Tarareando un triunfo cantado

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Por Carlos Pereira das Neves(*)

A menos de un mes de que se lleven a cabo las elecciones internas que determinarán cuáles serán los candidatos que finalmente disputarán la contienda electoral nacional de octubre, por fin aparecen las encuestas. No son encuestas cualquiera, son mediciones que -por primera vez luego de 4 años- necesitan ser lo más cercanas a la realidad que se pueda, porque recién ahora el prestigio y el mercado pesan más que los mandados a la popularidad de turno.

Habría que hablar, aunque sea breve, del comportamiento de los medidores de opinión. Es poco creíble que recién ahora estén dando números que reflejan que las y los uruguayos -por fin- son conscientes del desastre de gobierno que ha sido el de la coalición de derecha. Repasemos algunos titulares que han acompañado a Lacalle durante su gestión: el regreso de las ollas populares, vacunas contra el COVID que llegaron tarde, entrega del puerto, pasaporte a narcotraficante peligroso, pasaportes a ciudadanos extranjeros en pleno encierro pandémico, violentos asesinatos propios de las maras en El Salvador más que de Uruguay, cierre de Casa de Galicia y posterior venta a grupo accionario en el que participan cargos del gobierno, corrupción generalizada, trama de delitos sexuales, presiones a la justicia, acomodos…etc., etc., etc.

Todo esto fue noticia. No voy a desconocer el papel de los medios ni su capacidad de influir en la opinión de las personas, pero ninguna de las innumerables transas en las que se vio envuelto el gobierno o cualquiera de sus representantes -en solo 4 años- fueron vistas en 15 años de gobiernos frenteamplistas. Difícilmente hayan pasado desapercibidas cualquiera de las mil y una que se mandaron Alí Babá y sus 40 ladrones. Entonces, lo dicho, se acercan las elecciones y hay estados de ánimo que son imposibles de esconder, los uruguayos van a sacar a este nefasto gobierno y volverán a darle un voto de confianza al Frente Amplio…que ya ha sabido sacarnos de crisis económicas e institucionales y devolvernos al plano internacional por virtudes más que por espectáculos.

También podemos hablar y valorar la puesta en marcha de la maquinaria electoral del Frente Amplio y sus grupos políticos, es justo destacar que a lo largo de los 4 años -pero sobretodo en los últimos 2- se estuvo moviendo por todo el país, recuperando el ejercicio de hablar y escuchar a la gente. Ejercicio que siempre lo caracterizó.

Pero insisto que hubo una voluntad expresa de aplastar a la izquierda, al progresismo, a la organización de los trabajadores y a todo lo que fuera organización popular. Porque la derecha sabe que es anti popular y que el ejercicio de su gobierno va en contra de sus propias futuras chances, por eso no se contentó con la victoria electoral y buscó nuestra derrota organizativa. Y habrá que tener bien pronto el libreto para dentro de 5 años cuando el mismo muñequito vuelve a aparecer como opción de cambio y nos hablen maravillas de un gobierno peor que el de su mismísimo padre. Peor en cosas logradas, el signo es el mismo. Y esa intencionalidad de aplastar a la coyuntural oposición también se trabajó desde la instalación de falacias, estados de ánimo, porcentajes de aprobaciones…etc., etc., etc.

El partido se gana cuando se gana, la realidad se concreta en un momento dado y no antes, pero la victoria del Frente Amplio no está en cuestión. Lo que está en cuestión es el margen, dependiendo de qué candidato lleva el Frente Amplio en octubre, y en ese escenario la opción de Yamandú Orsi es determinante. El ex intendente de Canelones aseguraría un gobierno con mayorías, necesario -entre otras cosas- para desandar caminos de entrega de soberanía y de injusticias sociales por el que el gobierno derechista de Lacalle transitó. Repito, por si no quedó claro, el partido se gana cuando termina y no antes, por lo que habrá que seguir militando la victoria popular para que ésta sea lo más amplia posible.

Dicho esto, y pensando en 2030, para no repetir -por ejemplo- la última experiencia del progresismo argentino, tenemos que ir hacia un ejercicio de gobierno que sea mucho más que retroactivo…en el mejor de los casos.

No sabemos lo que vamos a encontrar, aunque podemos imaginarnos, vamos a tener que tapar agujeros ¡claro que sí!, pero eso no puede y no debe ser lo único. Hay que hacer los esfuerzos que sean necesarios para invertir en todas y cada una de las áreas de trabajo que dignifiquen la vida del uruguayo: trabajo, educación, pobreza, vivienda, salud, cultura, investigación, infancia, deporte, seguridad…todos los temas que estén sobre la mesa.

De la misma manera que el partido se gana cuando se gana, las decisiones se toman con todos los elementos sobre la mesa, no hay porqué atajarse antes de tiempo ni andar generando falsas contradicciones o falsas competencias sin saber cuál va a ser el marco y cuáles nuestras herramientas. Tenemos que darle certezas a quienes nos acompañen, cuya inmensa mayoría han sido dejados de lado por el gobierno para ricos, propios y amigos, de que vamos a hacer todo lo posible, analizar, encontrar y hasta inventar -si es preciso- para abarcar lo más que podamos…como si no existiera mañana. Porque no existe mañana, porque no va a existir mañana si hacemos más de lo mismo o algo apenas un poco mejor.

Y si los uruguayos no resisten más, que es verdad, y si los empresarios uruguayos no podrían con más cargas, que no es generalizable, entonces tendremos que apuntar a las grandes exoneraciones.

Por la vía del discurso, el que nos queda cómodo repetir, vamos apuntando hacia la reducción del Estado o por lo menos no hablamos de su ampliación, que es una manera de hablar de su reducción. Y nadie se hace rico cobrando un sueldo del Estado, nadie abre cuentas en las Islas Caimán o compra tierras en Paraguay dependiendo de un sueldo del Estado. Los que si abren cuentas en paraísos fiscales, invierten y se llevan la riqueza generada en Uruguay son los peces grandes ayudados por el Estado. Habría que hacer números y analizar seriamente cuánto dejan, cuánto se llevan y cuánto el Estado deja de percibir con tal de atraerlos. Y recién ahí sabríamos si verdaderamente los necesitamos o, por lo menos, animarnos a discutirle otra ecuación de reparto.

A mi, unos apurados números me indican que entre un 2% y un 3% del PBI (dentro del 6,5% del PBI que compone el total del costo fiscal) se puede mover, se puede discutir. Estamos hablando de 3 o 4% de U$S77.000.000.000 (setenta y siete mil millones de dólares) al 2023, es decir, entre U$S1.540.000.000 (mil quinientos cuarenta millones de dólares) y U$S2.300.000.000 (dos mil trescientos millones de dólares)

Entonces ¿hay o no espacio para aumentar la recaudación, determinante para la distribución? ¿hay o no lugares de donde sacar, sin tener que tocar los impuestos, para hacer que la justicia social sea una política y no apenas una aspiración? HAY

La partitura está, el coro se va armando, se va buscando la melodía, es hora de empezar a tararear para que el canto sea fuerte y no un simple chamullo. O no haremos más que confirmar esta derechizante alternancia, con algún ocasional susto ante la apariencia de un Milei o un Bolsonaro como única expresión de rebeldía.

(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)

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