y de una forma natural- tu objetivo.
El barco mantiene el nombre, el propio Teseo lo sigue capitaneando, ¿sigue siendo el mismo barco?
Con los proyectos colectivos pasa lo mismo, jamás ajenos a los cambios en la realidad: a la bravura del mar, a la piratería, al crecimiento en la oferta de ejemplares…uno más lindo que el otro, más reluciente, más ejecutivo, más eficiente, más ecuánime, más representativo. ¿Cuánto cuesta mantener un barco? ¿Y en términos de contenido, de estructura, de sustancia, de belleza? ¿Cuánto cuesta mantenerse a flote?
Como una pinchadura sistemática, el parche perdió lo poco que le quedaba de agarre.
Demasiado fácil y demasiado rápido adoptamos y adaptamos la obsolescencia programada como la ley natural de las cosas. Adaptando como cosas también nuestras relaciones, nuestras construcciones. Redujimos el horizonte, porque ahora el barco es apenas un bote y con un solo salvavidas, propiedad de la Compañía Maremoto.
Lo bueno -y también paradójico- es que, hasta tanto el mundo resista, podemos reencauzar el rumbo. Y va a tener que ser a varias bandas. Vamos a tener que mantenerlo a flote como si nuestra vida dependiera de ello, porque así lo es, pero evitando atracar en donde te esperan con todo pago y establecer las responsabilidades a la interna de la tripulación. No es lo mismo tirar un vaso de agua en cubierta que darle de lleno a un iceberg, porque además -siempre- los únicos que van a sentir la necesidad de hacer algo van a ser los que derramaron un poco de su agua en un espacio común.
Y, por último, si bien las paradojas no son para resolver sino para problematizar, también podríamos aprovechar y resolver si queremos seguir dependiendo de las conducciones de Teseo o cualquier otro fundador de turno que se crea por encima de nuestras capacidades colectivas.
(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)