El poder de los símbolos

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Por José Ernesto Novaez Guerrero (*)

En preparación de una cada vez más probable invasión, “Israel” no ha dudado en desplegar contra El Líbano toda su brutalidad genocida. El saldo de esta semana solamente asciende a casi 700 víctimas mortales y unos 95 mil desplazados en el país. Mientras el cínico Netanyahu usaba la tribuna de la ONU para declarar que su régimen quiere la paz, los F35 sionistas sembraban la muerte en el país.

Este 28 de septiembre el mundo se conmocionaba, además, con la noticia del martirio de Hassan Nasrallah, el líder que durante más de tres décadas supo conducir al movimiento Hezbollah y garantizar la seguridad y la victoria a su país. Evidentemente, en las cábalas del sionismo, el asesinato del líder, sumado al horror desplegado en estos días, les permitirá quebrar la resistencia del pueblo libanés y facilitar la marcha por el país de sus batallones acorazados.

Israel” se comporta con una brutalidad que recuerda la de los últimos años del apartheid en Sudáfrica, cuando el régimen, acosado por la resistencia interna y externa, a pesar del silencio cómplice y el apoyo occidental, era incapaz de otra cosa que mostrar su esencia más descarnada, racista y genocida. Las élites en crisis del sionismo, con el asesino Netanyahu a su cabeza, buscan una huida hacia adelante, que les permita evadir la compleja situación interna. Parecen decididos a escalar el conflicto en Oriente Medio hasta el punto de que Estados Unidos y sus aliados no tengan otra opción que intervenir.

Adicionalmente, Gaza se ha convertido en un pantano para su ejército. A pesar de desplegar una brutalidad sin precedentes, de decenas de miles de niños, mujeres y hombres asesinados, no logran extirpar a Hamas, como habían prometido poco después del 7 de octubre. Al contrario, la organización parece ser una hidra con millones de cabezas, que resurge constantemente para atacar un convoy o hacer pagar en sangre el costo al invasor.

El consenso edificado sobre la victimización forzada del sionismo por parte de los medios occidentales se rompe a ojos vistas y cada vez más voces, provenientes de diversos sectores, se suman a la denuncia y al boicot. Un reciente estudio de la Universidad del Bio-Bio, en Chile, arrojó que el 77 por ciento de los chilenos “considera que Israel comete un genocidio contra el pueblo palestino”.

En esa situación, los sionistas parecen decididos a agredir El Líbano, esta vez en persecución de Hezbollah. Al parecer no han aprendido nada de la historia reciente. Olvidan la derrota de 2006, o la subestiman. No entienden que Hezbollah no es una organización terrorista como constantemente repiten ellos y sus voceros en Occidente, sino que es una organización política revolucionaria. Es una fuerza antiimperialista y anticolonial, que ha cohesionado la voluntad de lucha del pueblo libanés, que ha desarrollado sus tácticas sobre el estudio de su enemigo y que, por encima de cualquier cariz religioso, representa a todo un pueblo. Hezbollah no es todo El Líbano, pero El Líbano, sus anhelos, temores y fuerza están representados en Hezbollah.

Al matar a Nasrallah, los sionistas comprenderán lo mismo que comprendieron eventualmente los agentes de la CIA y los generales bolivianos que mataron al Che: no es tan fácil matar las ideas. La muerte física de un revolucionario nunca es el fin. Su vida y sus ideas continúan alimentando la lucha, con una fuerza mayor, si es posible. El dolor de las y los libaneses se convertirá en un puño firme, contra el cual se estrellará, una vez más, el invasor.

Porque Nasrallah no solo era un líder político y militar, sino que era un educador. Sus intervenciones regulares dejan un conjunto de claves políticas fundamentales para orientar el movimiento. Y Hezbollah cuenta con cuadros suficientemente preparados para continuar la obra. Cuadros que se han formado en la dura lucha contra el sionismo, pero también contra el fundamentalismo del Estado Islámico, que tienen experiencia en combate, educación política y voluntad de lucha, lo cual los convierte en enemigos formidables.

Creer que lo que ocurre hoy en Oriente Medio es solo política regional, evidencia una grave miopía estratégica. El Eje de la Resistencia del mundo islámico es un formidable bloque antiimperialista. Sus formas políticas no son, necesariamente, las de la tradición revolucionaria de Occidente, pero eso no quiere decir que sean menos revolucionarias. La derrota de Israel implicaría un duro revés para Estados Unidos y los viejos imperios coloniales europeos, así como la emergencia y el fortalecimiento de una nueva geopolítica global, dictada sobre nuevas bases.

A pesar de estas duras jornadas, Hezbollah tiene la fuerza y la experiencia para dar esta batalla. Y será una batalla que dará no solo por la libertad de El Líbano, sino por toda la humanidad y en contra de uno de los regímenes más salvajes y brutales de los cuales la historia tenga registro.

(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.

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