Por Yldefonso Finol (*)
¿Qué significa la verdad? ¿Qué forma tiene? ¿Qué elementos etéreos o tangibles componen su complicada existencia? ¿Es accesible sin mediar pacto de credos? ¿O es que, -como han insinuado desde el existencialismo- la verdad no existe? ¿Es ilusión deshecha? ¿Es anhelo desesperado de almas ilusas? ¿Es la constatación del conocimiento mediante la praxis social?
Quizás mi pregunta concreta para este instante no implique una disquisición filosófica tan enmarañada, porque pudiera simplificarla a la cuestión: ¿Qué significa la verdad de Venezuela?
De cara a las elecciones presidenciales en Venezuela el 28 de julio, la verdad es una presa que ha sido gravemente herida por poderes monstruosos.
Paréntesis 1: a 45 años del triunfo sandinista contra una dictadura familiar feroz. Los gringos financiaron con dinero de las drogas una contrarrevolución que se especializó en descuartizar jóvenes que alfabetizaban campesinos pobres. A los mercenarios los llamaban “luchadores por la libertad”.
La transnacional antibolivariana posicionó su narrativa en algunos sectores a través del cartel mediático que viene jugando fuerte durante dos décadas. La campaña -muy bien orquestada- redunda en el descrédito del Gobierno Bolivariano y la exaltación de la opción neofascista escogida por la Casa Blanca.
Paréntesis 2: ¿al fin el Pentágono o la CIA mostraron pruebas de las armas de destrucción masiva en Irak?
Paréntesis 3: ¿alguien en el mundo constató los trillones de votos en las fantasmales “primarias” de la ultraderecha pitiyanqui? ¿quedó alguna foto por ahí? Nunca una mentira fue tan «verdadera» para los medios venidos en aparatos de guerra.
La campaña mediática incluye ingredientes deleznables como el linchamiento moral de la venezolanidad, la xenofobia y la aporofobia. Porque, a fin de cuentas, todo lo antibolivariano es antivenezolano.
Nosotros los bolivarianos estamos claros sobre el 28J: el día siguiente será como esa carta de Bolívar del 25 de mayo de 1820 a José Tomás Revenga: “habremos conseguido la verdad, que en política como en guerra es de un valor inestimable.”
Bolívar nos enseñó que “hacer bien y aprender la verdad son las únicas ventajas que la providencia nos ha concedido en la tierra”.
La verdad de Venezuela es una mezcla de agresiones criminales por parte del Gobierno de Estados Unidos y algunos de sus satélites, la heroica resistencia de nuestro pueblo, y el sostenimiento del hilo constitucional que nos coloca ante esta nueva elección presidencial.
El presidente Nicolás Maduro logró la estabilidad política que nos trajo a este presente democrático, los otros querían la intervención militar extranjera, la muerte.
El atentado magnicida con drones y potentes explosivos, no es nada para el neofascismo envalentonado.
El cuerpo en llamas de un joven pobre no le duele a los fanáticos odiadores.
Paréntesis 4: una ráfaga de fusil contra la sede diplomática de Cuba en EEUU no es terrorismo, ni el genocidio en Gaza es genocidio.
En Venezuela es notorio el florecimiento económico, pese a los maleficios de gente llena de amargura. Extrañamente lo niegan, pero sí quieren robarse el botín, como se han robado activos millonarios en el exterior.
Paréntesis 5: digamos con Bolívar, “La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo”.
Para ganar este espacio de verdad, mucho heroísmo cotidiano ha protagonizado nuestro pueblo, invisible contra la maquinaria ideológica imperialista. El invisible invencible.
(*) Yldefonso Finol, Estudiante Bolivariano como él mismo se identifica, economista, historiador y escritor venezolano, experto en DDHH, Embajador de la República de Venezuela en Uruguay.