Haití: el gran desafío civilizatorio

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Por Maribel Acosta Damas (*)

Las últimas noticias sobre Haití dan cuenta de un colapso social total: El reciente ataque vandálico por la banda criminal Gran Grif contra la población de la localidad de Pont-Sandé, en el oeste de Haití dejó unos 70 muertos más. Según cifras de Naciones Unidas, más de 3.600 personas han muerto desde enero por la violencia de las pandillas y señalan la falta de equipamiento y de personal de la misión policial multinacional. Aparecen otros flagelos como el reclutamiento forzoso de niños para integrar las bandas violentas, y el número de desplazados se cuenta en cerca de 600.000 personas.

En octubre de 2023, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envío de una Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS) liderada por Kenia para ayudar la policía haitiana. Según datos públicos, hasta hoy Kenia ha enviado unos 400 policías a Haití, a los que se suman una veintena de efectivos procedentes de Jamaica y Belice. Y de acuerdo con las declaraciones del presidente de Kenia, William Ruto, su país terminará antes de enero de 2025 el despliegue de sus contingentes, hasta alcanzar los 2.500 policías. Pero el Alto Comisionado reitera que “la misión necesita equipos y personal adecuados y suficientes” para enfrentar las pandillas “de forma eficaz y duradera”.

De otro lado, este 8 de octubre, en una reunión urgente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Gobierno de Haití denunció que su vecina República Dominicana está llevando a cabo una estrategia de «limpieza étnica» a través de sus deportaciones masivas de migrantes haitianos. Y, por si fuera poco, en el pasado septiembre, horas antes del debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump, este publicó en su red social un montaje en el que se le ve rodeado de gatos y patos para seguir inflando su campaña presidencial xenófoba, que difundió que los migrantes originarios de Haití en Springfield, Ohio habían robado varias mascotas y se las habían comido: un verdadero horror humanitario para el que pretende ser el presidente del país más poderoso del mundo.

El periodista e intelectual haitiano Jean Yvon Virgile, que trabaja y vive en Haití apunta que la criminalidad y las bandas armadas que azotan fundamentalmente a Puerto Príncipe, surgieron en las zonas pobres de la capital. “Y eso tiene su lógica en un país donde hay una situación de miseria que crece e impacta a los más vulnerables. Entonces cuando tú miras a un país como Haití, hay una responsabilidad del Estado y de las políticas de occidente y del gobierno de Estados Unidos, que lejos de ir al centro del problema, quieren resolver con violencia lo que se resuelve con inversión al desarrollo.”

Maribel Acosta Damas- ¿Dónde encontrar el origen?

Jean Yvon Virgile- El surgimiento de esas bandas está en la transición después del fin de la dictadura de Jean-Claude Duvalier en 1986. Hubo una transición hacia una sociedad, dicho entre comillas, democrática. Había que hacer elecciones y tener un gobierno electo para dirigir el país. Entonces, muy a pesar de las presiones del gobierno de Estados Unidos, hubo elecciones y en septiembre de 1990, el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide, es elegido presidente, pero derrocado en 1991 por un golpe militar. Como pasa en todas partes, los Estados Unidos temen a la gestión de gobiernos populares y le dieron un golpe de Estado. ¿Quién le dio ese golpe de Estado? Las Fuerzas Armadas, que no es más que una fuerza de ocupación que los mismos Estados Unidos impusieron. Pero esa fuerza armada era una fuerza de ocupación. Ya en 1994 entraron en Haití 20.000 marines para supuestamente reponer el poder, pero en un país plagado de deudas socioeconómicas, donde ningún ciudadano tiene ni sustento ni una cobertura social segura. Entonces esa realidad se convirtió en caldo de cultivo para el surgimiento de grupos armados y de la violencia. Podemos afirmar que la mal autollamada comunidad internacional, los países occidentales y el gobierno de Estados Unidos, son los responsables de la situación que está viviendo Haití.

Maribel Acosta Damas- ¿Se observa algún cambio desde la llegada a Haití de las llamadas fuerzas de pacificación?

Jean Yvon Virgile- No ha cambiado nada. Porque la solución de ese problema no puede venir de los mismos que han provocado que este país haya colapsado. Por ejemplo, la violencia: Haití no fabrica armas, aquí no se fabrica ni una bala. ¿De dónde vienen todas esas cantidades de fusiles automáticos, fusiles de asalto, balas que llegan a Haití? Nosotros tenemos frontera solamente con República Dominicana y la mayor parte de esas armas entran por ahí y también desde Miami, que vienen de Estados Unidos. Considero que la primera decisión que deberían tomar es cerrar esa llave. La segunda decisión, que es fundamental, es dejar que sean los propios los haitianos quienes decidamos qué rumbo vamos a dar al país. ¡Qué cesen Estados Unidos y los países occidentales de inmiscuirse en la política nuestra! Aquí todos sabemos que quien manda y dictamina es la embajada de Estados Unidos. Esa llamada fuerza de pacificación viene del Departamento de Estado y fue impuesta. Eso es lo primero que debe hacerse si realmente se quiere ayudar a Haití.

Maribel Acosta Damas- Haití pudiera calificase como el gran desafío civilizatorio: su pueblo en medio de la resistencia cotidiana y de las redes de sobrevivencia y una algazara mundial que le culpa de su realidad. ¿Qué opina usted?

Jean Yvon Virgile- Ciertamente, Haití representa un gran desafío a la civilización y, la llamada comunidad mundial a menudo ignora el factor estructural que ha contribuido a la situación actual, como la explotación económica y la inestabilidad política. En lugar de culpar a Haití, es fundamental entender la dinámica histórica y global que ha modelado el presente de nuestro país. Ha sido Haití desde los años 1800, hasta el principio de 1900, una fuente de resistencia a los imperialistas y al coloniaje. Hoy es el país más pobre de América Latina y uno de los más pobres del mundo. Pero eso tiene una explicación.

Nosotros solemos decir que la libertad tiene un precio. Ser el primer país libre de América Latina y que contribuyó a la liberación de muchos países en América como Venezuela, Colombia, Perú y hasta Estados Unidos, tiene su precio. Es el precio que estamos pagando con la miseria y con la pobreza del presente. Nos están haciendo pagar la osadía de ser el primer país libre de América Latina y la primera República negra del mundo. Haití fue capaz de romper el sistema colonial y de ayudar a retroceder a los grandes países coloniales en América Latina como Francia, España, Portugal e Inglaterra también. Eso es lo que estamos pagando. Somos un “mal ejemplo” para los demás países de América Latina y del Caribe, incluso para los pueblos negros de Estados Unidos, para los afroamericanos en Estados Unidos. El pueblo haitiano está pagando la osadía de sus antepasados de haber luchado y conquistado su libertad.

Cuando miras la historia de este pueblo, es admirable. Recientemente, el presidente colombiano Gustavo Petro se refería a ello. Han visibilizado entonces un Haití de pobreza, desprotección y violencia para cortar las esperanzas de libertad de los pueblos. Lo que pasa es que la libertad no tiene precio. Pero cuando miras la capacidad de resiliencia del pueblo haitiano en esta situación, es sin dudas un ejemplo, porque hemos sido capaces de mantenernos como nación muy a pesar de que han agredido nuestra cultura, nuestra religión, nuestra identidad. Por eso han atacado la práctica del vudú, que es también una fuente de resistencia. Sin embargo, no han logrado acabar con ella ni con nuestro sentido de identidad.

Maribel Acosta Damas- ¿Cuáles son las lecciones de Haití al mundo?

Jean Yvon Virgile- Haití es un modelo. Cuando recorres la historia de Haití y la lucha desde nuestros antepasados para lograr la independencia, en la revolución haitiana vemos tres ejes fundamentales: anti esclavista, antirracista y anticolonialista. Fue la revolución haitiana la que quebró la hegemonía de los países coloniales en el mundo de aquella época. En ese sentido es un ejemplo. Pero ese ejemplo sigue irradiando hasta hoy porque deshizo la imagen inquebrantable de los países occidentales. Francia nunca se repuso después de esa derrota que le infligimos aquí. A tal punto, que en la última batalla que ganamos a Francia con mucho sacrificio, la Batalla de Vertières -una zona situada en el norte del país en las afueras de Cabo Haitiano- fue hace unos dos o tres años solamente, que aceptaron poner esta palabra en el diccionario francés. Eso lo explica todo. Haití fue el refugio también de los hombres libres, de los hombres que estaban luchando contra el colonialismo. Aquí vino José Martí. Aquí vino Francisco de Miranda. Aquí vino Simón Bolívar. La bandera de Venezuela se creó aquí.

Después de la independencia, el padre de la patria independiente haitiana, Jean Jacques Dessalines escribió a los dirigentes de Estados Unidos para liberar a los esclavos. Eso fue de una gran solidaridad. Pero no quedó ahí. Decidió pagar en aquella época a cada capitán de barco que traía esclavos aquí. Porque la Constitución haitiana de entre 1800 y 1803 estipulaba que cualquier hombre que pisara esta tierra sería libre. No dijo cualquier negro. Dijo cualquier hombre. Quiere decir que la revolución haitiana no veía solamente el hombre negro dentro de su filosofía de libertad. Veía el hombre sin diferencia de color. Entonces, en ese sentido puedo decir que Haití es un ejemplo. Y seguirá siendo un ejemplo a través de su historia, pero también a través de la lucha de resistencia y resiliencia de este pueblo. Por su libertad y soberanía de hoy.

Maribel Acosta Damas- ¿Qué destino se vislumbra para el pueblo haitiano?

Jean Yvon Virgile– ¿Qué destino se vislumbra? En un país donde hay una crisis política profunda que está drenando dentro de la médula espinal de la sociedad, que son los valores sobre los cuales esa sociedad se ha construido, parece un largo túnel sin salida; igual cuando ves el elevado nivel de desigualdad, pobreza y la falta de oportunidades económicas. Del mismo modo, cuando miras también un país golpeado por tantos desastres naturales como huracanes y terremotos. Cuando constatas ese otro terremoto que es la violencia, la crisis sanitaria, la emigración masiva, las intervenciones internacionales enmascaradas de intervenciones humanitarias, parece un túnel donde no se ve la luz. Es difícil. Debo aceptar dolorosamente que la situación es muy difícil.

La mayor parte de la población no vemos el futuro inmediato de manera optimista. Hay que mirarlo con realismo para poder accionar: Tenemos que hacer un trabajo de base. Hay que organizar la lucha desde el pueblo, para que el pueblo sea el protagonista del cambio. Porque sin el pueblo nadie podrá hacer nada. Hay que construir liderazgo colectivo. No es fácil cuando vemos nuestra patria llena de ONGs y organizaciones de derechos humanos, todo pagado por la USAID y por el Departamento de Estado, que están minando el futuro. Es muy difícil, pero ese es el camino.

Pero lo que sí está claro es que nosotros, el pueblo, nos somos los culpables de esta grave crisis que vive Haití. Por ejemplo, después del terremoto del 2010, el único país que ha eliminado la deuda de Haití es Venezuela. Los únicos países que ayudaron a Haití y vinieron aquí de manera desinteresada son Cuba y Venezuela. Y muy a pesar de la situación que está viviendo el pueblo cubano, sigue ayudando a nuestro pueblo. En cambio, nunca llegó el financiamiento prometido por Estados Unidos, Francia y Canadá, por citar solamente esos tres ejemplos. Los principales responsables de la gravedad de la situación haitiana son los países occidentales y Estados Unidos.

Pero, ¿qué lecciones está dejando Haití? Vuelvo a ello porque la incriminación a Haití pasa también por el intento de arrasar con nuestra dignidad y nuestra autoestima como pueblo. Haití ofrece varias lecciones importantes al mundo:

  • La resiliencia frente a las adversidades, el valor de la comunidad y la solidaridad en tiempos de crisis, política y económica. Y también ante las adversidades y los desastres naturales. Por ejemplo, en los dos terremotos últimos por los que pasamos, fue la solidaridad dentro de la propia comunidad haitiana, la que hizo posible que muchos lograran sobrevivir.

  • Los grandes medios de comunicación exponen sobre nosotros pobreza y miseria solamente. Pero somos sobre todo, la inmensa capacidad de resistencia y de resiliencia, donde están las bases para la reconstrucción verdadera del país y su desarrollo.

  • Somos, como parte de nuestro ADN, sentido de la justicia y de los derechos humanos, heredados desde nuestros antepasados africanos y puestos a prueba en nuestras conquistas libertarias; pilares esenciales para cualquier sociedad sostenible y equitativa. Y la situación de Haití resalta la importancia de estos elementos para cualquier cambio, contando con el pueblo haitiano.

(*) Maribel Acosta Damas, Dra. en Ciencias de la Comunicación Social, Periodista cubana y docente de la Universidad de La Habana, trabaja y colabora con varios medios de su país y de otros países.

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