El atentado contra Trump: del ‘lobo solitario’ a la teoría del Estado profundo; hechos, hipótesis y contradicciones

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Por Carlos Fazio (*)

El atentado fallido sufrido el 13 de julio en Butler, Pensilvania, por el ex presidente y candidato presidencial republicano, Donald Trump, desató una serie de especulaciones y teorías conspirativas que van desde la hipótesis del “lobo solitario” y la del autoatentado, pasando por responsabilizar del hecho a la “elite globalista liberal” de Davos y/o al Estado profundo (Depp State), incluidos el “factor BlackRock” y la OTAN.

Los hechos

El sábado 13, el candidato Donald Trump fue objeto de un intento de asesinato cuando un joven llamado Thomas Matthew Crooks, de 20 años, le disparó desde el tejado de un edificio con un fusil de asalto tipo AR-15 a menos de 120 metros de distancia durante un mitin electoral en la pequeña ciudad de Butler. Una bala impactó casi rozando la oreja derecha de Trump provocándole una herida leve, y Crooks fue abatido segundos después por un francotirador del Servicio Secreto. Junto al tirador se halló el arma. Además, los técnicos en explosivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) encontraron un artefacto sospechoso en el automóvil del atacante y materiales para elaborar dispositivos delicados en su casa en Bethel Park, suburbio relativamente acomodado que se encuentra a una hora de viaje desde el lugar del crimen. 

El FBI, que clasificó la investigación como un intento de asesinato o un posible acto de terrorismo doméstico, declaró un día después que Crooks actuó solo y que no existían indicios que lo asociaran con alguna ideología. Añadió que en su historial no figuraban antecedentes de actividad delictiva alguna ni de trastornos mentales; en su celular tampoco se logró detectar alguna pista y no dejó una nota o un manifiesto en las redes sociales. Ex compañeros estudiantiles dijeron que era una persona relativamente reservada y tranquila, aunque víctima de bullying y también objeto de burlas por la vestimenta de cacería que solía llevar. Otros lo describieron como un joven solitario y marginado. Se sabe que había recibido premios por su desempeño en matemáticas y ciencia mientras estudió en la Escuela Secundaria Bethel Park, de la que se graduó en 2022. Frederick Mach, actual capitán del equipo de tiro del colegio, reveló que Crooks trató de ingresar al grupo, pero fue rechazado debido a su mala puntería. En 2022 Thomas Matthew Crooks apareció brevemente en un anuncio publicitario de la sociedad de inversión multinacional BlackRock (que dirige Larry Fink y maneja 12.5 billones de dólares y con opulentas inversiones en Ucrania) junto a un profesor y otros estudiantes no remunerados de la escuela.

Según reportó la agencia AP (Associated Press), un día antes del intento de asesinato de Trump, el joven fue a un club deportivo para practicar en el campo de tiro al aire libre para rifles de alta potencia con objetivos situados a distancias de hasta 170 metros. Un día después Crooks compró 50 cartuchos para su rifle en una armería local y condujo hasta la ciudad de Butler; vestía una camiseta con el logo de Demolition Ranch, un popular canal de YouTube dedicado a las armas de fuego, y pantalones cortos de camuflaje.

El día del hecho, en las redes sociales se viralizó un video en el que se aprecia cómo varios asistentes al mitin de Trump ven al autor de los disparos arrastrándose por el tejado de un edificio, minutos antes de que abriera fuego. En la grabación se oye a varios partidarios del candidato republicano llamando a los agentes de seguridad tras percatarse de la presencia del agresor en el tejado. La AP informó que justo antes del intento de asesinato de Trump, un agente de la policía local se enfrentó al tirador. Según el medio, al subir al tejado, el agente se encontró a Crooks apuntándole con su fusil y se retiró por la escalera. Inmediatamente después Crooks disparó contra Trump antes de ser abatido por francotiradores del Servicio Secreto.

¿Falló la seguridad?

Después del atentado crecieron las especulaciones acerca de cómo fue posible que un sujeto armado abriera fuego a la vista de espectadores en un evento vigilado por fuerzas locales y federales, poniendo en tela de juicio el operativo de seguridad.

Según varios expertos, algunas precauciones de rutina se pasaron por alto. Una, elemental −máxime tratándose de un ex presidente y a la vez candidato a los comicios del 20 de noviembre próximo−, es que el tirador hubiese podido ocupar un terreno elevado en las cercanías del evento. Es habitual que los terrenos o edificios elevados siempre están ocupados por agentes del Servicio Secreto o la policía SWAT local, y no se permite a nadie caminar por los techos. Además, ellos dominan y escanean los terrenos elevados con francotiradores, y debía haber drones monitoreando.

Otro dato que generó sospecha fue que el Servicio Secreto se mostró inexperto para la tarea que debía desempeñar y tardó en reaccionar para proteger a Trump, además de que no respondió a los informes sobre un hombre armado sobre el tejado denunciado por varios testigos presenciales. También llamó la atención que en el anillo de seguridad alrededor de Trumpo, los agentes no tuvieran escudos antibalas. De allí que una de las teorías que circulan es que fue el propio gobierno de Estados Unidos el que mandó a agentes secretos y de seguridad que no estaban preparados para proteger a Trump o incluso, sugieren, que fueron negligentes de manera deliberada o fueron cómplices del ataque. Las investigaciones tienen en el centro de las miradas a la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle (que depende del cubano-estadunidense Alejandro Mayorkas, polémico secretario de Seguridad Interior de Biden), quien deberá responder detalles del operativo fallido al FBI.

A su vez, un veterano de operaciones especiales y contraterrorismo israelí, opinó que un movimiento milimétrico de cabeza probablemente le salvó la vida a Trump. En declaraciones a Fox News, Aaron Cohen aseguró que, con una mira telescópica adecuada, calibre 223, y a los 118 metros de distancia en que se encontraba Thomas Crooks, “cualquiera” podría fijar un blanco y acertar. Sin embargo, en ese momento Trump estaba con la cabeza en dirección a su lado derecho, algo que resultó vital y definitivo. Cohen dijo que por lo general los francotiradores se entrenan para acertar a la corteza del cerebelo, localizado en la parte superior del tronco cerebral. Por lo tanto, de haber estado su cabeza de frente, el proyectil posiblemente habría entrado en su oído y provocado un daño mortal. El experto consideró que existieron fallas dentro del Servicio Secreto en cuanto a protección y aseguramiento del lugar y de todo el perímetro, incluidos los edificios de los alrededores. Concluyó opinando que “no hubo falta de recursos (…) Hubo un fallo en la mano de obra”.

La banalización del crimen vs. hay que eliminar a Trump

Se ha señalado, también, que después del atentado se produjo un desdén total claramente coordinado de los términos “asesinato” o “intento de asesinato” entre políticos del Partido Demócrata y los medios de comunicación asociados a éste, entre ellos, USA Today, NBC News, CNN, MSNBC y AP, una rama clave del establishment estadunidense. Según la página Misión Verdad, quien sentó la pauta de esa narrativa negacionista con un post en X, fue el ex presidente Barack Obama, alegando que “aún no sabemos exactamente qué ocurrió”, a pesar de las evidencias. Así, y como parte de una cobertura propia de las operaciones psicológicas, los medios citados se dieron a la tarea de encubrir, banalizar y minimizar de manera intencional lo ocurrido en Butler, haciendo todo lo posible para presentarlo como si no fuera un intento de asesinato. El objetivo era alejar de Trump toda imaginería de martirio que pudiera darle alas a la candidatura republicana; lo que a todas luces fracasó.

En sentido contrario, políticos republicanos culparon inmediatamente al presidente Joe Biden y sus aliados por el ataque, bajo el argumento de que en los últimos días habían venido incitando al odio y esgrimiendo un lenguaje incendiario que etiquetaba al ex presidente Trump como un protofascista que destruiría la (supuesta) democracia estadunidense y como alguien a quien se debía “detener” a como diera lugar. El ahora candidato a la vicepresidencia en la fórmula de Trump, el senador James David Vance, dijo que “la premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario que debe ser detenido a toda costa. Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”. Por su parte, el congresista republicano Mike Collins acusó directamente a Biden del atentado. “Joe Biden dio las órdenes. El fiscal republicano del condado de Butler, Pensilvania, debería presentar inmediatamente cargos contra Joseph R. Biden por incitar a un asesinato», expresó

El día anterior al atentado, durante una conversación privada con donantes en Detroit, Biden dijo que “es hora de poner a Trump en el punto de mira”. Biden trató de desviar la atención de su fracaso en el debate con su rival y de los crecientes llamamientos a que se retire de la carrera presidencial instando a los demócratas a volver a centrarse en la campaña contra el político republicano.  “Tengo un único trabajo: derrotar a Donald Trump. Estoy absolutamente seguro de que soy la mejor persona para poder hacerlo. Así que hemos terminado de hablar del debate, es hora de poner a Trump en el punto de mira”, dijo en una grabación obtenida por el medio Politico.

A pesar de que el actual jefe de la Casa Blanca condenó el atentado contra Trump la noche de los hechos, recientemente su equipo de campaña por la reelección describió a su oponente republicano como “una amenaza genuina” para el pueblo estadunidense, para su “libertad” y su “democracia”. “Es literalmente una amenaza para todo lo que representa Estados Unidos», reza una publicación en X del 28 de junio. (Cabe recordar que, en nombre de la libertad y la democracia, distintas administraciones estadunidenses, republicanas y demócratas, han impulsado invasiones, golpes de Estado, revoluciones de colores y procesos de desestabilización para cambios de regímenes políticos en todo el mundo durante más de un siglo).

Como antecedentes, cabe citar que en cuanto Trump anunció oficialmente el inicio de su carrera por el segundo mandato presidencial el año pasado, el congresista Daniel Goldman, representante del 10.º distrito congresual de Nueva York, en declaraciones a MSNBC expresó que no se podía permitir que el exmandatario republicano “volviera a ocupar un cargo público”.  Dijo: “No solo no es apto, sino que es destructivo para nuestra democracia y tiene que ser eliminado”. Aunque  posteriormente se disculpó, esa línea retórica una y otra vez ha emergido en discursos o publicaciones de sus copartidarios demócratas y miembros de la comentocracia como Rick Willson, político anti-Trump de CNN y MNBC (ligado al complejo militar-industrial), quien el año pasado exhortó al asesinato de Trump. Asimismo, la ex presidenta de la Cámara de Representantes y congresista por California, Nancy Pelosi, días previos al atentado, luego de tachar a Trump como “un autócrata autoritario”, afirmó que “está socavando” la democracia de EU, por lo que “no puede ser presidente” y “hay que detenerlo”.

La hipótesis del Estado profundo

La teoría que más consenso tiene entre los trumpistas es que el atentado fue orquestado por lo que se conoce como Estado profundo (Deep State), una presunta coalición de servicios de seguridad e inteligencia (como la CIA y la NSA que siempre han actuado más allá de las leyes y son inmunes a cualquier control popular), y grandes corporaciones y cofradías ligadas al complejo militar-industrial-financiero-comunicacional, que configuran un estado clandestino que ha manejado los hilos del poder de sucesivos ocupantes de la Oficina Oval y que en la coyuntura busca atacar directamente los planes del republicano.  Al respecto, se ha dicho que una segunda administración Trump es vista como una amenaza por dicho Deep State. Entre las figuras públicas que impulsan esa teoría está el congresista republicano Mike Collins, quien publicó que “Joe Biden envió las órdenes” para matar a Trump. “Primero intentaron silenciarlo eliminándolo de Twitter. Luego con órdenes de silencio. Finalmente, con una bala”, tuiteó Collins.

Por su parte, el conocido geopolítico ruso Aleksandr Duguin señaló que el intento de asesinato de Trump era bastante predecible, y que “no hay duda de que todo está organizado por los globalistas” (con el grupo de Obama, Blinken, Hillary Clinton y el loco de Biden a la cabeza), con el aval “de esa parte del Estado profundo que los apoya”. Y aseveró que la única forma de mantener al “abuelo demente” (Biden) en el poder es matando a Trump, quien de otro modo casi con certeza ganaría dadas las circunstancias. Según él, básicamente hubo un “intento de golpe de Estado” en EU.

Duguin relacionó la admisión abierta del jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio Defensa de Ucrania (GUR), Kirilo Budanov, de que ha intentado repetidamente llevar a cabo un ataque terrorista contra Putin, con los ataques al primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, que se opone al apoyo de la OTAN y la Unión Europea a la junta nazi en Kiev, y el atentado ahora contra la vida de Donald Trump, quien es extremadamente crítico con Volodimir Zelensky y su régimen. Añadió que esa “es la verdadera cara de la hegemonía y de un mundo unipolar: cualquiera que esté en contra del globalismo, que se interponga en su camino, primero está sujeto a la demonización (a través de las herramientas de la cultura de la cancelación) y luego a la liquidación física”. Y los asesinos y terroristas, criminales y ejecutores de genocidios, quienes sirven a los globalistas, se presentan en el papel de “luchadores por la libertad”.

No es baladí mencionar que dos días antes al atentado fallido y el mismo día del cierre de la Cumbre de la OTAN que optó por la escalada contra Rusia y China, el primer ministro húngaro Viktor Orban –el peor enemigo del húngaro angloestadunidense George Soros– visitó a Trump en su residencia de Mar-a-Lago, Florida. Según trascendió, la misión de paz para Ucrania de Orban –quien se reunió por separado con el comediante ucraniano Zelensky, el presidente Putin, el mandatario chino Xi y Trump– exasperó a los círculos que buscan la derrota estratégica de Rusia, a grado tal de que también se acaba de revelar el intento de asesinato contra el premier húngaro.

Por su parte, el comentarista mexicano del diario La Jornada, Alfredo Jalife, destacó las opulentas inversiones en Ucrania de BlackRock y JPMorgan Chase –banco fusionado de David Rockefeller cuyo asesor Kissinger ideó el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos con su pupilo alemán Klaus Schwab–, y argumentó que un triunfo de Trump significaría la derrota geofinanciera de ambos. También contrastó la Agenda 2030 del grupo Soros y del globalista FEM de Davos, frente a la Agenda 2025 de la Fundación Heritage y el “nacionalismo cristiano” de Trump.

Aunque a priori habría que descartar que algún candidato pueda cuestionar el poder real de quienes controlan la presidencia imperial, Trump, candidato de varios multimillonarios, ha dado señales de querer tocar la estructura de la OTAN de la misma forma que lo hizo John Kennedy cuando intentó disolver la CIA. La paradoja consiste en que la estructura de la OTAN es parte de los intereses financieros de las mayores corporaciones estadunidenses a las que Trump sirvió, también, durante su mandato como jefe del Ejecutivo. No obstante, la realidad internacional ha cambiado de manera acelerada durante la presidencia de Biden, y asistimos a un tiempo histórico y una realidad geopolítica distinta ante la emergencia de potencias como China, India, Rusia e Irán. La realidad, hoy, está signada por la contradicción unipolarismo versus multipolarismo. Y en ese contexto, no deja de ser llamativa la elección por Trump, de James David Vance como su compañero de fórmula republicana.

El factor Vance

J. D. Vance (Middletown, Ohio, 1984), quien cursó estudios en la Universidad Estatal, asistió a la Facultad de Derecho de Yale y trabajó como capitalista de riesgo en San Francisco además de servir en el Cuerpo de Marines, es un católico converso socialmente conservador, que saltó a la fama nacional gracias a su libro de memorias Hillbilly Elegy (Elegía Hillbilly, 2016) donde explora los problemas socioeconómicos a los que se enfrentaba su ciudad natal e intentaba explicar a los lectores la popularidad de Trump entre los estadunidenses blancos y pobres.

Ese año escribió en privado a un socio en Facebook: “No me decido entre pensar que Trump es un cínico idiota como Nixon, que no sería tan malo (e incluso podría resultar útil), o que es el Hitler de Estados Unidos”. No obstante, con el paso del tiempo rectificó y ahora es un incondicional de Trump. Las creencias políticas de Vance −que mezclan el aislacionismo con el populismo económico− encajan con las de Trump, y ponen a ambos en contra de las posiciones de la vieja guardia del Partido Republicano, donde todavía dominan los halcones de la política exterior y los evangelistas del libre mercado.

Al igual que Trump, Vance se ha pronunciado en repetidas ocasiones contra la financiación del conflicto ucraniano por Estados Unidos y la confiscación de activos rusos. Además, ha afirmado que para su resolución se requiere la consolidación de la neutralidad de Ucrania y la congelación de las disputas territoriales, lo que significa que Kiev debe reconocer los territorios de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporozhie como rusos. Sobre la cuestión de Ucrania ha dicho que “todo el mundo con un cerebro en la cabeza sabe que esto va a terminar con las negociaciones (…) Ucrania está funcionalmente destruida como país”.

(*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones

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