Por Christian Adel Mirza (*)
En el debate entre los dos presidenciables, el candidato de la coalición oficialista y dirigente del Partido Nacional hizo constante referencia a la ideología imputándole una carga negativa. Veamos qué se entiende por ideología: desde su origen como «ciencia de las ideas (Destutt de Tracy, 1796) a la concepción más ortodoxa del marxismo, en tanto “la ideología es un proceso de falsa conciencia” (Engels, 1893), pasando por la función legitimadora de Weber, el concepto fue objeto de análisis desde abordajes sociológicos, politológicos y antropológicos. Asimismo, para Van Dijk (2008), en un primer momento, las ideologías son consideradas «sistemas de creencias o ideas», y, por lo tanto, pertenecen al campo cognitivo. En un segundo nivel, siempre quedan “…ligadas al campo de lo social ya que manifiestan intereses, conflictos, problemas sociales, legitimaciones del poder o resistencias a la dominación”. Por último, estas se “…forman, cambian y se reproducen a partir del uso del lenguaje y de las prácticas discursivas socialmente situadas” (Van Dijk, 1999:13-28).
Más acá en el tiempo, Piketty (2020) enuncia la ideología como el “…conjunto de ideas y de discursos a priori plausibles y que tienen la finalidad de describir el modo en que debería de estructurarse la sociedad, tanto en su dimensión social, como económica y política”. Resulta evidente, desde esta perspectiva que ninguna organización política podría rehusar tal afirmación a menos que se niegue a sí misma. Dicho de otro modo, un partido o movimiento se estructura en base a una cierta cosmovisión de las relaciones humanas en el sentido más amplio y sustenta su acción en base a sus aspiraciones y proyección de cómo deberían ser aquellas interacciones en la esfera política, económica y social. En consecuencia, asignarle un carácter negativo a la ideología es un absurdo, a menos que a la derecha le diera vergüenza la suya propia.
Por otra parte, Delgado expresó una visión empresarial de la gestión pública, manifestando desde el inicio del debate la importancia de la selección del candidato en base al currículum y la idoneidad técnica (contrato a término), así como la insistencia en la capacidad de decidir subestimando la “asamblea” como modalidad participativa. Esto, indudablemente implica de suyo una concepción ideológica, se comparta o no.
La supuesta neutralidad o la asepsia de la función política que podría traducirse como la aplicación de un estilo tecnocrático en la gestión de gobierno, no es más que un artilugio con el que se pretende engañar a la ciudadanía.
En regímenes democráticos, las ideologías cumplen una función aglutinadora y de cohesión, que permite a las sociedades dilucidar y elegir a sus gobernantes de acuerdo a la proximidad o lejanía respecto de aquellas. Nada negativo hay en ello. La derecha se ha empeñado en subrayar una supuesta ausencia de la ideología entre sus filas, lo que supone la ignorancia más absoluta o el cinismo arrogante.
Más allá de la declaración del candidato oficialista, son varios dirigentes de la derecha vernácula que intentando descalificar al Frente Amplio, argumentan la ideologización como desviación de un supuesto comportamiento que empujaría al sectarismo. Y, precisamente exponen con prístina contundencia, la impronta regresiva o en el mejor de los casos, el desconocimiento de las lógicas más elementales de la política y la democracia.
Se debe insistir en un concepto mal entendido o distorsionado en forma alevosa sin comprender en rigor que “…la ideología da cuenta del modelo de pensamiento que, combinando valores, identidad, cultura y (des)conocimiento, lleva al actor a suponer que un comportamiento dado resultará en un estado de cosas deseable (Acuña y Reppeto, 2014).
En suma, debe asumirse con seriedad y responsabilidad el manejo de los conceptos que involucran prácticas políticas de convivencia pacífica y de mutuo respeto en el acuerdo o la discordancia; de eso se trata la democracia.
(*) Christian Adel Mirza, Diputado 609, Frente Amplio