Plantar Comunidad

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Por Carlos Brasesco(*)

«La arena es un puñadito, pero hay montañas de arena”

Parafraseando a nuestro gran Atahualpa Yupanqui, se reseñará aquí el camino recorrido por el proyecto «Plantar Comunidad», que se desarrolla desde el año 2022 en el marco del Centro Martin Luther King-Uruguay y Somos Barrios.

Desde un inicio se ha planteado como continuación y profundización de “Plantar es Cultura”, programa que desde 2014 impulsó y apoyó huertas comunitarias y agroecológicas en diferentes regiones del país, desde el Ministerio de Educación y Cultura. Con “Plantar Comunidad” el desafío ha sido poner a la Huerta Comunitaria en el centro de un conjunto de esfuerzos por concebir, gestar, desarrollar y plasmar en la realidad, la soberanía alimentaria en los barrios, en los territorios, con la participación activa de la comunidad.

La apuesta es organizar la comunidad concibiendo a las huertas familiares, colectivas y educativas como elementos constitutivos fundamentales de la construcción de territorios con mayor soberanía, justicia social y ambiental, y capacidad de incidencia en la realidad. Por ello, Plantar Comunidad apuesta a la Agroecología y a la Educación Popular, para que la educación ambiental (la «alfabetización ecológica» al decir Fritjop Capra) necesaria en nuestras sociedad se nutra de las tradiciones emancipatorias, críticas y transformadoras de la educación popular, aportándole a estas, a su vez, el fecundo instrumental teórico y de rescate de saberes tradicionales que ha venido desarrollando la agroecología en sus diversas vertientes.

Es así que se han venido consolidando proyectos de Huertas colectivas, protagonizados por la comunidad barrial en Capra, Tres Ombúes, Casavalle y otros territorios, con amplia articulación en red, hacia adentro y hacia afuera del barrio. Hacia adentro de los barrios, con redes de huertas familiares, cursos y talleres de huertas con vecinos y vecinas (con el apoyo de la IM y los Municipios), apoyo desde la comunidad organizada a los huertos en centros educativos del territorio (Escuelas, CAIF, Liceos, Clubes de Niños, Centros Juveniles, entre otros) y en diferentes espacios urbanos de carácter institucional (centros de salud, refugios, hogares, y similares).

Hacia adentro del barrio, la Huerta Comunitaria se construye como un espacio de referencia para ayudar a hilar la trama perdida por la desindustrialización, la fragmentación social y la violencia. Para zurcir y reconstruir el tejido social en los barrios. Hacia afuera del barrio, la Huerta Comunitaria demuestra que se puede organizar la esperanza, que se pueden recuperar espacios públicos degradados, vandalizados o no utilizados, que se puede confiar en el otro para mejorar el barrio y para compartir saberes valiosos más allá de las diferencias, que se puede producir en espacios pequeños para ayudar a parar la olla en momentos de crisis. Y además, que la huerta de un barrio se puede ampliar y potenciar cuando se junta a ayudar a la huerta de otro barrio (de ahí surgen las «Mingas», que se han ido instalando como prácticas usuales de intercambio y encuentro colaborativo, y los Intercambios de Semillas), cuando se juntan en redes se huerta en los municipios para gestionar algún recurso o demanda común. Cuando se cobra conciencia de que varias huertas juntas pueden tener voz y ser oídas, ser interlocutores válidos en debates sobre la producción de alimentos, el ordenamiento territorial de las ciudades, la gestión de los residuos, entre otros asuntos muy relevantes.

O sea, que la agenda socio-ambiental de las ciudades ya no puede construirse sin la voz de los barrios y sus huertas comunitarias. Porque la Huerta Comunitaria es a la vez, una Unidad de Producción, una Unidad de Uso del Tiempo Libre y una Unidad de Socialización, que se yuxtaponen las tres en la acción cotidiana de plantar, cuidar, cosechar y fabricar.

Se trata de producir, pero también de que muchos colectivos encuentren un que-hacer productivo y placentero, y a su vez, es un espacio de (re) encuentro social en el barrio, donde la interacción social de cercanía surge como un espacio formativo por excelencia, y donde la Educación Popular nos ayuda a leer la realidad, a interpretarla y problematizarla, y convertirnos en portadores de un «poder», un «poder de», para hacer y transformar juntos, por lo menos, alguna región del mapa de las injusticias y las opresiones cotidianas.

 (*) Carlos Brasesco es Productor Familiar y Orientador de Huerta en el Proyecto “Plantar Comunidad” del Centro Martin Luther King-Uruguay

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