Primero negaron derechos, ahora niegan el colapso ambiental. La extrema derecha y su relación con la crisis climática.

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Por Manuela Royo y Cristóbal Rodríguez (*)

La llegada al poder de Trump, Bukele, Milei (antes Bolsonaro) y los “neo” fascismos europeos, refleja el avance de un sistema de ideas que se ha ido desarrollando y propagando con innegable coordinación a nivel económico, político y discursivo en distintos países. La retórica de estos liderazgos se centra en el ataque directo a las minorías (sexuales, étnicas y raciales), la necesidad de desarticular el Estado y el anhelo de lograr una desregulación casi total del mercado, instalando así una agenda y narrativa en apariencia modernas y desenfadadas, basada incluso en la defensa de “la libertad”, pero esencialmente reaccionarias y ultraconservadoras.

El negacionismo climático es una constante en estas derechas radicales cuyo discurso ha cuestionado sistemáticamente la existencia, las causas y la urgencia del cambio climático, afirmando que el calentamiento global es un engaño. Estos gobiernos de derecha o autodenominados “libertarios”, niegan la evidencia científica frente a las consecuencias actuales y futuras de la emergencia climática en cada uno de nuestros países, como consecuencia del respaldo de los intereses de los combustibles fósiles en sus agendas políticas. No es casual, que el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se haya retirado por segunda vez del Acuerdo de París, tratado internacional que obliga a los Estados a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero, y cuya frase drill, baby, drill (perfora, bebe, perfora), sea la idea central de la nueva política de energía estadounidense basada en la extracción del petróleo.

Pero esta negación se contrasta con una realidad que es imposible de ocultar. Los incendios en la selva Amazónica y el Pantanal, las máximas temperaturas alcanzadas en la Antártica y las recientes inundaciones en Bahía Blanca, en Argentina, dan cuenta de una crisis sistémica que no puede seguir siendo soslayada y que cada día se encuentra más cerca. En cada rincón del continente y en todas las estaciones del año, nuestros territorios se ven cada vez más expuestos y vulnerables ante condiciones climáticas extremas, y aunque las derechas latinoamericanas lo saben, desestiman e incluso niegan esta información, ya que el modelo económico, social y político que ellos defienden, y que por cierto ha precipitado esta crisis, carece de respuestas y alternativas a esta grave crisis social y ecológica.

Estudios recientes señalan que el cambio climático derivará en un aumento de hasta un 300% de la pobreza extrema de América Latina y el Caribe para el año 2030. Sin embargo, frente a este panorama, algunos personajes de las derechas han decidido tomar el camino corto y señalar a quienes buscan mayores niveles de justicia climática y redistribución de la riqueza como fundamentalistas ambientales, con el afán de desacreditar a las personas y organizaciones que presentan una alternativa al modelo económico actual.

El discurso de los “fundamentalismos ambientales” es una constante en las narrativas de derechas, y esto no es casual.

Lo peligroso es que el ascenso de estas ideas se ha transformado en la ejecución de medidas del negacionismo climático no sólo como un discurso, sino también ya como una política pública. El desmantelamiento del Ministerio del Medioambiente en la Argentina de Milei y los retrocesos en las políticas climáticas y ambientales de Trump, son una muestra actual de ello.

En nuestro país, es la derecha quien le ha declarado la guerra a la “permisología”. Una guerra que implica socavar las bases de los procesos de evaluación de impacto ambiental, los cuales constituyen un desincentivo a la inversión y al desarrollo y al crecimiento económico. Se repiten los discursos de siempre, exigiendo menos regulación y mayor “libertad” para mantener su ideario político, social y económico.

Es evidente que este sector político está dispuesto a sacrificar el planeta antes de regular los mercados y proponer una alternativa de futuro. Es esa simplificación y violencia en el lenguaje la que favorece y acomoda a las derechas del continente, ya que les permite eludir no sólo la responsabilidad de proponer una alternativa a los cientos de quienes que la necesitan, sino también de hacerse cargo de continuar validando un modelo económico que se sostiene en la destrucción de la naturaleza, el abuso y mercantilización de los bienes comunes naturales, la desigualdad social y la extrema concentración de la riqueza y el poder.

En este escenario, desde las organizaciones y movimientos sociales que proponemos una alternativa a este modelo, hacemos un llamado a repensar con urgencia la relación actual entre la economía, la justicia social y la protección de la naturaleza, enfrentamos la necesidad de imaginar colectivamente un nuevo modelo de desarrollo para nuestro continente que le haga frente a las lógicas hegemónicas que impone el mercado.

Si el mundo está en peligro con la crisis climática, el ascenso de las ideologías neo fascistas hacen temer un escenario aún peor. Es tiempo de desmantelar las narrativas del poder y construir respuestas radicales y colectivas a esta profunda crisis planetaria. Para frenar la sobreexplotación y destrucción de nuestro planeta necesitamos imaginar y, más aún, materializar una alternativa concreta al orden político, social y económico que ha generado esta crisis sin precedentes.

(*) Manuela Royo y Cristóbal Rodríguez son los voceros nacionales del Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua, la Tierra y la protección del Medioambiente (MODATIMA) de Chile.

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