Siria: una lectura geopolítica

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José Ernesto Novaez Guerrero

La situación en Siria ha saltado nuevamente al centro de atención internacional, luego de que este 27 de noviembre varios de los grupos que adversan al gobierno de Bashar Al-Assad iniciaran una ofensiva en las provincias de Idlib y Aleppo, tomando parcialmente la estratégica ciudad de Aleppo y amenazando la ciudad de Hama y otros centros urbanos en un frente de más de un centenar de kilómetros. Aunque pareciera un episodio más del ya largo conflicto sirio, lo cierto es que la diversidad de actores e intereses que confluyen evidencia las complejas redes de la geopolítica mundial

Formalmente, el ataque es conducido por las milicias Hayat Tahrir al-Sham (HTS), anteriormente conocidos como el Frente Al-Nusra, rama local siria de Al Qaeda y las tropas del Ejército Nacional Sirio, notoriamente conocidos como grupo mercenario al servicio del gobierno turco. También el Consejo Militar de Deir Ezzor, una de las milicias que componen las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), organización separatista y nacionalista kurda aliada con Estados Unidos y que mantiene unas tensas relaciones con el gobierno de Al-Assad, llevó a cabo ataques infructuosos en la campiña de Deir Ezzor contra al menos seis aldeas, en las cuales el ejército sirio logró mantener el control.

Adicionalmente en territorio sirio operan células del disminuido pero aún no derrotado Estado Islámico, hay bases norteamericanas ilegales, como la estratégica base de Al-Tanf, situada en la frontera entre Siria, Iraq y Jordania y que en varias oportunidades en el pasado ha servido como base logística para las agresiones israelíes, y los Altos del Golán, ilegalmente ocupados por los sionistas y desde donde se perpetran regulares ataques sobre Damasco y otras áreas del país.

Del lado sirio se han posicionado firmemente Rusia, que ha jugado un papel estratégico en todo el conflicto y cuyos ataques aéreos son hoy un complemento indispensable de la defensa y la ofensiva del ejército sirio, Irán, también aliado de larga data e Iraq, país que ya envió una 27 mil tropas a apoyar el esfuerzo de guerra del gobierno sirio.

Un elemento interesante de esta ofensiva de las HTS ha sido el uso masivo y efectivo de drones contra posiciones y unidades del ejército. Para el manejo de esta tecnología, medios como The Craddle y Al Mayadeen reportan la presencia en territorio sirio de una unidad de élite ucraniana conocida como “Lobos Blancos”. Esta unidad es una división del Servicio de Seguridad de Ucrania especializada en operaciones con drones de alta tecnología. Su labor es tanto de reconocimiento como ofensiva, incluyendo interferencia en comunicaciones.

El representante sirio ante las Naciones Unidas, denunció este 3 de diciembre que el ataque en el norte de Siria no podría haberse llevado a cabo sin la luz verde y una orden operativa conjunta entre Turquía e Israel. Esto a pesar de que, a nivel discursivo, Turquía ha sido muy crítica con el sionismo y ha encabezado iniciativas diplomáticas en su contra.

En la agudización del conflicto sirio en el presente se refleja la agudización de numerosos conflictos en otras latitudes. Es el caso del conflicto entre Rusia y Ucrania, entendido realmente como un conflicto entre Rusia y la OTAN, con Estados Unidos a la cabeza. A pesar de las medidas aprobadas por el presidente saliente Joe Biden, como el uso de los misiles ATACMS en territorio ruso y las amenazas de Donald Trump, una realidad resulta evidente: Ucrania está siendo derrotada.

Los ingentes suministros de la OTAN no pueden contrarrestar dos hechos fundamentales. El primero, el agotamiento de las reservas humanas en el ejército ucraniano, muy inferiores a las rusas y muy agotadas por la complejidad de los frentes de batalla, la casi inexistente rotación y el uso irresponsable que se ha hecho de sus vidas por parte de mandos que se han aferrado a defensas sin posibilidades o a ofensivas infructuosas, con un altísimo costo. El segundo, la equidad y relativa superioridad del armamento ruso al de la OTAN en sus aristas fundamentales, sumado a las capacidades productivas rusas, fundamentalmente en la producción de municiones de artillería, que le ha permitido sostener el dilatado conflicto preservando la superioridad artillera y aérea.

En una decisión que se ha mostrado errónea, el alto mando ucraniano decidió empantanar sus mejores reservas en una ofensiva en la región rusa de Kursk que no solo no ha arrojado los resultados esperados, sino que además ha implicado un debilitamiento catastrófico del frente del Donbáss, cuyas principales fortalezas han ido cayendo una tras otra ante el empuje ruso.

El involucramiento ucraniano en el conflicto sirio entonces previsiblemente responde tanto a su carácter subordinado ante la agenda norteamericana, como al propio interés de Zelensky y los suyos por reactivar un frente complejo que puede representar un aumento del costo militar para una Rusia cuya economía comienza, tras dos años de guerra, a presentar síntomas de desaceleración y además desviar hacia ese frente recursos aéreos y militares que podrían quitar presión de las zonas de Kursk y el Donbáss. Esta estrategia cuenta con el compromiso ruso en apoyo al gobierno sirio desde hace una década, así como el interés por preservar su infraestructura militar en la región, particularmente la base militar de Tartús, única base rusa en aguas cálidas y pilar de proyección estratégica en el Mediterráneo.

Para Estados Unidos la agudización del conflicto sirio cumple varias funciones. Una de ellas, como ya se mencionaba, tensar todo lo posible las fuerzas y reservas rusas. Además, desequilibrar Siria es golpear al eje de la Resistencia en el mundo islámico, moralmente fortalecido, a pesar de las cuantiosas pérdidas, por el acuerdo entre Israel y El Líbano. Este acuerdo, más allá de las bravuconerías israelíes, es sin dudas una victoria de la resistencia libanesa y una prueba de su capacidad de golpear al enemigo tanto y tan fuerte, que deben pactar un alto al fuego sin haber alcanzado ninguno de los objetivos que se plantearon antes de la agresión. Israel está sobreextendido, sus tropas agotadas, sus bajas han sido cuantiosas, su economía resentida y el norte del país prácticamente abandonado por los colonos, temerosos de los ataques de Hezbollah.

Desequilibrar nuevamente Siria, tal y como en el pasado se logró con el Daesh, implica cerrar una importante fuente de suministro terrestre a la Resistencia en El Líbano, aislar a Irán de otros países de la región y potencialmente desequilibrar también a Iraq. Esto fortalece la posición del golpeado Israel al tiempo que debilita a sus principales enemigos, favoreciendo la emergencia de grupos y fracciones fundamentalistas o separatistas, con apoyo norteamericano y que faciliten el acceso de este país a importantes fuentes de recursos naturales y configuren el tablero estratégico al servicio de los intereses norteamericanos.

La Turquía de Erdogan ha impulsado una agenda gran nacional que funciona como un subimperialismo, moviendo las fichas en su área de influencia con fines egoístas. Miembro de la OTAN y claramente alineada hacia Occidente, a pesar de sus fuertes declaraciones pro Palestina, Turquía no puede ver con buenos ojos la consolidación del eje de la Resistencia, que desde su perspectiva implica también un fortalecimiento iraní. Al mismo tiempo, le preocupa significativamente el crecimiento, bajo la sombrilla de las FDS, del PKK, partido nacionalista kurdo que opera en el sur de Turquía. Y, por qué no, tiene también aspiraciones en materia de recursos naturales y expansión territorial en caso de un eventual descalabro del gobierno sirio.

Vemos entonces que la estabilidad del gobierno sirio resulta clave para la estabilidad regional. No solo implicaría el fortalecimiento del eje de la Resistencia, con su capacidad antihegemónica y antiimperialista frente a los intereses de Estados Unidos y de otros subimperialismos locales, como el israelí y el turco, sino que permitiría la expulsión de su territorio de numerosos organizaciones separatistas y fundamentalistas que, quiéranlo o no, acaban funcionando como grupos proxy al servicio de las agendas imperiales en la región.

(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.