José Ernesto Novaez Guerrero (*)
Este 16 de marzo se conmemoró el centenario del nacimiento de Raúl Sendic, importante guerrillero uruguayo y figura central de las luchas del Movimiento Tupamaro en los años 60. Todavía hoy su figura genera debates encontrados en una sociedad uruguaya que aún no sana de las heridas abiertas por la dictadura militar en el país, entre 1972 y 1985, pero donde, sobre todo, se mantiene abierta la disputa en torno a la lectura de su pasado. Para la izquierda, Sendic, junto a muchas y muchos otros, es la expresión de la lucha por un Uruguay más justo, mientras que para los sectores más conservadores es la expresión del irrespeto a la democracia burguesa y el terrorismo.
Para valorar con justicia a un individuo conviene, como apuntaba sabiamente Riazanov en su ciclo de conferencias sobre Marx y Engels, entender primero la época y el contexto en el cual nació y se formaron sus impresiones sobre el mundo. Sendic nació en Chamangá, una zona rural al sur del departamento Flores, uno de los diecinueve departamentos que componen la República Oriental del Uruguay y todavía hoy uno de los más pobres del país, con un ingreso per cápita muy inferior a la media nacional.
Su padre, según cuenta él mismo en una entrevista realizada en septiembre de 1987, era arrendatario de un campo en la zona y después entró de mayordomo en otro campo. La familia vivía de la actividad rural y el niño Sendic tuvo, desde bien temprano, contacto con todos los aspectos de la vida campesina, desde la libertad de los campos hasta el duro trabajo del ordeño de las vacas, que se inicia siempre antes del amanecer. También conoció la precariedad del campesinado, su pobreza.
A los diez años conoció por primera vez un pueblo. Posteriormente estudia el liceo en Trinidad, capital del departamento de Flores. Son los años de la segunda guerra mundial y el antifascismo es un catalizador político importante en las luchas estudiantiles de esos años. En el auge de estas luchas, el joven Sendic recibe, sin dudas, sus primeros rudimentos de educación política práctica, que serán fundamentales para definir su orientación revolucionaria posterior. En esa etapa es arrestado varias veces.
En 1943 se traslada a Montevideo, a estudiar Derecho, graduandose luego de procurador. Son años de extraordinaria maduración política en lo personal y de creciente inestabilidad en su país. En 1955 inicia una crisis económica, cuyos efectos se harán sentir con más fuerza en los años posteriores y contribuirán al complejo escenario político del país en los años sesenta y setenta, cuyo colofón es el establecimiento de la dictadura militar en 1973.
A finales de los años 50, Raúl se une al Partido Socialista y en 1958 participa en un Congreso de la Internacional Socialista, heterogénea y contradictoria articulación, de definido corte socialdemócrata. Este Partido Socialista, surgido de escisión con el Partido Comunista de Uruguay en 1921 y muy influido durante años por las posición socialdemócratas de su fundador y primer secretario general, Emilio Frugoni, estaba en un proceso de radicalización, influido por las ideas de Vivian Trías, pero también en una crisis política que lo llevó en los años siguientes a tener un pésimo desempeño electoral. Difícilmente el joven Raúl Sendic, formado en la lucha estudiantil y la acción gremial en los campos, hubiera encontrado un largo acomodo en una organización de esta naturaleza.
El triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959 representa para Sendic y muchos de su generación en América Latina y otras partes del mundo la emergencia de la lucha armada como posibilidad real de transformación revolucionaria de una sociedad. En Cuba se había puesto en crisis el viejo consenso impuesto por el sentido común liberal de que era imposible hacer triunfar una lucha armada en contra del ejército, y más si este ejército recibía apoyo y asesoría por parte de los Estados Unidos.
En 1962, y luego de una fructífera experiencia en la organización y lucha de los trabajadores cañeros, Sendic funda junto a compañeras y compañeros, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), organización que sería mundialmente conocida como Tupamaros, nombre despectivo que la metrópoli española daba a los rebeldes sudamericanos luego del alzamiento de Tupac Amaru a finales del siglo XVIII.
El Movimiento abrazaba la estrategia de lucha de guerrillas, tal y como la concebía Ernesto Guevara, enfocada fundamentalmente en acciones de naturaleza urbana. Probablemente las asimetrías poblaciones del Uruguay, donde se concentra una gran parte de la población en el área de Montevideo, hayan tenido un papel importante en esta decisión.
En la década posterior a su fundación, el MLN-T protagonizó varias acciones espectaculares, que conmovieron a la sociedad uruguaya de la época, no dejando prácticamente a nadie impasible. Uno de los más notorios fue el secuestro y posterior muerte en 1970 de Dan Mitrione, enviado por el gobierno de los Estados Unidos como asesor para instruir a la policía y al ejército en el uso más efectivo de la tortura.
A pesar de la apariencia democrática, ya se preparaba en Uruguay y otros países de Sudamérica el ascenso de regímenes autoritarios apadrinados por Washington. En la lucha contra la guerrilla, los sucesivos gobiernos uruguayos fueron cayendo en manos de los militares, abrazando la brutalidad como estrategia y violentando, sostenida y crecientemente, los derechos de grandes sectores de la población uruguaya. El terror fue una de las estrategias más extendidas de la época, y la recomendada por la CIA y los manuales de la infame Escuela de las Américas, para sofocar cualquier foco de insurgencia guerrillera.
A pesar de numerosos capítulos de heroísmo, el movimiento Tupamaro fue finalmente desmembrado y asesinados y enviados a prisión sus principales líderes. Sendic pasó trece años en cárceles de la dictadura, junto a otros dirigentes guerrilleros, siendo liberado en 1985. Los años restantes de su vida marcan un cambio de estrategia, anunciando el fin de la lucha armada y el inicio del camino del movimiento hacia la legalidad. En 1989 muere en París, a consecuencia de la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth, la cual produce atrofia muscular peroneal y neuropatía motora, y que se agravó significativamente durante los años de maltrato carcelario.
Sendic, el joven de un departamento rural y pobre del Uruguay, que se formó a sí mismo en la lucha revolucionaria, defendió toda su vida la causa del socialismo y, particularmente, de un “socialismo a la uruguaya”. En una larga entrevista de 1987 da una sucinta definición de qué entendía por este término: “Tenemos cierta tradición democrática muy arraigada en la mentalidad del pueblo, por libertades y todo eso, y nosotros tenemos que adaptar el socialismo a la realidad uruguaya”.
Si le hubiera tocado vivir en el presente, quizás hubiera añadido una sana advertencia sobre no confundir esa adaptación del socialismo a la realidad y la tradición democrática del pueblo uruguayo, con la politiquería de la democracia burguesa, que es una democracia incompleta y desconoce, opaca, olvida, niega, esa otra democracia profunda que nace de las tradiciones de lucha y resistencia popular y que no puede ser domada por ningún parlamento.
El Sendic que cumple cien años es un exponente de esa otra libertad, la que no transa con los derechos de los pobres y aspira a construir un país donde la riqueza sea verdaderamente para todas y todos. Los errores cometidos en la lucha, por demás inevitables en un movimiento tan heterogéneo y gestado en condiciones tan difíciles, quedan opacados por los aciertos, las lecciones y el ejemplo. Tal y como apuntara Marx en un cuestionario infantil al cual lo sometiera su hija Eleanor, la felicidad de un revolucionario reside, siempre, en la lucha.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.