Por Rolando W. Sasso(*)
Hace unos pocos años atrás nuestro querido Uruguay estaba considerado uno de los menos corruptos del mundo entero. Los inversores se fijaban en eso: no había que dejar coima para participar en una licitación ni en cada paso burocrático que había que dar. Pero perdimos esa categoría. Recuperarla nos costará sangre, sudor y lágrimas.
Lo que hemos perdido en seguridad y transparencia con la llegada del narcotráfico, es inaudito. Varios actores lo habían anunciado pero no se actuó como era debido y al porro lo acompañaron otras drogas más pesadas. Las deudas del narco son sagradas y se pagan, vinieron entonces los ajustes de cuentas. Después fueron las guerras de narco bandas por controlar los territorios y en otro capítulo aparecerán (¿o ya aparecieron?) la untada de manos a políticos y funcionarios de alto rango. Lo cierto es que cada barco que llega a Holanda (y a otros países) proveniente de Uruguay, es revisado detenidamente.
El actual gobierno se comprometió a que éstos serían los cinco mejores años de nuestras vidas y no le salió. Seguramente será culpa del Frente Amplio, como acostumbran decir. Está en el manual, los números que le dan mal al gobierno son culpa de la coalición de izquierdas. Como en tiempos de Guerra Fría nos decían que los rusos se llevaban nuestros niños a Siberia. Las corruptelas de todo tipo, desde los desvíos morales hasta los monetarios son siempre responsabilidad del Frente Amplio.
El clientelismo reinante, especialmente en las intendencias manejadas por la coalición multicolor, son -como siempre- culpa del Frente Amplio. Con ese versito se pasaron casi todo lo que va de gobierno y con la renuncia se lavan las manos. El problema es que el agua ya está sucia.
Nunca utilizaron tanto el nombre de Raúl Sendic (hijo) como en estos años de gobiernos de derecha: cada resbalón, cada hecho delictivo, cada jugada sucia se lo adjudicaban concienzudamente al Frente y a su Vicepresidente electo. Lo cierto es que si metió la mano en la lata que pague (como pagó), pero solo vale cobrarle una vez, no tiene por qué pagar en cada ocasión que un político oficialista se equivoque.
Entonces la pregunta es, si ésta es la medida de la vara, ¿cuántas veces tendría que pagar (por ejemplo) Gustavo Penadés? ¿O será que el susodicho queda limpio con renunciar al Partido Nacional? O ¿cuánto le correspondería al ex intendente de Artigas Pablo Caram y a su sobrina Valentina dos Santos? Entonces ¿cómo se arregla lo de Irene Moreira (la esposa del gral. Guido Manini)? ¿quedará impune su intento de beneficiar a una correligionaria con la renuncia al ministerio? ¿Cuánto les corresponderá pagar a los implicados en la entrega del pasaporte a Sebastián Marset? O ¿a los renunciados en sus cargos en la Cancillería por los documentos falsos a ciudadanos rusos? Y Carlos Moreira el intendente reelecto de Colonia ¿Queda limpio de culpa? a pesar de los audios en los que ofrecía becas de trabajo a cambio de favores sexuales. Y de las toneladas de merca contrabandeada para Europa (entre cereales a granel) ¿nadie se hace cargo?
No alcanza la hoja para hacer un recuento, los renunciantes no se limpian dejando el cargo, los delitos los cometieron siendo miembros del partido y con una lavada de cara no alcanza para sacar tanta desvergüenza. Después vienen con cuatro gritos y revoleando el poncho pero sin convencer. Entonces lo del título, ¿dónde quedó la moral del servidor público?
(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T