La Nada

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Por Lucía Sigales(*)

¿Habrán vivido nuestros ancestros ese vacío de “la nada en sociedad”?. Sí, por supuesto, los artistas, los poetas, lo docentes, los estudiantes que formaban parte de las contraculturas históricas. Pero la mayoría de la generación de nuestros padres, los Boomers, responden “ja no teníamos tiempo para sentirnos así porque trabajábamos mucho” remitiendo a que nuestra generación, Milennial (nacidos entre 1985 y 1995) somos unos divagantes, usamos y tiramos, los trabajos no nos duran porque no hacemos el suficiente esfuerzo de “esperar que ya llegará” como si los ascensos estuvieran predeterminados en un sistema que cada vez se apropia más del conocimiento, lo encierra y lo compra, luego lo vende y masifica.

El conocimiento que forma parte de todo, para vivir, para comer, para comprender quienes fuimos, somos y hacia dónde vamos, pareciera estar todo en la “nube”, gran parte lo está, totalmente dirigido y desvirtuado. Dirán los Boommers “nosotros sabíamos hacer de todo, éramos mecánicos, amas de casa y trabajábamos 8 hs, cuidábamos a nuestros viejos hasta que se morían en casa, éramos electricistas, domésticos y aun seguíamos trabajando y teniendo 3-4 hijos. Militábamos, salíamos a la calle”. Estos discursos resuenan en nosotros los Millenials como palmaditas en la espalda “ja y bueno es lo que te tocó muchacha”.

Sin embargo los Millenials nos damos cuenta que algo no está bien, hay un vacío sí, una nada, que los Boomers por estar todo el tiempo trabajando no se dieron cuenta. Siguen hablando que antes todo fue mejor mientras que nosotros vivimos con miedo, con dolor de trabajar 8 hs por dos pesos y sin saber aun si nos vamos a jubilar por AFAPs o por el tan criticado y defenestrado BPS. Justamente en palabras de nuestros padres existía esa contradicción de “estudiá para ser mejor que yo y que no te exploten tanto” pero parece que eso no sucede. No queremos tener hijos, algunos hemos estudiado y no conseguimos laburos decentes…bueno trabajamos sí, de lo que hay por la vuelta, mientras nos distraemos con las redes sociales, eso es cierto. Los que pueden viajan, hay una necesidad de viajar porque además de mostrar esos viajes por las redes, realmente parecen ser más baratos que antes, los pasajes y las estadías.

Esa nada, ese vacío, es falta de deseo. ¿Qué sucede con el deseo en esta era postcapitalista? Leyendo a Mark Fischer, en pocas palabras, dice que al deseo se lo ha tragado el capital. Sin querer tirarle las culpas a nuestros padres, los Boomers, pero refiriéndome a la generación que nos crió, vislumbro lo que dice Fischer. Tanto mérito, tanto trabajo y tanto orgullo por “ser alguien” en esta rueda del capitalismo, que se tragaron los deseos, aunque nos digan y sepamos que hasta salían a la calle más que nosotros.

Hablando la otra vez con unos argentinos que vinieron de visita al Uruguay y que continúan yendo a las marchas de Abuelas de Mayo, nos contaban que fueron Kirchneristas pero ¡cuidado! “sólo durante el período de Néstor”, ahora votaron a Milei. Cuando escuchábamos esto se nos venía a la mente Fisher, con “la crisis de lo negativo”, formándose así, en Argentina, una contracultura muy desanimada, muy violenta, criticando los planes para pobres porque ellos pagan los impuestos, y los inmigrantes y pobres que no laburan se los tragan todo. Estos argentinos que hablábamos son Boomers y representan en Argentina -junto con nuevas generaciones, las de sus hijos Millenials y las nuevas como la Generacion Z- una contracultura nefasta, para ellos como nación y para nosotros como región.

Entonces ¿dónde queda el deseo? El deseo se ha vendido. El deseo se ha terminado. El capitalismo ha cumplido con su objetivo en esta era postcapitalista.

La contracultura que tanto ha servido para derrumbar opresiones, está vacía. En Uruguay, con un gobierno de estreno, frenteamplista, ya vemos que existe una incapacidad para hacer frente a las contingencias e incertidumbres del presente. Y esta vez nos resuena Walter Benjamin, cuando decía “Hemos llegado a amar nuestras pasiones y razones de izquierda, nuestros análisis y convicciones de izquierda, más de lo que amamos al mundo existente que supuestamente queremos modificar”.

El progresismo en Uruguay tiene poder, pero un poder patológico, porque poder implica opresión, no ejercer el poder en este caso es un deseo imposible. Ese deseo, también es vacío, también es miedo, también es censura “no hablemos de ciertos temas, no los pongamos sobre la mesa”, por miedo. Ser progresista en Uruguay es ser poderoso y sentir miedo, en términos dialécticos. Un poder inoperante, amigo del status quo. El progresismo en Uruguay se saca fotos celebrando la democracia con Lacalles y Sanguinettis.

En Uruguay nos estamos despolitizando, cada vez más, perdiendo el deseo. No me refiero a melancolía de izquierda, no, me refiero a que la herramienta política se encuentra vaciada porque al poder le queda cómoda la sociedad de mercado. La palabra socialismo o comunismo, ya sabemos nosotros los Millenials, molesta, ya no queda bien hablarlas, las comunicaciones las han sacado y las han vuelto cosas del pasado. Entonces ¿qué nos queda en esta era postcapitalista? Debemos hablar de deseo, debemos mirar horizontes que nos motiven, debemos meter la mirada en aquellos que innovan con sus Rentas Básicas Universales y sus inversiones en industrias nacionales y en colonización.

Hay tierra con abundancia para rato, hay agua en nuestros humedales, para cuidar, para hacerla nuestra. Habemos Millenials y generaciones nuevas que sí queremos tener hijos, que sí nos proyectamos con deseos, deseos nuevos y distintos a los de antes.

(*) Lucía Sigales es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República y Técnica en Gerencia Turística por la Universidad ORT

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