Imperialismo norteamericano: “No se habla de Bruno”

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Por Carlos Pereira das Neves(*)

No se habla de Bruno” es una de las tantas canciones de la película infantil “Encanto” y hace referencia a uno de los hermanos de la familia Madrigal, que no debe ser mencionado para que no se hagan realidad sus siempre desastrosas predicciones.

En la vida real podríamos identificar al imperialismo norteamericano con la figura de Bruno, porque al igual que con la película, aunque no se hable de él…está presente, azuzando conflictos por todo el mundo y en todas las épocas.

La política exterior estadounidense está basada en una ideología fundada en los siglos XVIII y XIX, desarrollada y disfrazada de Doctrina Democrática en el siglo XX, plenamente vigente en el actual siglo XXI. El “pueblo elegido” yanqui, que también nos recuerda a los judíos-sionistas-expansionistas de la actual potencia ocupante israelí, auto proclamado elegido, asumió durante el siglo pasado el compromiso de «rescatar» a los pueblos estancados y en decadencia.

Washington estaba convencido de que la tutela, al estilo colonial, era más redituable a sus intereses que la autodeterminación de estos «pueblos inferiores». A partir de 1917 y ante la expansión del campo socialista, esta «preocupación» por el resto del mundo aumentó, convirtiendo a América Latina en su «patio trasero” para la segunda mitad del siglo XX.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1960 el campo socialista se fue expandiendo, de revolución en revolución: China en 1949; después les tocó el turno a Birmania, Indonesia, Ceilán; Vietnam derrota a los franceses en 1954; Nasser asciende en Egipto y revoluciona Medio Oriente; la Guerra de Independencia de Argelia; la rebelión del África Negra y la Independencia de Ghana en 1957; mientras que en nuestro Continente Guatemala y Bolivia iniciaron el camino que después recorrerían los barbudos cubanos.

Pero como diría Vivián Trías: “Si entre 1945 y 1960 vivimos una década y media de predominante revolución, desde 1960 -muy claramente a partir de 1962- hasta 1968 hemos sufrido una década de predominante contrarrevolución.”(1) Que no fue solo militar y que empezó mucho antes, allá por julio de 1944 cuando la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas (conocida como “los acuerdos de Bretton Woods”) parió al FMI, al “Gold Exchange Standard” y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), con los que Estados Unidos afianzaría su condición de imperio, en el marco de la fase keynesiana del capitalismo y coincidiendo con la estabilización de un nuevo modelo de hegemonía burguesa.

White’s pillos

En este contexto, nuestro pequeño país formó parte de los planes estratégicos estadounidenses. Si bien el neobatllismo logró mantener bastante al margen la intervención yanqui en asuntos internos uruguayos, el triunfo del Partido Nacional en las elecciones del 58’ cambió el rumbo de nuestra soberanía.

Al año de asumir el gobierno, los blancos encabezados por el herrerismo y el ruralismo aceptaron un acuerdo de «cooperación» -entre otras cosas- en seguridad nacional. A partir de allí la intervención de Estados Unidos en asuntos uruguayos se materializó e intensificó a través de distintos órganos gringos.

Desde su creación en 1947 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) tuvo su estación en nuestro país, estrechando vínculos con los servicios de inteligencia locales. El historiador Roberto García sostiene -mediante un amplio respaldo documental- que el trabajo de la CIA en sus primeros años en el país, se dirigió a incidir en la opinión pública con el objetivo de generar en la sociedad uruguaya una mentalidad de rechazo al socialismo. Según el mencionado autor, los medios de prensa que eligió la CIA para publicar sus notas de forma encubierta fueron “El País”, “La Mañana” y “El Día” (1)

El regreso del Partido Nacional al gobierno, de la mano de Nardone que logra convocar a gente muy poderosa y de todo tipo de extracción (político y/o económica), es considerado de tal importancia regional que la Central de Inteligencia Americana (CIA) lo recluta y pasa a ser un agente desde 1958 a 1963(2). Aunque, como expresa la historiadora Magdalena Broquetas: “…desde el inicio de la Guerra Fría, Uruguay se había mantenido alineado a la órbita estadounidense y había sido permeable a las manifestaciones de anticomunismo de ese país”(3). El periodista Samuel Blixen incluso habla de una “…’solidaridad hemisférica’ que de hecho le impedía comerciar con la Unión Soviética.”(4)

Lo dicen ellos

El ex agente de la agencia Philip Agee reconoció, en su diario de memorias “La CIA por dentro”, la influencia que el órgano de inteligencia yanqui ejerció en la policía local. En tal sentido, la llegada de Benito Nardone al Poder Ejecutivo significó una puerta de entrada directa de la CIA al gobierno uruguayo, al punto de convertir a su líder en Uruguay Howard Hunt en un verdadero asesor del Presidente del Consejo Nacional de Gobierno (5).

Los resultados de la «tecnificación» que la agencia impulsó en los sistemas represivos uruguayos no tardaron en aparecer:

  • En 1962 un ataque con explosivos a un local del Partido Comunista generó la muerte de un bebé de cinco meses.

  • El arma policial que disparó los proyectiles que terminaron con la vida del primer estudiante muerto en manos de la represión resultó ser parte de un arsenal enviado por la agencia norteamericana.

Los primeros días del mes de agosto de 1961 se llevó a cabo en Punta del Este-Uruguay la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), organismo dependiente de la OEA, en la que se elaboró y debatió -principalmente- aspectos relacionados a la “Alliance for Progress».

La Alianza para el Progreso fue un programa estadounidense de ayuda económica, política y social para América Latina. Unos 20.000 millones de dólares que, a través de agencias financieras multilaterales, se invertirían entre 1961 y 1970 para intentar contrarrestar la influencia de la revolución cubana en el continente.

Estados Unidos ya había intentado la vía de las armas, apoyando la invasión de cubanos exiliados por la Bahía de Cochinos del 15 al 19 de abril ese mismo año, y fue el fracaso militar y político de dicho desembarco que lo llevó a probar esta maniobra diplomático-económico-publicitaria.

Sobre finales de 1964 llegaba para quedarse otro órgano estadounidense: la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID). En julio del mismo año, el gobierno uruguayo decidió no acompañar en la asamblea de la OEA la moción de Estados Unidos respecto a la obligatoriedad de romper relaciones diplomáticas con el gobierno cubano. En setiembre, luego de una fuerte presión de la embajada norteamericana, el Poder Ejecutivo terminó cediendo y aprobando la moción, oficializando el término de las relaciones con Cuba.

Breaking instituciones

La cooperación de Estados Unidos en la represión al pueblo uruguayo tomó un irreversible estado público el 10 de agosto de 1970 cuando apareció muerto el instructor de tortura gringo Dan Mitrione, secuestrado y ejecutado por el MLN.

Mitrione era oficialmente un agente de la AID, aunque -como afirma Broquetas- la CIA solía utilizar a éste órgano para encubrir a sus agentes(6). Llegó al país en 1969 con el objetivo de «asesorar» y «mejorar la fuerza policial» mediante la tecnificación. En lenguaje criollo, vino a enseñar técnicas de tortura, como antes en Brasil y en República Dominicana.

Previo a las elecciones de 1971 la embajada de Estados Unidos veía con preocupación la reciente creación del Frente Amplio (FA) y anunciaba en sus documentos que, de sacar un porcentaje importante en los comicios de ese año (el cual estimaban en un 15%), la coalición de izquierda podría resultar ganadora en las próximas elecciones a realizarse en 1976. En noviembre del 71’ el FA obtuvo 18,28% de los votos…no hubo próximas elecciones.

La incidencia de Estados Unidos en el golpe de Estado del 73’ y en la dictadura que trajo consigo es más conocida, la bibliografía de lo que conocemos como “Pasado Reciente” es extensa y los archivos desclasificados por el gobierno del norte hablan por sí solos.

cuestión of the past

Para muchos interesados aliados del imperialismo, señalar la continua injerencia yanqui en nuestros asuntos internos es propio de una visión “sesentista”. Pasan por alto la Doctrina del “Destino Manifiesto”, la Doctrina Monroe, la Doctrina de Seguridad Nacional, con las que han fundamentado su decisión de interferir en América Latina y en todo el mundo.

Basta con mirar un poco para atrás, hacerse amigo de los libros y de los documentos que el propio gobierno estadounidense ha desclasificado, para poder sortear la propaganda política de nuestras oligarquías siempre mandaderas. Basta familiarizarse con algunos de los conceptos de Mackinder, Mahan, Spykman o Brzezinski, constructores de las visiones geopolíticas norteamericanas y darse cuenta que el Tío Sam siempre ha estado, siempre está, aunque lo disimule.

Basta con prender la tele o la radio y ver quién está suministrando armas, técnicos, miles de millones de dólares en ayudas a distintos países actualmente en guerra o en expansión.

Si si, los United Estados of América del Norte

NOTAS

1- Trías, Vivián. La crisis del imperio. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1989

2- García, Roberto. La CIA y el Caso Arbenz. Guatemala: CEUR, 2009

3- El reclute de la CIA habrá sido antes o después, pero a mediados de diciembre de 1958 hubo una entrevista en la fábrica textil “Lanasur” entre el señor Nardone y el Embajador de los EE.UU.

4- Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2014

5- Blixen, Samuel. Sendic. Ediciones Trilce; Montevideo; 2000

6- http://www.lr21.com.uy/cultura/277269-hunt-el-agente-de-la-cia-asesor-de-benito-nardone

(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)

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