A un año la operación Diluvio de Al Aqsa de Hamás ¿De la disuasión a la guerra abierta?

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Por Carlos Fazio (*)

Cuando el 22 de septiembre de 2023 el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, pronunció su discurso durante el 78 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, utilizó un marcador rojo sobre un mapa de lo que llamó el “Nuevo Medio Oriente”, y resaltó las potencialidades del corredor económico multimodal India-Oriente Medio-Europa (IMEC, según sus siglas en inglés), que conectará la costa occidental de la nación india con los Emiratos Árabes Unidos por mar y contaría con una ruta ferroviaria que cruzaría la Península Arábiga a través de Arabia Saudita y Jordania (incluyendo gasoductos energéticos y cables de fibra óptica) hasta el puerto de Haifa (en Palestina ocupada), donde las mercancías serían transportadas por vía marítima hacia Europa. En el plan, Palestina, que posee importantes reservas de petróleo y gas natural en el área de Cisjordania y la costa mediterránea frente a la Franja de Gaza, prácticamente, desaparece.

Alternativa al Canal de Suez, controlado por Egipto, la arteria sería un punto estratégico para Estados Unidos y sus vasallos de la Comunidad Europea, ya que contrarresta tanto al proyecto chino de la Iniciativa de la Ruta y la Franja como al Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur propuesto por Rusia, para conectar los mercados europeos con la India a través de Irán. Joe Biden y varios presidentes que le antecedieron en la Casa Blanca, han dejado clara la importancia estratégica de Israel −al que a veces consideran el ‘estado número 51’ de la Unión Americana− para la seguridad nacional del imperio. De allí, que, históricamente, Israel haya sido el portaviones terrestre de EU en la región que concentra las mayores reservas mundiales de recursos energéticos no renovables.

En momentos de declive de la hegemonía estadunidense tras la retirada de Afganistán en 2021, el ascenso de China y el auge del multipolarismo, y la normalización de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita, a instancias de Xi Jinping, Netanyahu, como peón de Washington, esgrimió en la ONU los Acuerdos de Abraham impulsados por EU, con la vista puesta en la negociación de un tratado de normalización diplomática-comercial entre Tel Aviv y Riad, y llamó a exterminar a Irán y al “terrorismo” de Hamás en Gaza, como punto nodal para acabar con la causa palestina, eliminando la cuestión de los refugiados, el Estado, la independencia, Jerusalén como capital y la tierra como testigo del derecho a la resistencia y la autodeterminación de un pueblo que ha sido sometido por la fuerza a vivir bajo un régimen de apartheid.

Más allá de las teorías conspirativas, ese cúmulo de elementos −a lo que se sumaron la guerra proxy del Pentágono y la OTAN en Ucrania, que distrajeron al Occidente colectivo, y las grandes manifestaciones en Tel Aviv contra Netanyahu, acusado de corrupción−, fueron sin duda evaluados por Hamás y otras fuerzas de la resistencia palestina como un momento estratégico y una oportunidad excepcional para intentar modificar la correlación de fuerzas en Gaza, Cisjordania y Jerusalén contra el régimen colonialista de ocupación por asentamiento de Israel. Es previsible pues, que, en la evaluación, la formación de un bloque árabe-israelí (con la incorporación de Arabia Saudita) fuera considerada como una luz verde a Israel para seguir adelante con la “solución final” del pueblo palestino y abortar cualquier posibilidad a la salida de “los dos Estados”, prevista en la ONU.

Enfrentados a una amenaza existencial, 15 días después del discurso de Netanyahu en la ONU, Hamás y otras facciones palestinas lanzaron el Diluvio de Al-Aqsa, en un intento de cambiar el curso de la historia.

Un año después: Israel vs. El eje de la resistencia

A un año del lanzamiento de la operación Diluvio de Al Aqsa por el ala militar de Hamas, al-Qassam, y otros grupos de la resistencia palestina −entre ellos, las brigadas al-Quds de la Yihad Islámica y Mártires de al-Aqsa, de Fatah− que abrió una nueva fase de la lucha de liberación nacional contra el régimen colonialista, genocida y de apartheid israelí, ha quedado exhibida urbi et orbi la doble moral del eje anglosajón (Estados Unidos/Gran Bretaña) y sus vasallos de la vieja Europa, y también, que el criminal serial Benjamín Netanyahu y su gabinete de guerra controlado por psicópatas talmúdicos sólo se sostienen gracias al apoyo del Pentágono y los contribuyentes estadunidenses.

Con base en los derechos de resistencia, libre determinación y a la independencia de los pueblos bajo dominación colonial y extranjera, garantizados por el Artículo 51 de la Carta de la ONU y varias resoluciones de la Asamblea General del organismo −que también califican al apartheid como un crimen contra la humanidad y legitiman la lucha por todos los medios disponibles, incluida la armada−, la insurrección del 7 de octubre de 2023 marca un hito importante de la liberación palestina, y ha desnudado la táctica fascista clásica de los rentistas del Holocausto en Tel Aviv: el castigo colectivo contra las poblaciones civiles de la Franja de Gaza y Cisjordania, y ahora también en Líbano.

A un año de la exitosa operación contra las bases militares israelíes en la frontera de Beit Hanoon, Zikim y el cuartel general de la División de Gaza, en Reim, que dejó un saldo de 346 soldados y policías muertos, así como entre 700 y 800 civiles, muchos de ellos asesinados por el “fuego amigo” del ejército y la aviación israelíes, que bajo la Directiva Aníbal (que ordena el uso de la fuerza indiscriminada para evitar que sus soldados sean tomados como rehenes para ser intercambiados por palestinos presos) atacaron las tres instalaciones castrenses infiltradas por la resistencia palestina, 70 vehículos que huían y el kibutz Be’eri, Hamas no ha sido destruido, ha recuperado toda Gaza bombardeada y sigue gestionando el territorio, como ha reconocido el diario británico The Guardian.

La acción de Hamás terminó con el mito de la disuasión estratégica de EU y la OTAN a través de su portaviones terrestre en Medio Oriente, y además cuenta hoy con la solidaridad activa del “eje de la resistencia”, integrado por Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, Siria y las milicias chiitas en Irak, Afganistán y Pakistán. La red fue ideada por el comandante del grupo élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, Qasem Soleimani, víctima de la ‘guerra por asesinato’ de Estados Unidos, en 2020, replicada por Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, que mediante ataques aéreos eliminó a Ismail Haniyeh, el rostro internacional de Hamás, cuando visitaba Teherán, y que a últimas fechas ha decapitado a la dirección de Hezbolá, tras la eliminación del emblemático Sayyed Nasrallah (donde murió también el general iraní Abás Nilforushan), Hashem Safieddine y otros líderes del grupo libanés.

Irán, que en ejercicio de su derecho a la legítima defensa había prometido acciones de retaliación tras el ataque terrorista israelí contra su consulado en Damasco, Siria, el 1 de abril pasado, respondió 12 días después con una operación híbrida sin precedentes denominada Promesa Verdadera. La acción, tipo enjambre con drones kamikaze y misiles de crucero y balísticos, pero de carácter proporcional y limitado, logró traspasar, entonces, la red de defensa aérea de múltiples capas de EU e Israel (Cúpula de Hierro, Honda de David y el sistema Arrow) y alcanzó tres objetivos castrenses en los territorios ocupados.

El 1 de octubre, ante una nueva provocación del régimen “terrorista, extremista judeo-supremacista” (Jeffrey Sachs dixit) de Israel, que busca atraer a Irán a una gran guerra, Teherán volvió a responder, ahora a una escala mayor que la de abril. Tras un ciberataque de piratas informáticos que lograron perturbar el sistema Cúpula de Hierro, la andanada de 180 misiles Gader y Emad iraníes fue inaugurada por un Fattah 2 hipersónico que eliminó el radar del sistema Arrow 3 de la base aérea de Tel Nof, cerca de Tel Aviv. La Guardia Revolucionaria iraní habría utilizado el sistema de guerra electrónica de largo alcance ruso “Murmansk-BN”, para interferir e interceptar señales de radio, GPS y comunicaciones israelíes y otros sistemas capaces de perturbar los sistemas de comunicación por satélite de alta frecuencia de EU y la OTAN.

Denominado Promesa Verdadera II, el ataque alcanzó también el aeropuerto de Netzarim, sede del Mossad y de la Unidad 8200 (recolección de inteligencia); la base Hatzerim, que alberga los aviones F-15 (empleados en los asesinatos de Nasrallah y Nilforushan con bombas antibúnkeres en Beirut), y la base Nevatim, sede del Comando Estratégico de la Fuerza Aérea, con sistemas de vigilancia y alerta temprana y asiento de los cazas furtivos F-35 Lighning II, en el desierto de Negev, a 12 kilómetros de la base nuclear de Dimona.

El objetivo estratégico del ataque fueron bases aéreas y de radar −la aviación es el principal instrumento de la supremacía militar (ofensiva y defensiva) israelí− y centros de inteligencia (Mossad, Unidad 8200) utilizados para planificar la guerra por asesinato de líderes del eje de la resistencia. Fue una respuesta limitada que omitió, deliberadamente, atacar infraestructura económica e industrial, o al pueblo israelí. Irán demostró una gran capacidad militar disuasiva: sus misiles pueden recorrer 1,400 kilómetros en 15 minutos, eludiendo los sistemas de defensa aérea de EU e Israel. Teherán tiene todo lo necesario para arrasar Israel si así lo decide; por lo que fue un mensaje de advertencia que torna borrosa la frontera que separa la disuasión de la guerra abierta. En cuyo caso, Israel tendría que sumar un nuevo enemigo: Rusia. Para Moscú, la estratégica base naval de Tartus, en Siria, significa el único lugar seguro de desembarco para su flota en el Mediterráneo. Por eso, cuando cazas israelíes lanzaron misiles cerca de Tartus, fueron derribados por los rusos. Rusia, además, respalda a Irán, quién junto con China, forman la tríada clave de los BRICS para forjar un nuevo mundo multipolar y policéntrico que desafía la hegemonía imperial.

La arrogancia de Israel y el factor Hezbolá

El 9 de octubre pasado, los medios militares de la Resistencia Islámica (Hezbolá) publicaron escenas de reconocimiento aéreo de bases, cuarteles e instalaciones vitales israelíes en la zona de “Haifa-Carmel” en el norte de Palestina ocupada. Según reportó el medio panárabe Al Mayadeen, en términos de defensa aérea Haifa-Carmel representa una altura estratégica que constituye la primera línea de protección militar de la zona de Gush Dan, situada en el centro de Israel. En esa colina se encuentran varias instalaciones castrenses israelíes, en medio de un entorno residencial. También incluye instalaciones industriales, turísticas y científicas de gran importancia para el régimen de ocupación israelí.

La grabación exhibió la base aérea “Kiryat Eliezer”, encargada de proteger la zona de Haifa y sus alrededores, así como la base “Stellamaris”, estratégica para la vigilancia y el control marítimo en la costa norte con sistemas de radar de varias capas. También mostraron la base “Mishar HaCarmel”, responsable de proteger el área de Haifa; la base de defensa aérea de reserva “Ze’ev”, que contiene baterías del sistema Honda de David, además de la base “Mishar”, que representa un nodo de comunicaciones clave entre el Comando Norte del ejército y el Ministerio de Seguridad israelíes en Tel Aviv. Además, aparecieron las plataformas de la Cúpula de Hierro y sus radares, las salas de los comandantes y el posicionamiento de los soldados, y un nodo de comunicaciones militares.

Asimismo, las escenas de reconocimiento aéreo incluyeron el complejo de túneles centrales en el Monte Carmelo, que la Fuerza de Defensa israelí utiliza como hospitales fortificados durante la guerra, el Hospital “Bnei Zion” y la Universidad de Haifa, que cuenta con un nodo de comunicaciones militares en el techo de un edificio. Mostraron igualmente otras instalaciones y sitios que incluían las dos zonas industriales “Kiryat Nahum” y “Kiryat Ata”; la refinería de petróleo de Haifa; las fábricas de materiales de construcción “Nesher”; el complejo Yitzhak Rabin; la torre “Eshkol”; la estación teleférico y el complejo “Eshkol” Merchants y la calle Chernikovsky.

Después de mostrar todas esas escenas de sitios y cuarteles israelíes estratégicos, el medio militar de Hezbolá concluyó con una frase escueta: “Listos”.

A su vez, como habían hecho con anterioridad, volvieron a publicar una advertencia dirigida a los colonos israelíes, que constituyen la base del colonialismo por asentamiento del régimen sionista. Indicó Hezbolá: “El ejército enemigo ha convertido casas de los colonos en algunos asentamientos del norte en centros de concentración para sus oficiales y soldados, y varias de sus bases militares que gestionan la agresión contra el Líbano se encuentran dentro de los barrios de los asentamientos, en las principales zonas de ciudades ocupadas como Haifa, Tiberíades, Acre y otras.” Estas casas y bases militares son “objetivos de las fuerzas aéreas y de misiles de la Resistencia Islámica”, y advirtió a los colonos no permanecer cerca de estas concentraciones militares “para preservar sus vidas, hasta nuevo aviso”.

Cinco días después, por la tarde del domingo 13 de octubre, en respuesta a las agresiones israelíes, especialmente contra Al-Nuwairi y Al-Basta en Beirut y otras regiones, Hezbolá lanzó un enjambre de drones suicidas contra una concentración de fuerzas israelíes en el cuartel de Zar’it, perteneciente a la Brigada Golani, en Binyamina, al sur de Haifa ocupada, con un saldo preliminar de cuatro soldados muertos y 67 heridos, varios de ellos graves, según admitió el alto mando castrense israelí.

Según los reportes, uno de los aviones no tripulado (modelo Sayyad 107) voló sin ser detectado por las defensas aéreas israelíes, por lo que no sonaron las sirenas. Testigos presenciales confirmaron que el dron lanzó un misil, luego se acercó a su objetivo y explotó. Según reveló dos días después una investigación del ejército israelí difundida por la Corporación de Radiodifusión en Tel Aviv, el dron impactó en el centro de la zona de comidas donde estaban reunidos los soldados para cenar. Los medios israelíes calificaron el evento como “el más difícil desde el inicio de la guerra” y señalaron que Hezbolá “sabía dónde y cuándo golpear”.

En entrevista concedida a la radioemisora 103 FM, el exjefe de la División de Inteligencia del ejército israelí, general de división en la reserva, Israel Ziv, reconoció la recuperación de Hezbolá a pesar de la pérdida de su líder Sayyed Hassan Nasrallah y otros dirigentes militares. Ziv describió el ataque como un logro importante para la resistencia e instó a no subestimar sus habilidades, agregando que Hezbolá arrastra a Israel a una sangrienta y dolorosa guerra de desgaste, logro digno de reconocimiento. A su vez, el excomandante israelí Yossi Bild, calificó la acción como una sorprendente victoria estratégica para Hezbolá. Por su parte, el sitio web Walla comentó la capacidad de Hezbolá para realizar operaciones letales, contrario a las afirmaciones del mando del ejército israelí sobre su derrota y resquebrajamiento Durante la visita a la base de Golani, el jefe del Estado Mayor del ejército sionista, Herzi Halevy, describió lo ocurrido como difícil y doloroso.

La acción echó abajo el tono triunfalista y de jactancia que dominó la cobertura mediática occidental hacia Hezbolá desde el asesinato de Sayyed Nasrallah y una serie de dirigentes de sus alas militar y de seguridad, así como la explosión de miles de mensáfonos y dispositivos de radio ocurridos los días 18 y 19 del mes pasado. Apenas el 30 de septiembre, The Washington Post publicó un artículo titulado “Israel golpea al Eje de Resistencia iraní con un martillo”, y debajo un resumen, decía: “Israel sumerge a Hezbolá en un estado de caos y le corta la cabeza”. Dos días antes, un artículo en la revista británica The Economist llevaba el título “La muerte de Nasrallah reconfigurará Líbano y el Medio Oriente, y Hezbolá, decapitado, enfrenta el momento más peligroso de su historia”.

La CIA y el Líbano ‘después de Hezbolá’

De acuerdo con un informe de HispanTV, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) está involucrada en los asesinatos de los líderes de Hezbolá, perpetrados por Israel, en Líbano.

La agencia rusa citó al periódico Al-Akhbar, de Beirut, según el cual tres altos funcionarios de los servicios de seguridad libaneses reconocieron que EU ha tenido una intensa comunicación diaria con todas las fuerzas militares y de seguridad locales para “recopilar información y estimaciones” sobre Hezbolá. Lo que más les interesa es obtener datos sobre la situación del liderazgo en Hezbolá después del asesinato de Nasralá, y están recopilando información sobre los cambios en la situación del liderazgo y la estructura militar.

Según Al-Akhbar, el jueves 10 de octubre, un equipo de seguridad estadunidense, compuesto por 15 agentes de la CIA llegó al aeropuerto de Beirut y luego fue trasladado en un convoy de vehículos blindados sin matrícula a la embajada de EU en la capital libanesa. Ese equipo se adhirió a una unidad operativa ya estacionada en la embajada, que incluye a 12 oficiales y otros con funciones especializadas como reclutar y gestionar a espías, reunir inteligencia técnica y analizar datos solicitados por la embajada a las agencias del Gobierno libanés, con el pretexto de esfuerzos antiterroristas, antinarcóticos y antilavado de dinero, según las fuentes.

En el marco de ese plan, se detalla el nombramiento de una nueva jefa de la estación en Beirut, Sherry Baker, que antes había participado en cinco reuniones de trabajo con funcionarios de seguridad libaneses en la sede de la CIA en Langley. La llegada de Baker forma parte de la batalla iniciada por la embajadora estadunidense en Beirut, Lisa Johnson, quien instó a diversas fuerzas políticas y no políticas libanesas a comenzar a trabajar en la creación de una etapa denominada “Líbano después de Hiezbolá”. Una fuente del diario libanés funcionario advirtió de los riesgos de que EU esté apoyando operaciones de asesinato contra los componentes no militares de Hezbolá para reducir su influencia en el escenario interno.

¿Qué sigue? Israel necesita de la guerra, ya que al igual que el pueblo palestino e Irán, enfrentan una amenaza existencial. Además, después de un año de aplicarse en vivo y en directo el castigo colectivo y el genocidio por el régimen de Tel Aviv contra el pueblo palestino, el derecho internacional y la Carta de la ONU, han, prácticamente, desaparecido. La política corre detrás de la realidad militar, y el desenlace es impredecible.

(*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones

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