Por Rolando W. Sasso (*)
En la anterior nota para Mate Amargo escribimos acerca de las mascaritas que danzan y compiten por la presidencia de la República. Ahora abundaremos sobre el mismo tema explorando posturas desde otro ángulo. Tal vez de este modo podamos contribuir a que el lector saque sus propias conclusiones.
Estamos transitando la campaña con una chatura desconcertante, los candidatos se manifiestan poco y según la máscara que adopten cada vez. Por ejemplo con motivo de la nueva llegada de Juan Pedro Bordaberry a la arena política, Andrés Ojeda esbozó su mejor sonrisa que le ayudó a reprimir lo que en el fondo pensaba.
Las intenciones de Bordaberry (habrá pensado Ojeda) son las de convertirse en el máximo caudillo del Partido Colorado, aunque no pueda competir por la presidencia de la República (para eso debió haber participado en las internas, pero no es lo que verdaderamente le interesa).
El joven contendiente debía recibir con buena cara al peligroso rival que le podrá sumar votos a la primera magistratura pero le competirá duramente en la interna. Para el hijo del dictador hoy lo más importante es el senado de octubre, como plataforma de trabajo (desde donde combatir al Frente Amplio con chances de éxito) para pelear la próxima elección nacional.
El recién llegado, después que se fue con un portazo (seguirá pensando Ojeda), el que no puso la trucha para hacer propaganda, el que no puso un peso para la contienda interna, ahora se descuelga con intenciones aviesas de comandar el Partido pensando en allanar su propio camino para la campaña del 2029.
Claro que Bordaberry no es el único que piensa en la disputa estratégica del 29, para lo cual hay tiempo, pero no vale dormirse en los laureles. El rival de todas las horas, el que no debe ganar, el que hay que “reventar” (según dijo Bordaberry hablando de Tabaré Vázquez) trabaja pensando en todas las batallas y hay que cortarle el vuelo sea como sea.
Decimos que Bordaberry no es el único que hace política pensando en mañana porque también lo hace nuestro actual presidente Luis Lacalle Pou tratando de alcanzar la corona en la pelea del 2029, aún a riesgo de quedar en infracción por su prohibición constitucional de embarcarse en campañas político partidarias.
Tal vez sea por eso que la chatura campea, el descrédito gana adeptos y no se le ponen ganas a la campaña.
Es cierto que los contendientes de los que hablamos son todos de derecha o de extrema derecha, que piensan parecido y que los une la rivalidad con el Frente al que no quieren permitir ganar ni una, no sea cosa que gobierne bien y en la próxima repita la medicina. También los une el negacionismo sobre el golpe de Estado (que reivindican) y el terrorismo de Estado (que saludan aunque no lo digan tan claramente); pero los separan intereses personales, la ambición de poder que les obliga a sonreír con la espina clavada en la garganta.
En definitiva están para defender los intereses de los suyos a cualquier precio y alineándose con las derechas de la región, estilo Javier Milei para salir a repartir palos en el lomo de los que reclaman por sus derechos.
Ante semejante panorama el Frente Amplio llegó para devolvernos la esperanza, para darle color a la campaña, para volver a ganar.
(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T