Danza de mascaritas

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Por Rolando W. Sasso(*)

La campaña electoral avanza, tal vez despacito y por las piedras, pero inexorablemente va dejando ver intenciones a veces no tan santas entre las mascaritas que danzan y compiten por la corona.

Desde hace bastante tiempo la derecha y la extrema derecha vienen creciendo acompañando un mundo en perpetuo cambio. Ya no es la utopía revolucionaria el objetivo a alcanzar, ahora tocar el cielo con las manos es sinónimo de gobierno autoritario. Las grandes mayorías han olvidado lo nefasto que fue el fascismo y reaccionado negativamente contra las intermitentes olas de inmigrantes que aparentan amenazar (y que amenazan) la tranquilidad de los pueblos. Que ponen en cuestión sus puestos de trabajo, ofreciendo mano de obra muy por debajo de lo logrado por las luchas obreras.

La tradicional y la extrema derecha crecen en casi todo el mundo y América Latina no es la excepción. Por supuesto tampoco nuestro Uruguay lo es, aunque por acá los procesos siempre caminen algo más lento.

En concreto estamos viendo una disputa por el liderazgo de tal espacio, que se expresa institucionalmente en la coalición multicolor y su pensamiento se reduce a la consigna “que no gane el Frente” y al negacionismo sobre el golpe de Estado y las violaciones a los Derechos Humanos en épocas de dictadura.

De una manera casi cronológica vimos la irrupción en la arena política de un Álvaro Delgado que se presentó como el continuador del gobierno de Luis Lacalle Pou, al que le salen al cruce nuevos competidores.

La idea sería que Lacalle hijo se postulara a la reelección en 2029 para retener el bastón de mando y la conducción del proceso derechista que avanza. Con ese panorama esas cabecitas estarán pensando en las dos campañas, la de ahora (2024) y la próxima, aunque los reiterados episodios de corrupción que enlodan la imagen del Partido Nacional vienen a complicarlo todo.

Continuando con nuestra imaginaria cronología aparece Andrés Ojeda, que mueve sus piezas juntando dirigentes definidos por estos parámetros políticos con acento totalitario. Con un discurso pretendidamente distinto y confrontativo pretende ganar espacio entre las derechas, lo cual no significa que por mucho decirlo sea algo nuevo.

Como para llenar el vaso semi colmado aparece barajando y dando de nuevo, Pedro Bordaberry con la carga de ser el hijo del dictador y la pesada mochila de su pensamiento reaccionario. El candidato que nunca llegó a ser electo a nada importante por el voto popular esperó agazapado que pasara la hora de otros dirigentes que brillaron con luz propia, para dar el zarpazo que lo catapulte a la fama.

Resumiendo: todos ellos cobijados bajo el paraguas de la oposición al Frente Amplio, pero desplegando zancadillas a cada paso cuando no un codazo en el ojo. Quizás deban cuidarse de que les resulte corta la frazada y agujereado el paraguas. El punto es que hay que ganarle a Yamandú Orsi sin descuidar la interna que es ganar la conducción del conglomerado de derechas. Habrá que ver cómo se mueven las piezas en un tablero que es cambiante y por lo tanto peligroso. Tan peligroso como que el Frente Amplio se propone cortar con el período de gobierno de los blancos y aliados multicolores.

(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T

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