Milei en Uruguay: Las batallas de nuestra época

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 (tomado de www.laizquierdadiario.com.uy)

Por Martín Delgado Cultelli(*)

En el presente artículo pretendo analizar la jornada del 6 de diciembre de 2024, cuando el presidente argentino Javier Milei visitó por primera vez el Uruguay y se generó una disputa entre partidarios en contra y a favor del mandatario derechista. La narración de lo sucedido la realizo desde el lugar en que yo mismo fui uno de los manifestantes en contra del líder ultraderechista.

Contexto

El pasado 5 y 6 de diciembre de 2024, se realizó la 65 Cumbre del MERCOSUR, donde se firmó el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el MERCOSUR, que traerá efectos económicos y ambientales impensados para los sectores populares de ambas regiones del océano. En la antesala de la cumbre, el gobierno saliente de Luis Lacalle Pou invitaba al nuevo presidente Yamandú Orsi a acompañarlo, mostrando que en Uruguay las transiciones políticas se hacen ordenadamente. Mientras la política institucional de Uruguay jugaba a la “penillanura suavemente ondulada”, y consagraba la teoría política del extremo centro (que tanto les gusta a los poderes europeos como en el caso de Úrsula Von Der Leyen), por abajo sucedían cosas en el supuestamente más tranquilo país de Latinoamérica.

En esos días llegó al paisito el Presidente de la República Argentina, el libertarian Javier Milei. Pero este rockstar de la extrema derecha global no sólo participó en la Cumbre del MERCOSUR como mandatario de uno de los países miembros, sino que dio una conferencia al empresariado nacional. La Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) lo invitó a una charla con almuerzo en el Hotel Radisson Victoria Plaza, donde concurrieron la crema innata del empresariado nacional (como es costumbre en todas las charlas con almuerzo de ADM) y le otorgaron un premio al “Liderazgo Regional”.

Que el empresariado nacional haya invitado al líder libertarian a esta conferencia, y la ausencia de otros mandatarios (Lula, Petro, e incluso Von Der Leyen) permite plantear algunas reflexiones. El contexto político es particularmente interesante, ya que esta conferencia y premiación ha tenido lugar cuando el proyecto derechista de neoliberalismo gradualista iniciado por Lacalle Pou ha sido derrotado electoralmente por el Frente Amplio, abriendo las puertas a un nuevo quinquenio progresista. ¿Qué pretende el empresariado uruguayo al invitar a Milei a las puertas de la asunción de un nuevo gobierno progresista? Esta es una de las preguntas que habrá que hacerse, pero que escapa a estas reflexiones puntuales.

Lo que nos interesa es abordar lo que pasó en la Plaza Independencia de Montevideo, al atravesar las puertas del Hotel Radisson Victoria Plaza, en pleno centro capitalino. Allí coincidieron unas decenas de manifestantes, tanto en contra de Milei como a favor, generando un antagonismo que rompe con la imagen de la sociedad uruguaya como hiperintegrada y armónica. De estos antagonismos por lo bajo, hablaremos.

El antifascismo criollo

A diferencia de otros países latinoamericanos (ni hablar de Europa y Estados Unidos) como Brasil, Chile o Colombia, en Uruguay no existen organizaciones que se autodenominen “Antifa” y estructuren su lucha contra grupos neonazis o neofascistas, tal como los ha descrito Mark Bray (2017). Sin embargo, hay una historia muy rica de lucha contra el fascismo y otro tipo de opresiones y autoritarismos. Tal como mencionan Torrado, Marin Suárez y Cantabrana Carassou (2017), en los años treinta y cuarenta en el Uruguay existió un movimiento popular muy poderoso que no sólo enfrentó a la dictadura de Gabriel Terra y su régimen de República Conservadora (1931-1942), sino que también estableció lazos con los movimientos antifascistas europeos, y se solidarizó con la Guerra Civil Española (1936-1939) y los cientos de refugiados que emigraban producto de las guerras mundiales.

A esto también habría que agregarle las luchas democráticas contra la última dictadura cívico-militar y la búsqueda de justicia por los crímenes cometidos por los militares golpistas. El movimiento de derechos humanos contra los crímenes perpetrados por el Terrorismo de Estado (1968-1985) puede considerarse como un movimiento antifascista, al que se suman los movimientos contra el conservadurismo y el autoritarismo en el Uruguay vinculados a la lucha contra la discriminación racial y por la diversidad sexo-genérica, que han emergido en los últimos treinta años.

Los primeros que divulgaron un posteo en rechazo a la charla de Milei en ADM fueron los trotskistas de La Izquierda Diario Uruguay. Al poco tiempo el sindicato de Agremiación Federal de Funcionarios de la Universidad de la República (AFFUR) sacó un llamado a la movilización en rechazo a Milei. La placa en redes decía “No sos bienvenido en Uruguay”. Al día siguiente, desde las organizaciones indígenas Charrúa Antifascista y el Área Indígena de la Secretaría de Derechos Humanos del PIT-CNT salieron placas convocando a la movilización. A estos colectivos hay que agregarle también el de Our Voice Uruguay, una organización juvenil que por su posicionamiento anti-sionista fue judicializada.

Además de estos colectivos, se hicieron presentes militantes de la Plenaria Memoria y Justicia, de la Coordinación por Palestina, de la diversidad sexo-género y del Frente Amplio (aunque la fuerza centro-izquierdista victoriosa en las elecciones no convocó a ninguna movilización de forma oficial).

El perfil de militantes que se movilizaron fue muy similar al escrache contra los también argentinos, Agustín Laje y Nicolás Márquez, cuando presentaron su libro “El libro negro de la nueva izquierda” (hoy todo un manifiesto de referencia de la derecha radical contemporánea) en el Edificio Anexo del Palacio Legislativo en el 2018 (invitado por un diputado del Partido Nacional, sector de Lacalle Pou). Un conglomerado variopinto de militantes sindicales, anarquistas, comunistas, indígenas y diversidades sexo-género. La diferencia es que, en el 2018, había un peso importante de militantes feministas; en esta ocasión no. Y también que en esta ocasión hubo un peso importante de militantes a favor de Palestina y de los jubilados y jubiladas. No estoy en condiciones de reflexionar sobre los procesos internos del feminismo, aunque seguramente hayan influido los cinco años de gobierno de Lacalle Pou. En el caso palestino, y en el de los jubilados y jubiladas, se debe a la militancia que ha suscitado el genocidio en vivo y en directo, así como el ajuste brutal que hizo el gobierno de Milei, y que ha tenido resonancias en las luchas contra las AFAPs (Administradoras de Fondos de Ahorros Previsionales, es el sistema privado de jubilaciones y que en el 2024 hubo una campaña plebiscitaria para eliminarlos y que el sistema vuelva a ser completamente público) en el Uruguay. Debemos mencionar que la concentración fue al mediodía, horario laboral y atípico para las movilizaciones en este país.

El mileismo yorugua

Al caracterizar a la militancia antifascista uruguaya contemporánea, podemos observar el otro lado. ¿Quiénes son los actores que se movilizan en apoyo a un proyecto reaccionario como el de Milei? ¿Cuál es la militancia de la derecha radical uruguaya?

Algunas de las placas de AFFUR, Charrúa Antifascista u Our Voice les llegaron a los simpatizantes de Milei en Uruguay. Bauti Gil Castillo, nieto de un histórico dirigente colorado y él mismo siendo un activo militante de las juventudes del Partido Colorado, así como de las primeras personalidades del país que se manifestó como libertarian, publicó en su red social X (la que compró el multimillonario libertarian Elon Musk) un post con la foto de Milei en la que se leía “Los uruguayos de bien recibimos a Milei”. El retrato incluía la bandera de Uruguay y la de Gadsden (color amarilla y negra, con la víbora enroscada). Esta última bandera es la que se enarboló en las guerras por la Independencia en Estados Unidos y que el Tea Party apropió como símbolo. Lo curioso es que Castillo convocó a las 11:45hs., quince minutos antes que el horario en el que convocábamos los antifascistas.

Además de Bauti Gil (que parecía ser una especie de caudillo), participó Federico Nola, militante de la Lista 10 del Partido Colorado, la lista de Pedro Bordaberry. Este personaje fue uno de los más violentos, cuyos exabruptos se manifestaban a través de gestos y palabras dando lugar a situaciones que, en varias ocasiones, casi terminan en golpes de puños. En una de las banderas de Gadsden, además del enunciado “Don´t tread on me” (no te metas conmigo), le agregaron la leyenda en castellano “Dios, Patria y Familia”; una clara referencia a las tradiciones fascistas de origen latino tanto en Uruguay como en Francia. Precisamente, esta divisa era la que usaba la patota fascista de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) en los años sesenta y setenta, en sintonía con el lema “Travail, Famille, Patrie“ (trabajo, familia y patria) de los colaboradores franceses con el nazismo durante el gobierno de Vichy durante la década del cuarenta. También habría que investigar sobre el entronque entre cristianismo integrista y neoliberalismo radical que simboliza la alusión a Dios junto a la serpiente aurinegra.

Dios, patria y familia” no fue la única frase que aludía explícitamente al fascismo. Uno de los participantes del mileismo yorugua, por ejemplo, con la cabeza rapada y la piel completamente tatuada exhibía sobre su musculatura trabajada tatuajes de runas escandinavas comúnmente usadas por los nazis.

Resulta sorprendente que un nazi, ligado a una tradición nacionalista y antiliberal (tanto en lo económico como en lo político), termine comulgando con el liberalismo extremo, en un contexto enrarecido donde el liberalismo conservador (especialmente en lo político) termina comulgando con el fascismo. Esta contradicción también se evidenció en la performance de un veterano (aparentemente judío), que usaba tanto la bandera de Uruguay como la de Israel y gritaba “fuera Hamas y Hezbollah del Uruguay”. La posición de este señor puede ser analizada a través de los argumentos de Enzo Traverso en El fin de la modernidad judía (2014), donde investiga cómo un sector del judaísmo se ha vuelto conservadurista en la defensa irrestricta de Israel. Este autor sostiene que, en la defensa dogmática del Estado de Israel y sus crímenes, estos agentes son capaces de comulgar con el nacismo llegando así a violentar la propia memoria histórica de la Shoah.

También participaron en la defensa de Milei los pocos militantes que quedan de la efímera experiencia del Partido Libertario del Uruguay, que impulsó al abogado Nelson Petkovich a la Presidencia de la República. En esta concentración, Petkovich no se hizo presente, pero sí lo hizo Nahuel Speranza, quien fuera el candidato a vice. Recordemos que el Partido Libertario no llegó al mínimo de quinientos votos en las elecciones internas para competir en las nacionales. Esto habla que, si bien la aventura de un partido puramente libertarian no tiene mucho camino electoral, sí fue capaz de estructurar y formar subjetivamente a un grupo de militantes. Debemos también señalar que los militantes del Partido Libertario del Uruguay, se comportaron a la uruguaya, de un modo más tranquilo, en tanto que los libertarians vinculados a partidos tradicionales de la derecha clásica fueron los más agresivos y violentos. Este contraste entre los comportamientos de unos y otros habla de la puja por la radicalización de la derecha clásica.

Antagonismos históricos en pugna

La mayoría de los mileistas nacionales eran varones caucásicos jóvenes y aparentemente de clases medias y altas. Mientras que en el zurdaje la cosa era más variopinta y entremezclada. Había muchos veteranos, también mujeres de distintas edades, tanto blancos como racializados y en general pertenecientes a los sectores populares. Estos perfiles de militancias hablan no sólo de los proyectos políticos y de humanidad que engloban ambos, sino fundamentalmente de un tipo de performance –versión siglo XXI– de la vieja lucha de clases.

Por un lado, una clase acomodada y privilegiada que se siente amenazada por el reciente triunfo del progresismo (aunque sabemos que el progresismo no amenaza al gran capital en lo más mínimo) y/o que quiere avanzar más en sus privilegios. Probablemente, ellos imaginan un fantasma –como los espectros de Marx que menciona Derrida (1998)–; es decir, el temor ante la posibilidad de que los sectores subalternos se empoderen y avancen sobre los de arriba. Por otro lado, frente a ellos, nos encontrábamos un grupo de personas por fuera de los estereotipos nasbol (nacional bolchevismo, corriente marxista nostálgica del comunismo estalinista y que se opone al progresismo y a los marxismos heterodoxos) del obrero-machote-nacional-industrial; una heterogeneidad que reunió a sectores de clase media y media baja, expoliados y marginados por el capital y, la vez, discriminados por cuestiones raciales y orientaciones sexo-genéricas. En este grupo confluimos los indios, los negros, las mujeres, los putos, los nacionales, los inmigrantes, los de los servicios, la economía popular, los trabajadores del Estado y los del sector privado.

Si bien entre los sectores que se manifestaron había un antagonismo de clase evidente, no significa que no hubiera sectores populares en filas libertarias ni sectores profesionales clasemedieros en las filas de la izquierda. La primera de las confrontaciones cara a cara, que casi termina a los golpes, fue la discusión entre el militante colorado Nola y una sindicalista de AFFUR. Concretamente, el episodio tuvo lugar cuando el libertarian interpeló a la funcionaria pública y se presentó cómo un trabajador de Tata (una de las principales cadenas de supermercados del Uruguay), diciendo que es honrado, buen trabajador y que no “le roba la plata” a la gente. Al parecer, el hecho de que la trabajadora pública utilizara horas sindicales para movilizarse, implicaba para Nola que ella no era una buena trabajadora. De este modo, la idea del mal trabajador llevada al ámbito del Estado significa en estos discursos que le están “robando la plata” al contribuyente. En síntesis, para Nola sus explotadores no son los gerentes de Tata, sino una funcionaria pública que utiliza sus horas sindicales para movilizarse.

El militante colorado-libertarian, además de ser parte del movimiento internacional No-Tax, suscribe a la teoría de Milei según las cual los impuestos constituyen un robo; teoría que ya había sido esgrimida por el liberal Chodorov en los años cincuenta. Este trabajador precarizado (los trabajadores de los supermercados son de los que gozan de menos derechos laborales o que sus derechos son más violados) reproducía una visión ontológica del thatcherismo, del neoliberalismo más ortodoxo de la década del ochenta. Es sabido el ataque de la Iron Lady al funcionariado público británico en su mandato. Esto se debe, según Escalante (2022), a que más allá de las ideas económicas de austeridad fiscal, hay una ontología del ser humano basada en la rentabilidad perpetua y maximalista del sujeto en la sociedad: la búsqueda del homo oeconomicus. Actualmente, los funcionarios públicos se encuentran en las antípodas del homo oeconomicus, debido a que sus formas de trabajo no están reguladas por búsquedas de rentabilidad y maximización constante. Lo más traumático en este contexto es que un trabajador del sector privado incorpore de forma pura y alegre una ontología neoliberal de la década del ochenta. En otras palabras, Federico Nola representa la victoria subjetiva del neoliberalismo de los últimos cuarenta años en el contexto uruguayo.

Este choque entre los de abajo, donde unos defienden al capital y otros se oponen a él, es también la manifestación del enfrentamiento entre dos o más sistemas de trabajo.

Claramente, los funcionarios públicos de la Universidad de la República (UdelaR), así como gran parte de los funcionarios públicos en general corresponden a una forma de organizar al Estado y la sociedad vinculada con el modelo keynesiano y el surgimiento del Estado de Bienestar Moderno, lo que en Uruguay se conoció como el Modelo Batllista (en alusión al líder político José Batlle y Ordoñez que dominó la política nacional en los primeros treinta años del siglo XX). Sin embargo, los libertarians parecen no saber distinguir entre un funcionario de la universidad, un trabajador del Estado central, un municipal, un docente u otra de las formas del trabajo estatal, que son varias y amplias, aunque sus críticas rescatan a los policías y militares, que también son funcionarios públicos. El modelo Batllista, un modelo de bienestar y de cierta justicia social, pero dentro del capitalismo, predominó durante gran parte del siglo XX y es la principal nostalgia del progresismo. En cambio, el modelo Tata o de las cadenas de supermercados corresponde a otra forma de organizar el trabajo y la sociedad. Este último es el resultado de los cambios generados por el neoliberalismo en los últimos cuarenta años. Es la forma en que la globalización neoliberal ha moldeado el trabajo y el consumo. Lo que vivimos durante estas manifestaciones fue la confrontación entre el viejo Modelo Batllista y el no tan nuevo modelo JorgeBatllista (en alusión a uno de los primeros políticos uruguayos en suscribir a las ideas neoliberales y descendiente del líder social-demócrata).

Como mencioné anteriormente, uno de los perfiles de los postfascistas es el de la blanquitud; gente blanca, muy blanca. Incluso los trabajadores son blancos, lo cual no es algo menor, ya que las formas de alteridad racial moldean las subjetividades. Latinoamérica no es una excepción, el primer continente colonizado por los europeos y donde se ensayaron las más diversas formas de clasificación racial de la población; una tierra donde las relaciones sociales se construyeron en base a alteridades raciales.

Obviamente, este es un país de mayorías caucásicas, donde la occidentalidad es dominante pero no significa que no haya alteridades. No significa que no exista un Uruguay no Occidental. Justamente la negación de ese otro Uruguay, es uno de los rasgos más comunes del occidentalismo uruguayo. El racismo en Uruguay niega la existencia de los otros, pero al mismo tiempo los clasifica y trata como subalternos. Por ejemplo, durante las manifestaciones, muchos libertarians les gritaban a las personas indígenas “negros mugrientos”. No utilizaban la categoría indio, sino negro. Pero el término negro no aludía a personas afro-descendientes, sino a quienes percibían como no blancas. La blanquitud racista de Uruguay reduce toda otredad a la categoría negro, la categoría por excelencia de explotación desde la época colonial hasta nuestros días. La supuesta pureza blanca se siente contaminada por individuos a quienes considera extraños a ella, de ahí que nos perciban como mugrientos. El insulto a un charrúa calificado como “indio sidoso” reafirma el carácter contaminante, enfermizo y contagioso que la indianidad implica para la blanquitud.

El desconocimiento de muchos libertarians de la whipala y su confusión con la bandera de la diversidad –hecho que hizo enfadar a una hermana y que generó un forcejeo violento, además de evidenciar la homolesbotransfobia de la derecha radical– evidencian la ignorancia absoluta sobre el mundo indígena. Estos sectores no intentan subsanar su ignorancia, sino que optan por reafirmar la subalternización del mundo indígena, como si todo lo que está por fuera de occidente no mereciera ninguna atención.

El antagonismo que se vivió el viernes 6 en Plaza Independencia, evidencia cómo la raza y la clase social han continuado estructurando a la sociedad uruguaya desde la época colonial hasta el día de hoy. Las desigualdades de clase y raza siguen siendo grietas subyacentes de la sociedad que emergen cada tanto, evidenciando que la sociedad hiperintegradora no ha sabido solucionar estos problemas históricos.

También es importante reflexionar que el postfascismo latinoamericano en su reacción contra el multiculturalismo, no sólo tiene una postura antiinmigrante (como los europeos y que en ellos es central), sino que también es una reacción en contra de los movimientos indígenas. La reacción contra las alteridades históricas de afros e indígenas es un rasgo distintivo de los movimientos de este lado del océano que no tienen los europeos.

La internacionalización de las luchas

Los antifascistas les gritábamos a los libertarians “alcahuetes de los gringos” por usar la bandera norteamericana. También les reprochábamos que querían importar una ideología de otras tierras “la mierda liberfacha en Uruguay no va”. Claramente los libertarians de Uruguay están insertos en redes transnacionales que promocionan dicha ideología. La incorporación de una bandera patriótica norteamericana de forma acrítica es una prueba de ello. O la defensa irrestricta de un presidente extranjero. Es más, en el triunfo electoral de Milei en el 2023 hubo uruguayos que fueron, al parecer, vinculados al Partido Nacional.

Pero los libertarians no son los únicos insertos en redes internacionales. Claramente AFFUR tiene vínculos con los gremios de funcionarios universitarios de Argentina y está al tanto del desfinanciamiento brutal que el gobierno de Milei está imponiendo sobre las universidades públicas, y de las huelgas universitarias en el vecino país. Muchos jubilados se acercaron porque se sienten identificados con los reclamos realizados en Argentina, con la gran diferencia de que allá los han reprimido brutalmente. Lo mismo sucede con las organizaciones indígenas. Recordemos que el vínculo con el movimiento indígena argentino fue muy importante en la formación del movimiento indígena uruguayo, particularmente para el pueblo charrúa, y que los pueblos indígenas tienen una perspectiva abyayalista que trasciende las fronteras nacionales, aunque cada Estado nacional constriñe o habilita distintas formas de organización y acción.

El caso de Our Voice y de los militantes a favor de Palestina ejemplifica este proceso internacionalista. La organización Our Voice es una organización que está en varios países. La causa palestina, así como también la israelí, son sucesos globales con impacto global que generan acalorados debates en los centros del poder, tan sólo alcanza con ver los debates en la ONU sobre el tema.

Recordemos que tanto el anarquismo como el marxismo son ideologías internacionalistas desde su fundación. Desde Marx, Bakunin, Trotsky, Durruti o el Che Guevara, la revolución siempre fue planteada de forma que fuera más allá de un único país. Siempre se desarrollaron diálogos y solidaridades con luchas de otras partes del mundo. Ese rasgo internacionalista de los marxismos y anarquismos ha generado rechazos por parte de los nacionalistas, que los han clasificado de “apátridas”.

En un mundo globalizado, pensar la realidad nacional como algo aislado de los procesos del mundo es de un gran infantilismo. Estará por verse si el mito de la democracia excepcional puede resistir los embates del mundo globalizado de hoy en día.

La disputa por la nación

Si bien esta disputa se inserta en un proceso global, no significa que los significantes nacionales desaparezcan o sean irrelevantes. Todo lo contrario, en este mundo globalizado, la nación se vuelve central en los sentipensares de la gente. Y al contrario de lo que muchos pueden pensar, no es sólo la derecha la que invoca a la nación; las izquierdas también la disputan, sean conscientes o no.

La acusación de “alcahuetes de los gringos” es un ejemplo de cómo el rechazo al libertarianismo es sentido como una injerencia imperialista norteamericana. Es la defensa del país hispanohablante en contra de un proyecto político anglosajón. Para un país latinoamericano, marcado por relaciones asimétricas con los hermanos del norte y donde estos financiaron y apoyaron a militares golpistas en los años setenta, no es menor.

Durante la protesta, me encontré ante una discusión sobre los significados de la nación con los militantes derechistas, que casi termina a los golpes. En un momento, la gente de Plenaria Memoria y Justicia cortó media calzada de la calle que circunvala la Plaza Independencia y que la separa del Hotel Radisson. Allí, los libertarians gritaban “dejen a la gente trabajar” y “eso es ilegal”. Reaccioné entonces de forma indignada, no tanto por la supuesta legalidad del acto de los compas o por la invocación del principio liberal de la libertad de circulación de bienes y servicios, sino porque el uso y costumbre en Uruguay es que es lícito (en términos sociales) cortar una calle como forma de protesta. Y desde los años noventa, no hay represiones por cortar calles. Justamente, les respondí: “acá en Uruguay la gente siempre cortó la calle, sino te gusta podés irte con Milei”. El cuestionamiento de un uso y costumbre para imponer un principio leguleyo liberal me llevó a retrucar con una defensa acérrima de las formas sociales propias del Uruguay.

Otro hecho es la disputa por la bandera patriótica de Uruguay conocida como “Bandera de los Treinta y Tres Orientales”. Esta fue la bandera que el General Libertador Juan Antonio Lavalleja enarboló durante la Cruzada Libertadora de 1825 y la guerra argentino-brasileño por la Banda Oriental (1825-1828) para liberar el territorio ahora conocido como Uruguay del dominio del Imperio de Brasil. Esta bandera, además de tener los colores artiguistas y de la Revolución Francesa (azul, blanco y rojo), tiene inscripto el enunciado “Libertad o Muerte”. Esta bandera ha sido utilizada en varias ocasiones tanto como símbolo emancipatorio como reaccionario.

Además de haber sido enarbolada por Lavalleja y Oribe entre 1825 y 1828, el Caudillo Timoteo Aparicio también portó la bandera en 1875 en contra de la Dictadura de Pedro Varela. Su utilización por el caudillo montonero pretendía englobar a uruguayos de distintas facciones en contra de la Dictadura. Dicha rebelión fue derrotada por el Coronel Lorenzo Latorre, quien daría un Golpe de Estado el mismo año. Poco después, en 1878, el pintor oficial del nacionalismo estatal conservador, Manuel Blanes, pintó su famosa obra Juramento de los Treinta y Tres Orientales consagrando la apropiación conservadora de la bandera. En los años sesenta, la guerrilla Organización Popular Revolucionaria – 33 Orientales (OPR-33) utilizó dicha bandera como símbolo. Una de sus acciones más famosas fue el robo en 1969 de la bandera original que pretendían “devolverla al pueblo”. En la huelga general contra el golpe de Estado cívico-militar de 1973, dicha bandera también fue utilizada como símbolo de resistencia. El Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), que se fundó en 1975 como fusión de corrientes anarquistas y marxistas en contra de la dictadura, utilizó dicha bandera como símbolo propio. Hasta principios de la década del 2000, esta era un símbolo de la izquierda libertaria. Aclaro que utilizo el término “libertario” en el contexto de la tradición hispanohablante que incluye al sindicalismo revolucionario rioplatense y, a las revoluciones de México y de España durante la primera mitad del siglo XX.

El giro conservador reciente se dio en los últimos años. Precisamente, la primera imagen pública de la utilización de dicha bandera por grupos reaccionarios fue en el triunfo electoral de Milei en noviembre de 2023, donde un grupo de uruguayos simpatizantes llevaban, además de la bandera nacional, esta otra bandera patriótica. En esta ocasión volvieron a utilizarla.

Muchos militantes de izquierda veían indignados como una histórica bandera asociada a la izquierda era enarbolada ahora por la derecha más reaccionaria. Este giro es posible debido al vaciamiento del término “libertad”; un significante en disputa cuyo significado ha sido apropiado por la derecha, junto con algunos símbolos nacionales.

Fin de la jornada y el después

En el momento en que Javier Milei ingresó al Radisson Victoria Plaza por una puerta trasera, un fuerte operativo policial encabezado por la Guardia Republicana (fuerza policial antimotines) desplazó a ambos grupos de manifestantes de las puertas del hotel. Hasta ese momento, apenas se encontraban allí una decena de policías, sin mucho equipamiento, tratando de evitar que la gente no obstaculizara la entrada. El accionar policial manifestaba que claramente los manifestantes a favor y en contra de Milei podían enfrentarse entre sí en la Plaza Independencia, siempre y cuando estuvieran a distancia del hotel. Sin embargo, con la presencia del presidente argentino en la zona, la policía se preparó para reprimir si el conflicto escalaba.

Luego de un par de situaciones violentas y de las agresiones físicas a una hermana del Área Indígena del PIT-CNT y a otra del colectivo Our Voice, tal como mencioné al comienzo de esta nota, los colectivos antifascistas decidieron desconcentrar y retirarse, para evitar que la violencia escale y termine en una batalla de puños o, incluso peor, que intervenga la policía, reprima y se lleve a la gente detenida. Los colectivos libertarian se sintieron victoriosos, celebraron y cantaron “los zurdos tienen miedo”. La realidad es que todo el espectro antifascista se autocontuvo, ya que, sin esa contención, desde temprano, la jornada habría terminado en una batalla campal.

Este enfrentamiento demuestra que las izquierdas y los movimientos sociales continúan concibiendo la protesta social en los términos del colchón de la democracia uruguaya. La extrema derecha, en cambio, trata de ir un poco más allá de los mecanismos democráticos de amortiguación social. Resulta paradójico que quienes tensionan dichos mecanismos sean las derechas emergentes y no las izquierdas, tal como analizó Magdalena Broquetas (2014) sobre el contexto sociopolítico de comienzos de la década del sesenta.

La disputa del 6 de diciembre de 2024 nos exige pensar lo convulsionado de nuestro tiempo histórico, el modo en que las disputas globales se instalan en el país y adquieren formas criollas, además de cómo las convulsiones internacionales afloran viejos conflictos propios de Uruguay. Algunos de estos conflictos son tan antiguos como el propio Estado nacional. El tiempo y el poder de las fuerzas enfrentadas dirá si los mecanismos de la democracia uruguaya serán realmente capaces de amortiguar estas disputas o si la vorágine del siglo XXI arrasará con los principios y modos de la supuesta Atenas del Plata, dirá si la democracia en Uruguay es realmente un proyecto político-social hecho carne o si tan sólo es un relato autocomplaciente para sobarnos el lomo.

Bibliografía

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Broquetas, M. 2014.
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Derrida, J. 1998. 
Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional. Editorial Trotta. Madrid.
Escalante Gonzalbo, F. 2022. Historia Mínima de El Neoliberalismo. Colegio de México. México DF.
Traverso, E. 2014. 
El Fin de la Modernidad Judía. Historia de un giro conservador. Fondo de Cultura Economica. México DF.
Traverso, E. 2018. 
Las Nuevas Caras de la Derecha. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires.
Yanes Torrado, S; Marín Suarez, C y Cantabrana Carassou, M. 2017. 
Papeles de Plomo: los voluntarios uruguayos en la guerra civil española. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.

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