Por Ricardo Pose(*)
Sin dudas la humanidad enfrenta nuevos desafíos. Antes que se imponga la Inteligencia Artificial, según expertos, como nueva gobernanza, el rol despolitizador, desterritorializador y descomunalizador de las redes sociales no solo generan nuevas formas de comunicación, sino que atentan contra los sistemas republicanos y democráticos, tal cual los conocimos hasta hoy.
“En la guerra cognitiva la información apela al estímulo de lo emotivo sobre lo racional es una de las características de los nuevos tiempos en época de redes sociales. Pensar en la ingenuidad de un mundo libre que nos permite vivir una realidad paralela en las distintas aplicaciones, por fuera de intereses políticos y económicos, es una de las principales vulnerabilidades de la sociedad occidental”, escribíamos en el artículo de Caras & Caretas: “De la batalla del relato histórico a la guerra cognitiva en la comunicación”.
Repasando definiciones, “el sector privado de las grandes corporaciones tecnológicas proporciona los elementos básicos para la guerra cognitiva: datos, infraestructura y algoritmos, y tiene un interés financiero claro en avanzar en la investigación para su desarrollo. Las instituciones militares norteamericanas y de la OTAN promueven activamente este proceso” sostenemos en el artículo mencionado. https://www.carasycaretas.com.uy/politica/de-la-batalla-del-relato-historico-la-guerra-cognitiva-la-comunicacion-n80991.
Aldea transnacional
La Aldea Transnacional es un concepto que tomamos del investigador holandés Cees Hamelink quién en los años 70 estudio el papel de los trust en la comunicación mundial.
Tómese en cuenta que en aquellos años las redes sociales eran un sueño en la cabeza de algunos, pero los orígenes del tecno colonialismo ya era una realidad que se imponía a las naciones, encandiladas por el avance tecnológico en la computación, pero también en el mundo del entretenimiento y cultural.
Por ejemplo IBM ya figuraba en la lista de 75 empresas transnacionales ocupando el segundo lugar, que controlaban el 75% de las ventas por comunicación, e importantes acciones en los tres principales bancos de Nueva York: Citicorp, Chase Manhattan y J.P. Morgan.
Hablando en términos “gramscianos”, IBM, A.T & T, General Electric, I.T. & T. y Philips, las principales cuatro empresas en los primeros cuatro lugares de la lista, son empresas estadounidenses, encargadas de difundir además sus conceptos culturales.
Hoy los gigantes tecnológicos (también conocidas como: las grandes tecnológicas, gigantes tech, cinco grandes o GAFAM) son las mayores empresas tecnológicas de la industria en los Estados Unidos, a saber: Alphabet (Google), Amazon, Apple, Meta (Facebook) y Microsoft. Desde finales de la década de 2000, estas cinco han sido, además de Saudi Aramco, Tesla y Tencent, las empresas más valiosas a nivel mundial, y cada una ha tenido una capitalización de mercado máxima que oscila entre 500 000 millones de dólares y 2 billones de dólares en varias ocasiones
Fue de la mano de Disney (y otras empresas cinematográficas) que Estados Unidos logró consolidar una cultura de masas, que al igual que las redes sociales hoy, al decir del ex ministro de Cuba Abel Prieto “la frivolidad arrasa con la memoria y socava la identidad nacional y cultural de los pueblos”.
Colonización vs Soberanía
El proceso de colonización tecnológico además de cumplir su papel de apetencia imperial culturalmente, tiene otros desafíos y es vencer las resistencias de los pueblos que resisten el modelo tecno colonizador.
No es causal que en América Latina sea Cuba (donde en este mes de marzo se celebra una nueva edición del Foro Patria, auspiciado por la Unión de Periodistas de Cuba y con la colaboración de Casa de las Américas y la Asociación Hermanos Saíz, este foro se celebra desde 2022) y Venezuela.
El Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información de Venezuela en la publicación de un “Manual para la batalla Cultural” incorpora unas reflexiones del Presidente venezolano Nicolás Maduro que expresa: “las redes sociales son los medios de comunicación hegemónicos, según muchos estudios hoy la humanidad se informa, se comunica y se entretiene a través de las plataformas digitales como YouTube, Facebook, Tiktok, Instagram, WhatsApp, X, entre otras. Pero no solo eso, estas plataformas también constituyen la nueva manera de relacionamiento humano, de producción y trabajo, de comercio y consumo material. En menos de 10 años las redes sociales han cambiado la conducta y la dinámica social planetaria. Esto tiene un impacto negativo en todos los niveles: en la salud mental, en la soberanía de los países, en la paz social, en la calidad de las democracias, en la seguridad de los datos. El carácter despolitizador, desterritorializador y descomunalizador de las redes sociales es lo que ha motivado la redacción de este modesto manual que tiene como fin la resistencia y la ofensiva cultural, estética, comunicacional, política, tecnológica y científica para cabalgar las contradicciones y los desafíos de esta Nueva Época”.
Todo este fenómeno se da en un contexto “de la crisis estructural del capitalismo global y el retorno del fascismo. Esta debacle no sólo se manifiesta en términos económicos y financieros sino también en términos culturales. Hay un malestar universal y tiene que ver con el desencanto que ha producido la modernidad capitalista y su oferta de máximo desarrollo, a saber: consumo, confort, seguridad y felicidad. El resultado es muy diferente: la crisis climática amenaza a nuestra especie de muchas maneras, una de ellas es el calentamiento global que se traduce en desastres naturales, hambruna, enfermedades, incertidumbre espiritual y desamparo material. La otra es el retorno de una guerra mundial con una capacidad autodestructiva total. Y la más concreta de todas: el empobrecimiento del 99% de la población mundial en favor del enriquecimiento descomunal del 1%. El capitalismo agotó sus posibilidades materiales, como sucede en las estafas piramidales, pero también su relato. Esta crisis perfecta fue advertida por Gramsci en su concepto de crisis orgánica: cuando lo viejo muere y lo nuevo no termina de nacer surgen los monstruos. Ese monstruo es el fascismo”.
En Cuba mientras tanto, se explora cómo se transforman las dinámicas de poder en un mundo interconectado, durante la IV edición del Coloquio Internacional Patria, (Patria es el nombre del periódico fundado por José Martí), que sesionó bajo la premisa “Somos pueblos tejiendo redes”.
En dicho encuentro se analizó el uso de los contenidos y las plataformas digitales como herramientas de movilización social, participación política y configuración del poder.
La guerra del Sur
Antes que alguien crea que este es un problema solo de los pueblos que están en la construcción del socialismo en América Latina, la guerra cognitiva apunta contra el funcionamiento de los sistemas democráticos, aún de aquellos que usan los libros clásicos del marxismo para apoyar estanterías.
“Todos se articulan bajo el objetivo de dar «la batalla cultural», que, según Laje, debe ser librada desde las redes sociales, donde reside «el poder de nuestro tiempo», en detrimento de los medios masivos tradicionales”, escribe Emilia Trabucco en el portal NODAL, en su artículo «La Cumbre de las derechas reaccionarias (CPAC) desembarca en Argentina: el protagonismo de las milicias digitales mileístas”.
El caso de Uruguay, decíamos en el mes de enero de este año en el artículo “La disputa por el relato político: de Graciela Bianchi a las Milicias Digitales”: “En Uruguay, la guerra cultural expresada en una batalla en las redes se ha concentrado fundamentalmente en X (antes Twitter), que es donde la mayoría de los dirigentes políticos navegan. Mientras la agencia del ex asesor Roberto Lafluf priorizó trabajar la imagen del presidente, algunos dirigentes del oficialismo, por iniciativa propia, como la senadora Graciela Bianchi o el senador Sebastián Da Silva, asumieron el rol de «espada» del gobierno. Pero es de esperar que, siendo oposición, no dejen la batalla librada a la voluntad personal. El rol de la senadora Bianchi, reconociendo que circula información falsa para generar debates políticos, y con nulas consecuencias judiciales sobre su actuar, no alberga ninguna esperanza de que se cumplan siquiera los compromisos éticos firmados por los partidos políticos en el Parlamento. Con menos presencia de dirigentes con cargos en el Estado y en el Parlamento, dirigentes intermedios y militantes de base han tomado la plataforma de la red social Tik Tok, que se impuso durante la pandemia, como base de la batalla, o, a esta altura, guerra cultural. En el desarrollo de la guerra cognitiva y con la herramienta de la inteligencia artificial, la apuesta a mensajes breves pero con fuerte carga de imágenes emotivas se ha convertido en el principal recurso para llevar adelante la lucha política”.
Tira la cadena
El rol jugado por ANDEBU (Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos) como espadachines de la oposición durante los gobiernos del Frente Amplio, y expertos en comunicaciones bajo el gobierno de Luis Lacalle, impulsando la amplitud o restricción de la Ley de Medios no es antojadiza.
Cuando desde los gobiernos previos al 2019 el rol de los grandes medios se hizo más virulento ANDEBU expresó: “ANDEBU, con sus 150 medios radiales y televisivos de todo el país, expresa su preocupación ante la decisión de la Presidencia de la República de contratar un servicio de monitoreo de medios de comunicación para conocer, entre otros, «el tono» con que se tratan las noticias que interesan al Gobierno y los medios que las emiten. Los medios de comunicación son elementos fundamentales para el ejercicio de la Libertad de Expresión, contribuyendo en la difusión de ideas, informaciones y opiniones dentro de las sociedades democráticas. El mecanismo de monitoreo propuesto en el llamado a licitación, entendido este como un mecanismo de control sobre periodistas, comunicadores y medios de comunicación, puede afectar la forma en que se realiza la cobertura que los mismos brindan a las noticias, eventos e informaciones en la sociedad uruguaya”.
Asumir el desafío de adoptar una postura de resistir el tecno colonialismo parece ser uno de los temas que debe definir solo los gobiernos de las nacionales que defiendan su soberanía nacional, y sus trabajadores de la comunicación.
(*) Ricardo Pose es Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China