Fascismo, racismo y genocidio a escala mundial y regional. Cómo influyen las políticas internacionales y las relaciones entre países en la respuesta a estos fenómenos

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Por Luciano Vasapollo (*)

  1. La crisis de la fase actual de la globalización capitalista y los rasgos fascistas y racistas


El Covid-19, la guerra en Ucrania, e incluso antes la crisis financiera de 2008, pusieron de relieve cómo en los principales polos imperialistas la apertura del mercado condujo a un colapso económico y a una difícil recuperación económica y social de la población implicada.

La desilusión generalizada lleva a muchas personas a buscar seguridad, a menudo en movimientos nacionalistas y populistas que desafían los equilibrios geopolíticos y sociales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La desglobalización marca el regreso de los Estados como protagonistas, con economías continentales que buscan reforzar los mercados locales y sus propias esferas de influencia. Sin embargo, este nacionalismo renovado puede desembocar en nuevos conflictos, como sugiere la impotencia de la ONU y de Europa en las actuales crisis de Oriente Medio.

De hecho, la infame Doctrina Monroe, entendida primero por sus creadores como una proclamación ideal de EEUU contra el colonialismo, fue revisada más tarde por Theodore Roosevelt y entendida en el sentido de afirmar la hegemonía de EEUU en el continente americano. Posteriormente, fue colocada como fundamento, junto con el Destino Manifiesto, de la idea de un protectorado estadounidense en toda América Central y el Caribe, y finalmente durante la Guerra Fría para justificar las intervenciones políticas y militares de EEUU en América Central y del Sur.

El nazifascismo en Europa y el supremacismo blanco en América tienen raíces diferentes, pero también desarrollos paralelos en la actualidad. Así lo demuestra el caso de Ucrania, donde no son sólo los manejos de la economía criminal que financia armas, laboratorios biológicos sin control ético e incluso el tráfico de órganos, embriones humanos y niños, lo que une al régimen de Kiev con Washington. De hecho, existe una consonancia ideológica entre el neonacionalismo rusófobo, que en Ucrania ha despejado de hecho la nostalgia del nazismo manifiesto del Batallón Azov y de los adoradores de Bandera, y el imperialismo capitalista.

La combinación de nacionalismo, racismo y crisis económica que se extiende por Europa desde 2009 ha arrojado una nube negra sobre lo que durante décadas se había definido como democracias liberales.

La percepción de que su propia hegemonía estaba perdiendo el control sobre el resto del mundo -con el crecimiento de los países emergentes (Brics, ALBA, etc.) y el resurgimiento de los movimientos anticolonialistas en África, Asia y América Latina- ha producido un cortocircuitó, ya que el sistema capitalista dominante ya no puede encontrar los márgenes de beneficio del pasado con los que había cooptado a las clases medias occidentales a su alrededor.

En septiembre de 2019, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que equiparaba nazismo y comunismo presentada por los partidos más reaccionarios y anticomunistas de los países que Bush llamó la nueva Europa (Polonia, República Checa, Letonia, Estonia), resolución que también fue apoyada por los partidos liberales y socialdemócratas.

Aquella resolución fue decisiva para abrir la caja de Pandora de la revalorización del fascismo en Europa. Tanto porque aludía a la tesis de que el nazismo surgió como reacción de Europa a la amenaza del comunismo y no como degeneración consciente de las clases dirigentes europeas tras la crisis económica de los años 30, tanto como, porque el conflicto concomitante y creciente en Ucrania -que comenzó en 2014 y no en febrero de 2022- había incubado en Europa muchas organizaciones neofascistas y neonazis con tendencia ultranacionalista y rusófoba.
Quienes en Europa criticaron a Trump en EEUU reprodujeron poco a poco sus peores impulsos hacia los inmigrantes, alimentando tanto la islamofobia como la nunca dormida eslavofobia.

2. Políticas de guerra y fascismo institucional de la UE


El informe del Sipri (Stockholm international peace research institute) que analiza el gasto en armamento de los países de la Unión Europea es muy claro; la Unión Europea se caracteriza por ser la segunda con mayor presupuesto en armamento, con EEUU en primer lugar seguido de China.
En 2023, los 27 países de la UE gastaron cerca de 300.000 millones de euros en la compra de armas, aproximadamente la mitad de todo el Fondo de Recuperación y un tercio del presupuesto septenal de la UE. Italia ocupa el tercer lugar en gasto armamentístico, con unos 33.000 millones, por detrás de Alemania y Francia

La intensificación de la competencia entre monopolios resulta ser la principal causa de las guerras imperialistas y las intervenciones militares, incluido el conflicto de Ucrania, visto como una lucha entre bloques capitalistas por el control de los mercados, los recursos naturales y las rutas de transporte de energía. Se acusa a la UE de ser uno de los principales orquestadores y financiadores de esta guerra, y se denuncia la implicación de los países europeos, exponiéndolos a represalias y a los riesgos de un conflicto nuclear.
Si nos fijamos en la eurozona, podemos ver cómo el gasto en ayuda militar exterior ha crecido exponencialmente con la entrada en guerra de Ucrania con Rusia, de acuerdo con la promesa europea de apoyar a la OTAN y a Ucrania.
La humanidad observa con angustia la escalada de violencia en Oriente Medio y Ucrania, así como las más de cincuenta guerras en curso en el mundo, muchas de ellas en África. La Universidad Sapienza, a través de nuestra Escuela Marxista de Economía Decolonial, identifica un importante elemento común detrás de estas crisis: el complejo militar-industrial. Este complejo representa una entidad económicamente poderosa con enorme influencia sobre los gobiernos y las políticas nacionales. Las empresas militares producen armamento sofisticado, desde drones hasta armas nucleares, que se venden a gobiernos de todo el mundo y que se utilizan masivamente para mantener un orden internacional basado en la oposición entre el modelo imperialista liderado por Estados Unidos y los países emergentes que se resisten a la subyugación impuesta.
Los intereses económicos impulsan el mantenimiento de una costosa maquinaria militar, alimentando la perpetuación de los conflictos. El complejo militar-industrial utiliza los grupos de presión y la financiación para influir en las decisiones de los políticos, presionando a favor de más gasto militar y venta de armas, contribuyendo así a mantener vivas las situaciones de conflicto en lugar de buscar soluciones pacíficas.

3. El caso de la guerra en Ucrania como relanzamiento de la UE

El Consejo Europeo reafirma el firme compromiso de la UE de seguir prestando a Ucrania y a su pueblo apoyo político, financiero, económico, humanitario, militar y diplomático durante el tiempo y con la intensidad que sean necesarios.”
Así como en el siglo pasado el nacimiento de los nacionalismos condujo a dos guerras de carácter mundial en Europa, hoy el imperialismo europeo busca relanzar su posición dominante con una guerra con el poder de Estados Unidos contra Rusia, tanto para su recuperación económica (el llamado keynesianismo militar) como para recuperar su estatus de superioridad sobre la determinación de los Estados-nación individuales, cada vez más caracterizados por impulsos centrífugos antisistema (europeos).

El caso de la guerra en Ucrania y la promesa de la UE de suministrar armas y recursos a Kiev tiene un doble significado: por un lado, reavivar su propio dominio sobre la región y, por otro, sellar el pacto de alianza de la OTAN con su enemigo-hermano Estados Unidos, que libra una supuesta guerra por poderes contra el gigante económico ruso.

La guerra en Ucrania ha sacado a la luz el creciente riesgo de que surjan tendencias fascistas y autoritarias como consecuencia directa e indirecta del conflicto. Analizar estos riesgos es crucial para comprender el impacto duradero del conflicto y las posibles implicaciones para la democracia y los derechos humanos. De hecho, la guerra en Ucrania ha exacerbado las tensiones nacionales y regionales, dando lugar a una creciente visibilidad e influencia de los movimientos extremistas y nacionalistas en varios países, entre los cuales los tres países bálticos Lituania, Letonia y Estonia son motivo de especial preocupación. En particular, por supuesto, es en Ucrania donde la intensificación del conflicto ha visto la aparición más masiva de grupos de ideología ultranacionalista.

4. Contradicciones estructurales dentro de los países. Superestructura ideológica, autoritarismo y racismo


Sin embargo, la vida individual está marcada por procesos que se inscriben dentro del Estado, al igual que la cuestión de la seguridad y la inseguridad. Los procesos en curso están conduciendo a una reordenación y reelaboración de la estatalidad, donde se está superando el paradigma según el cual existe una coincidencia absoluta entre Estado, territorio y soberanía, produciéndose realidades locales que no pueden adscribirse únicamente a la voluntad del Estado central.

A pesar de la crisis del Estado-nación, la propia UE se enfrenta a un intento de reorganización a través de un nuevo neonacionalismo europeo emergente. Las fuerzas políticas de derechas, caracterizadas por ideologías xenófobas, están ganando terreno en varios países europeos como Alemania, Francia y Austria. Este fenómeno se atribuye a la respuesta populista de derechas a retos globales como la inmigración y la crisis económica, problemas agravados por las políticas de austeridad de la UE que han reducido la protección social de las clases más débiles.
Ante el creciente malestar social de amplios sectores de la población, los gobiernos liberales europeos han confiado a grupos fascistas la tarea de hacer el trabajo sucio. Primero contra los inmigrantes alimentando el racismo y después contra los grupos sociales más débiles alimentando la selección social y la represión.

Los fascistas sirven para mostrar un lado sucio del poder que los liberales explotan para chantajear a las fuerzas progresistas y a las clases trabajadoras diciéndoles: “tranquilos porque puede llegar al poder alguien más duro que nosotros”.
Esto alimenta la pasividad de las masas y alimenta la mortífera ideología del TINA (There Is No Alternative), rechazando e hipotecando así cualquier hipótesis de transformación social, que en cambio se hace hoy cada vez más necesaria ante las amenazas de guerra, las insoportables desigualdades sociales y el impacto ecológico del planeta.

En Europa, el auge de los movimientos “eurófobos”, reaccionarios y nacionalistas se atribuye a las políticas adoptadas por la Comisión Europea en las dos últimas décadas. La Unión Europea se ha convertido en una herramienta del capitalismo financiero, que impone normas rígidas a los gobiernos a través de un complejo sistema jurídico, a veces inscrito en las constituciones nacionales. Las élites neoliberales han conseguido endosar su fracaso social, manifestado en la crisis financiera de 2008, a los propios Estados, empujándolos a convertirse en instituciones rentables y competitivas.

El autoritarismo que caracteriza a los mencionados posfascismos europeos y no europeos surge de la necesidad de centralizar un poder que se ha vuelto fluido, descentralizado e interconectado, desafiando el modelo de Estado tradicional y exigiendo nuevos modos de gobernanza en los que el Estado posmoderno compite por atraer flujos económicos y de información.


5. Respuestas a la crisis de civilización con el postfascismo


El posfascismo es un fenómeno global heterogéneo, caracterizado por una mezcla de nacionalismo, xenofobia, racismo, liderazgo carismático y políticas antiglobalización. Este movimiento adopta diferentes formas en distintos contextos: por ejemplo, mientras que primero en Brasil Bolsonaro y ahora Milei en Argentina promueven el neoliberalismo radical, en Europa el posfascismo surge de la frustración con las políticas neoliberales de la Unión Europea.
Una de las causas fundamentales del auge del posfascismo es la ausencia de alternativas de izquierdas al neoliberalismo. En este contexto, juega un papel clave el poder adquirido por las redes de Internet y las grandes plataformas sociales, que desempeñan un papel central en la afirmación/difusión de la retórica postfascista. A las grandes empresas tecnológicas como Facebook, Google y YouTube no les interesan las cuestiones ideológicas, sino la generación de beneficios a través de la polarización social y la creación de burbujas ideológicas que fortalezcan las posiciones más radicales, de hecho, la política digitalizada, promovida por las plataformas tecnológicas para obtener beneficios económicos, se basa en el conflicto y la división de la sociedad.
Estos movimientos no son comparables al fascismo clásico de Hitler o Mussolini, pero representan una continuidad ideológica que desplaza el blanco de la discriminación de grupos históricos como los judíos a los musulmanes y a los inmigrantes. La separación social y la discriminación se justifican mediante un determinismo racial biológico que perpetúa profundas divisiones en el seno de la sociedad.
El “fascismo mainstream” se considera un producto de los tiempos modernos, caracterizados por el rápido cambio tecnológico y la desconfianza en instituciones tradicionales como el periodismo. Este fenómeno global se alimenta de la frustración y la indignación difundidas en las redes sociales
En Europa y otras regiones, la guerra ha desencadenado una reacción en cadena de sentimientos xenófobos y autoritarios. Los movimientos de extrema derecha han aprovechado la incertidumbre y el miedo generados por el conflicto para promover programas antiinmigración y antisistema, recurriendo a menudo a una retórica que evoca al fascismo histórico. Estos grupos, que a menudo defienden una visión maniquea del conflicto, tratan de capitalizar las divisiones existentes y las preocupaciones económicas para ganar apoyos.

6. La criminalización de los inmigrantes y la nueva brutalidad racista


La campaña política mediática contra la inmigración es una de las formas actuales del racismo, la poderosa arma ideológica y fáctica de Occidente desde la Conquista de 1492. La ecuación inmigración-delincuencia, que es uno de sus dogmas, es falsa. Más bien, su segundo término está relacionado en gran medida con las deficiencias del sistema estatal en materia de desigualdad de derechos, con los efectos de discriminación y marginación

En cambio, pretenden ignorar que el primer término, la Inmigración, no es el producto de un “subdesarrollo fatal del Tercer Mundo”, sino de la colonización y sus secuelas de guerras en el Este y del expolio persistente de los países del Sur, África en particular. En este sentido y en el momento actual, la inmigración es un fenómeno irreversible al que los países del Norte deberían intentar adaptarse, en lugar de crear un clima de guerra civil introduciendo una atmosfera fascista y la promulgación de leyes ad hoc.

Pero el problema es más general: varios países europeos y norteamericanos han aplicado en los últimos años políticas migratorias cada vez más estrictas. Sin embargo, estas políticas, a menudo justificadas con argumentos de seguridad nacional y protección de los recursos, han tenido un efecto secundario devastador: la criminalización de los migrantes y el avivamiento de sentimientos racistas.
En diversos contextos, las políticas migratorias han incluido medidas como el refuerzo de las fronteras, la detención prolongada y la deportación masiva. El retorno del racismo a través de las políticas migratorias y la criminalización de las comunidades migrantes constituyen una grave amenaza para los derechos humanos y la justicia social. Sólo mediante un compromiso colectivo y un levantamiento de la sociedad civil será posible contrarrestar las tendencias discriminatorias y construir un futuro en el que todas las personas, independientemente de su origen, puedan vivir seguras y con igualdad de oportunidades.
Además, la criminalización puede tener efectos devastadores en las comunidades de inmigrantes, provocando una creciente marginación y una limitada participación social y económica. Los inmigrantes, tachados de “ilegales” o “delincuentes”, pueden verse excluidos del empleo, la educación y las oportunidades de integración, perpetuando los ciclos de pobreza y marginación.

7. El genocidio del pueblo palestino como supremacismo racial


Desde el 7 de octubre, las operaciones genocidas de las IDF (Fuerzas de Defensa de Israel) y del pueblo de Israel (al que recordamos como protagonista y cómplice con su aprobación de la masacre del pueblo palestino) han elevado el número de muertos a 50.000, una parte importante de la población, y se calcula que más de 44.000 pueden estar aún bajo los escombros. Se calcula que de cada 10 muertos, 9 son civiles, lo que sugiere que el verdadero objetivo no es Hamás, sino el pueblo palestino. El 97% de los recursos hídricos (ya de por sí escasos dadas las políticas de expropiación del recurso que se vienen aplicando desde 1948) están mermados y el 96% de la población vive en estado de inseguridad alimentaria. El 60% de las misiones humanitarias a la Franja de Gaza han sido obstaculizadas y bloqueadas por el Estado de Israel.
Entre 2018 y 2022, la UE fue el segundo mayor proveedor de armas a Israel después de Estados Unidos, vendiendo armas por un total de 1.760 millones de euros. A pesar de una sentencia del Tribunal Internacional de Justicia, los países de la UE siguieron vendiendo armas a Israel. Aunque la UE tiene un sistema para imponer un embargo de armas, ha optado por no aplicarlo a Israel, dejando la responsabilidad a los Estados miembros, que han respondido lentamente y con un compromiso político limitado.

El resultado de esta formidable campaña de aval del genocidio en nombre del derecho de autodefensa de Israel es la formación de un bloque compacto eurosionista que recorre todos los partidos del arco republicano. Esta nueva corriente se distingue por introducir un insalubre clima de odio y virulenta agresividad en el debate político y de ideas, y la desinformación como técnica sistemática de manipulación de la opinión.

Las acusaciones de genocidio lanzadas contra Israel se refieren a su evidente intención de aniquilar sistemáticamente a un grupo étnico que es precisamente la población palestina, hasta ahora en Gaza (donde las víctimas ascienden ya a más de 40.000, de las cuales más de la mitad son niños y sus madres. Las operaciones militares israelíes, a menudo descritas como respuestas a los lanzamientos de cohetes y ataques de Hamás, han causado este elevado número de víctimas civiles. Las infraestructuras de Gaza, incluidas escuelas, hospitales y viviendas, han quedado prácticamente destruidas, mientras que el bloqueo impuesto por Israel (y Egipto) ha limitado gravemente los recursos humanitarios y médicos disponibles en Gaza, contribuyendo a una crisis humanitaria que causa más muertes. Las condiciones de vida en Gaza son extremadamente difíciles, con altas tasas de desempleo, pobreza y falta de acceso a servicios esenciales.

Tanto la Corte Internacional de Justicia como la Corte Penal Internacional han identificado las acciones de Israel como actos que conducen al genocidio, exigiendo al menos un alto el fuego, y han exigido la ejecución de una orden de detención contra el primer ministro israelí Netanyahou. Estas decisiones han quedado una vez más en papel mojado, como en todas las circunstancias desde 1948 en las que el derecho internacional ha sido ignorado por el Estado colonial sionista.
Esta observación implica una crítica aguda y radical del papel de la ONU como garante de la aplicación del derecho internacional, de ahí la necesidad urgente de una reforma en profundidad del sistema de la ONU.

8. Información distorsionada y fascismo en los medios de comunicación


El debate sobre la información distorsionada, pone de relieve que en la actualidad las comunicaciones están completamente subyugadas a la mentalidad y a la lógica del capitalismo actual, que da prioridad al beneficio y la competitividad. La comunicación ha sustituido al progreso como principio rector del capitalismo. Este cambio de enfoque ha afectado negativamente a las relaciones sociales y políticas, ya que la comunicación sirve para propagar un modelo económico de explotación extrema y la cultura asociada a él. La crítica se refiere a la dificultad de construir relaciones auténticas en un sistema capitalista que acentúa la lógica de la dominación. La comunicación se utiliza para dar la ilusión de una implicación real de los trabajadores en los procesos de toma de decisiones de las empresas, mientras que en realidad esta implicación es superficial y no afecta realmente a la gestión empresarial. Este mecanismo refuerza la lógica de dominación capitalista, que impregna todas las esferas de la vida asociada, obstaculizando la creación de relaciones reales y políticas.
A pesar del creciente papel de los intelectuales en el siglo XX, se ha producido un progresivo alejamiento de su función crítica y de emancipación civil en favor de un compromiso más alineado con las lógicas militaristas.

Por el contrario, asistimos a su contrario, a un atrincheramiento reaccionario de la vieja clase dirigente, partidaria de un neoliberalismo extremista e inclinada a derivar hacia el racismo más grosero, que va de la mano de la exasperación de un atlantismo cada vez más belicista en su apoyo acrítico a la acción de la OTAN contra Rusia y de Israel en su guerra genocida contra los palestinos.

Breves conclusiones

El supremacismo racial inherente a la ideología sionista dominante en Israel es el hijo natural del supremacismo racial del colonialismo europeo y del colonialismo de asentamientos estadounidense.

A pesar de todo, queda abierto un rayo de esperanza porque esta barbarie no es una fatalidad. Las atrocidades en curso, de las que estamos siendo testigos, pueden reducirse, o incluso detenerse, si los países no alineados en el eje imperialista refuerzan las estructuras del mundo multicéntrico emergente, como los BRICS ampliados, el ALBA y la Alianza de Estados del Sahel (AES).
Nuestra batalla por la paz y por una nueva humanidad acaba de comenzar y debe llevarse a cabo de forma coherente con sus principios.
Apoyar a los palestinos contra la guerra genocida de Israel es un deber, como lo es evitar apoyar a Estados que se comportan con sus poblaciones como la entidad sionista se comporta con los palestinos.

El comandante en jefe Fidel Castro siempre hizo hincapié a que la Revolución representa el “sentido del momento histórico”. Este concepto no se limita al cambio local, sino que se extiende a una perspectiva global alternativa al capitalismo.
Las revoluciones cubana y bolivariana, aunque puedan parecer retrógradas a quienes no comprenden su profundidad, se convierten en un ejemplo extraordinario de alternativa socialista revolucionaria en una crisis sistémica del capitalismo sin precedentes.

Este modelo no se refiere sólo a Cuba y a la Venezuela revolucionaria, sino que es un llamamiento a todas las organizaciones de clase socialistas y comunistas del mundo para que se comprometan en la construcción concreta de un horizonte posible para la humanidad, orientado hacia la justicia social, la libertad y la igualdad a través del socialismo científico plenamente realizado.

(*) Luciano Vasapollo, participación en el “Congreso Mundial contra el Fascismo, el Neofascismo y Formas Similares”. Luciano Vasapollo es Doctor en “Análisis económico -matemático -estadístico de los fenómenos sociales”. Prof. Política económica internacional y también de Economía de desarrollo, responsable relaciones internacionales por América Latina y Caribe, departamento SEÁI (estudios Europeos Americanos Interculturales), Universidad Sapienza Roma, Italia. Ha sido distinguido con el título Doctor Honoris Causa en Cencias Economicas (2011) de la Universidad “Hermanos Saíz Montes de Oca” de Pinar del Río (Cuba), la Pontificia Universidad Católica de Santa Rosa (2023) de Caracas (Venezuela) y la universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (Venezuela, 2023). Ha sido distinguido con numerosos premios y medallas y tiene numerosos libros de su autoría. Es miembro fundador de la REDH y coordinador del Capitulo italiano.

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