Entre la política del hemiciclo, los héroes de la pantalla y el ciudadano de a pie
Por Ricardo Pose(*)
Después de todo quizás sea interesante que la política errante de Identidad Soberana y Cabildo Abierto en diputados obligue a “finales abiertos” en la votación de proyectos de ley entre el oficialismo y la oposición, generando un debate político menos acartonado y decisiones menos predecibles, volviendo a un parlamento con menos pa(rla)mento.
Todos los que hemos estado vinculados al parlamento sabemos que a diferencia de un encuentro deportivo jugado lealmente, las votaciones de determinados proyectos de ley ya tienen resultado definido.
Las intervenciones en los plenarios son básicamente para las actas y para los canales de televisión que transmitan en vivo y los canales de YouTube del parlamento.
Algún o alguna diputada díscola de su bancada no terminará definiendo su voto por los argumentos esgrimidos en sala sino por el convencimiento (o imposición de la disciplina partidaria) que en general se conversa en el hemiciclo.
Del reiterativo camino en senado y diputados el proyecto pasa por las bancadas, por la coordinación de los partidos políticos, por las comisiones respectivas y minutos previos en el hemiciclo antes de entrar a sala.
A los diputados de Identidad Soberana y de Cabildo Abierto les esperan unos buenos “banquetes de seducción” en el hemiciclo de la sala de diputados para conseguir, o no, su voto.
Es que por debajo de las encendidas declaraciones expresadas por la impronta de alguno/as legisladore/as, ya se sabe quiénes votarán a favor y en contra o llegarán a un acuerdo para devolver tal proyecto a su comisión de origen o lo dejaran correr para que la otra Cámara se haga cargo.
Y si el acuerdo no es posible entre los mármoles del palacio, los “hilos invisibles” al decir del periodista Andrés Danza, activarán el “teléfono rojo”.
Esta forma de definición política que tiene más de ingeniería legislativa que de debate parlamentario no es nueva y no significa que cada legislador no se sienta y hasta represente intereses de sectores de la sociedad.
Hay quienes representan a los trabajadores y sectores más pobres de la sociedad, aunque cada vez más sea un camino plagado de dificultades, (asesores y secretario/as) para los trabajadores y pobres, acceder a su representante, y quienes representan a los sectores dominantes de la sociedad, quienes con una sola llamada telefónica acceden a sus legisladores.
Desde el mundo académico, en un fenómeno que no es uruguayo, el madrileño Carlos Rico afirma que “una de las críticas recurrentes al rendimiento de los parlamentos democráticos es la escasa deliberación existente en su seno. Según esta objeción, en el debate parlamentario la racionalidad comunicativa cede ante la lógica agonista de unas élites que anteponen sus intereses partidistas a corto plazo (…) la consideración de los partidos como representantes
de “una parte del todo” impulsa una visión procedimental y agregativa de la democracia que erosiona el papel de la deliberación parlamentaria. Ante la imposibilidad de acordar un bien común sustantivo, el objetivo es proporcionar un mecanismo procedimentalmente justo para gestionar el conflicto social y medir el peso de las preferencias enfrentadas. En esta dinámica competitiva, los partidos debaten en el parlamento siguiendo una lógica estratégica, sin la menor predisposición a dejarse convencer por la fuerza racional de argumentos contrapuestos (Vatter, 1996: 48), lo cual suprime una de las condiciones necesarias para la deliberación. ¿Es el debate parlamentario un simple trámite formal o un momento para intercambiar deliberativamente argumentos desde la óptica del interés general?
Un poco de sal
Este escenario evidente pero poco conocido o indiferente para el resto de la población, es bueno tenerlo en cuenta sobre todo en tiempos de redes, donde la virulencia del debate político virtual no acompasa lo que pasa en el Parlamento.
Desde el primer gobierno del Frente Amplio, asesores y secretario/as de los legisladores cuentan con una Escuela de Gobierno para aggionarse a los tiempos que corren donde el precepto central no es ya “que la sangre no llegue al río”, sino que no exista el menor atisbo de hemoglobina. Esto genera el marco de convivencia democrática necesaria, y un encorsamiento donde el debate político pierde cierta sustancia.
Pero el ciudadano de a pie, aquél que necesita un poco de “sal” en el debate para afianzar su pertenencia, se convierte en un lector de los mensajes de las redes donde hay demasiada “pimienta”.
Quizás el “pecado” de las redes es haberse convertido en el refugio de la memoria y por eso la mayoría de los dirigentes políticos se vean enfrentados a su propio archivo, y no todos lo resisten, salvo la justificación de haberse convertido a lo políticamente correcto.
Algunos militantes y adherentes necesitan cada tanto aquel discurso de Seregni en Paysandú en mayo de 1971 cuando decía “de un lado el pueblo oriental, del otro la oligarquía”.
Pero si bien en el parlamento toda tensión externa queda “licuada”, el discurso confrontativo del senador Da Silva entre otros explique la buena votación de la Lista 40 en la interna nacionalista, encarnando el perfil más jactancioso de los blancos.
Lo mismo podría explicar en el relato de Salle de Identidad Soberana, un discurso anti sistémico y políticamente incorrecto, el haber conseguido dos diputados.
En ambos caos (y algún otro) habrá que ver cómo operan los “amortiguadores” del parlamento.
¿Malos años para ser facho?
El nuevo gobierno y el nuevo parlamento, dicen los expertos, no hacen avizorar cambios abruptos de lo vivido en cinco años de gobierno de Coalición Republicana.
El “humor político” de los que votaron a Orsi parece explicarse más por la sensación de triunfo y cambio de gobierno que por el programa de gobierno a aplicar, más allá de la expectativa en las promesas de campaña de llevar adelante medidas que mejoren las condiciones de vida de la población infantil, los temas de Seguridad Pública, salud y vivienda.
Los dos primeros temas son de acuerdo en el común de la gente y ha formado parte de los programas de todos los partidos políticos, por lo que el discurso más extremo volcado hacia la derecha del espectro político queda momentáneamente “aislado”.
Sin embargo, a pesar de que la simpática militante frenteamplista dijera el 24 de noviembre, día del balotaje que ante el triunfo de Orsi era “mal día para ser facho”, en el porcentaje de gente que votó a Delgado se incluye una derecha dura y una extrema derecha.
En ese sentido es interesante leer el trabajo de los politólogos uruguayos Marcela Schenck y Paulo Ravecca, coautores de un artículo que analiza los discursos de la extrema derecha en Twitter.
El académico Cristóbal Rovira analizando el ascenso de las ultra derechas en Europa y en América Latina sostiene que “una de las principales causantes del apoyo a la ultraderecha son las percepciones de los votantes, muchas de las cuales tienden a descansar en amenazas subjetivas antes que objetivas (…) lo propio de la derecha es pensar que la mayoría de las desigualdades son naturales y, por tanto, el Estado debe hacer poco o nada por erradicarlas. Por el contrario, la izquierda plantea más bien que la mayoría de las desigualdades están construidas socialmente y, por tanto, el Estado debe asumir un rol activo para enfrentarlas. Es importante tener en mente ambas dimensiones, ante todo porque –tal como veremos más adelante–, el debate sobre las ultraderechas no se vincula tanto con las políticas económicas que se defienden, sino más bien y, fundamentalmente, con las políticas culturales que se promueven”.
Ese nuevo discurso del cual Cabildo Abierto fue su mejor exponente insiste con “la politización de la dimensión sociocultural por sobre la dimensión socioeconómica, con lo cual se pretende movilizar no solo a segmentos acomodados de la sociedad, sino también a sectores populares que profesan ideas conservadoras frente a los temas morales. Particularmente evidente se torna esta cuestión cuando se considera la población evangélica y sus preferencias electorales. Esta «nueva derecha» también promueve políticas de punitivismo penal contra la delincuencia, un tema transversalmente considerado por la ciudadanía latinoamericana como urgente de enfrentar”.
En los barrios convive una política más mundana y por fuera de la corrección política donde las contradicciones se viven con un poco más de pasión y algunos dirigentes están dispuestos a sobrepasar algunas líneas, por ejemplo el senador Sebastián Da Silva que va a recorrer puerta a puerta a los vecinos de Curtina en Tacuarembó porque el gobierno les hizo un liceo que pedían y la mayoría no votó a Delgado.
(*)Ricardo Pose es Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China