Por Gabriela Cultelli (*)
La dinámica histórica implica que los fenómenos de poder no se presenten igual en cada momento. Redefinir constantemente algunas categorías importantes para el análisis global de coyunturas, y sin perder su esencia constitutiva se torna imperioso. Hoy pretendemos conceptualizar el fascismo dependiente, retomando autores indispensables como el búlgaro Jorge Dimitrov, observando, en un segundo artículo que prometemos para el próximo jueves, particularidades que hicieron y hacen a formatos diversos en que el Fascismo se ha presentado en nuestra región.
El Concepto.
La conceptualización de un proceso histórico puede tomarse como un hecho puntual, determinado en y para un momento histórico, o puede tornarse en sistémico dadas sus características centrales, dada su esencia, y las fuerzas sociales que interrelacionadas le dan base para su existencia. O sea, puede pertenecer al conjunto de Modelos tipificables a una u otra etapa del desarrollo de una formación económico social determinada. Este segundo caso parece ser el que corresponde a la categoría Fascismo.
El hecho de tomar al fascismo como un modelo reiterativo, al menos en varios momentos históricos y lugares, implica cierta corroboración histórica, pero además el cambio en sus formas, e incluso en alguna que otra forma esencial. No podemos esperar un fascismo estático caracterizado por el saludo fascista u cualquier otra variable de aquel saludo romano, esto puede o no darse. No podemos esperar un fascismo estático caracterizado por el color de las camisas masculinas, esto puede o no darse.
¿Cuál o cuáles podrían entonces señalarse como la o las características esenciales del fascismo? ¿Qué define al fascismo?
El fascismo es la reacción regresiva de los poderes económicos ante la baja de la tasa de plusvalía, característica que responde a la ley económica fundamental del sistema capitalista definida como la obtención de masas cada vez mayores de plusvalía, a lo que es funcional la acumulación y reproducción misma del capital, por lo que el fascismo es también de hecho un modelo político de organización, aunque cambiante según lo requiera la misma realidad. Son cambios en las relaciones de producción pre-existentes, que no necesariamente podrían implicar una amenaza al sistema en su sustitución por otro superior, si no que puede resultar de agudas crisis internas que amenacen su esencia, de conflictos intercapitalistas. La sustitución del sistema como tal responderá a otras variables relacionadas al avance de la organización y capacidad de autodeterminación y autogobierno de las masas populares.
El fascismo es esencialmente patriarcal, en tanto sistema de dominio que busca la hegemonía absoluta.
De hecho, el fascismo es una forma de organización de la extrema derecha, con cierto bagaje internacional, más o menos amplio, regional o interregional, pero que sin dudas rompe las fronteras nacionales, no necesariamente como el propio capital lo hace, pero sin despegarse de ello. Y como organización social, es cambiante tanto en sus formas como en sus componentes, siempre con sustento popular. Este sustento no necesariamente tiene que ser mayoritario, pero si preexistente.
El discurso, lenguaje y formas de comunicación social, guarda ciertas características comunes, fundamentalmente destacadas por Goebbels y sus 11 principios de la propaganda que bien vale recordar aquí, aunque más adelante volvamos sobre algunos de ellos, dada su actualidad y desarrollo con las nuevas tecnologías de la información:
- Principio de simplificación y del enemigo único; 2- Principio del método de contagio; 3- Principio de la transposición; 4- Principio de la exageración y desfiguración; 5- Principio de la vulgarización; 6- Principio de orquestación; 7- Principio de renovación; 8- Principio de la verosimilitud; 9- Principio de la silenciación; 10- Principio de la transfusión; y 11- Principio de la unanimidad. Reduccionismo brutal de la política a la propaganda, y aquel concepto suyo de “guerra total” que vuelve al hoy con la potencia de las nuevas tecnologías. (Aramayo, 2021)
El fascismo es entonces y al mismo tiempo, un proceso, “proceso de fascistización” como aparece en documentos políticos de inicios de los 70, antecediendo o caracterizando las coyunturas que luego derivaron en las dictaduras fascistas en el Cono Sur Latinoamericano, o como se deduce de los trabajos de Nicos Poulantzas. (Poulantzas, 1971)
En latencia permanente, Ur -Fascismo o Fascismo permanente como definiera Umberto Eco, (Eco, 1995) pero que en algún momento de la historia y bajo determinadas características resurge de distinta manera por aquí y por allá, con diferencias palpables, pero marcando una época.
Es que hablar del fascismo y sobre todo del fascismo dependiente que pueda estar avanzando en este continente necesariamente como zona en disputa, merece además recordar a estos pensadores, y en tal sentido podría hablarse de gérmenes de fascismo, movimiento fascista incipiente o proceso de fascistización naciente.
Aquel pensador búlgaro, definía a grandes rasgos el fascismo como “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital” (Dimitrov, 1935). Al mismo tiempo señalaba que el fascismo y las dictaduras fascistas se habían dado de forma diferente en los distintos lugares según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. Planteaba textualmente: “En unos países, principalmente allí, donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países, donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece el monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo, en el momento en que se agudice de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar -sin alterar su carácter de clase- la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo.” (Dimitrov, 1935), de hecho Dimitrov, nos habla de procesos, de transiciones necesarias (etapas preparatorias), de restricciones sucesivas de los derechos de los trabajadores y de las grandes mayorías. Y engloba el fenómeno en grandes regiones.
Se plantea la atracción de las masas por el fascismo, pues éste juega con sus necesidades y aspiraciones. Azuza los prejuicios arraigados, pero también trabaja con el clamor de justicia de los pueblos, utilizando estos buenos sentimientos masivos. Incluso toma como suyos nuestros discursos, se apropia de nuestras palabras. Se muestra como ultra nacionalista, como “el salvador de la nación”, pero, en el caso del fascismo dependiente, es ultra servil al imperialismo en sus fases más agresivas. De hecho, ya Dimitrov y por los años 40 exponía como posibilidad del advenimiento del fascismo, la debilidad del movimiento popular.
Se trata de una amenaza siempre latente. En momentos de caída del imperialismo cuando muestra y mostrará su cara más violenta, en momentos que vivimos y viviremos ciclos de crisis muy cortos y especialmente agudos, en tiempos que el continente está en disputa, bien vale volver a conversar sobre estos temas y sus posibles facetas.
Nota: Publicamos hoy la primera parte de un trabajo realizado por invitación recibida para participar en el 1er. Foro Internacional “Fascismo en el siglo 21 desde el sur global”, a desarrollarse en Buenos Aires entre el 5 y 6 de julio próximo. Continuaremos en próximos artículos.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)