Por Rolando W. Sasso(*)
Esta nota tiene suficientes elementos como para ser considerada de tipo internacional y ser enviada para que se publique el jueves (día destinado en el Mate Amargo a temáticas globales). Pero como también compete a los temas nacionales, especialmente en lo que nos toca del cambio climático y como todo tiene que ver con todo, allá vamos.
Mucho se ha hablado (y se seguirá hablando) de políticas de Estado para combatir las consecuencias del cambio climático. Que si la bolsa de basura rodando por el suelo o los puchos tirados en el espacio de la plaza donde juegan los niños, o también las cáscaras de tangerinas en un rincón de la Rambla o entre las rocas de la playa. Basura en cada campaña electoral y en cada propaganda apoyando el consumismo.
Se habla mucho del petróleo que se convierte en combustible para un parque automotor que crece día a día; se hacen sesudas reflexiones sobre la priorización (o no) del transporte colectivo en detrimento del individual. Se habla de campañas para limpiar las costas; serían cosas que se pueden instrumentar y tienen su importancia, pero que en el fondo no mueven la aguja en tan importante temática. Importante porque hablamos del futuro de nuestros hijos, nietos y toda su descendencia.
Serían medidas importantes pero intrascendentes como las relacionadas con el hambre infantil, que nunca se logra saciar aunque se tire comida a los mares. Lo del cambio climático es similar, porque se habla de medidas que no alcanzan en tanto que no llegan al meollo del problema. No tocan los suculentos intereses de las grandes potencias que se disputan la supremacía del mundo.
A nosotros, simples mortales, nos afecta que en el Rio de la Plata se esté acumulando basura flotante frente a nuestras playas. Nos afecta que los agrotóxicos lleguen al mar con cada lluvia y contaminen las aguas. Pero más nos afecta que las grandes potencias, que están en una dura pelea por convertirse en la cabeza de un nuevo imperio mundial, continúen extrayendo minerales contaminantes que se usan en la fabricación de armamentos pesados.
Nos afecta y mucho que se siga quemando petróleo y gas natural para mover maquinarias que escupen armas letales a precios insuperables. Son miles de millones de dólares, contantes y sonantes, que los poderosos queman agrandando hasta más no poder el agujero de ozono, en una descomunal carrera por ganar más mercados y aumentar las ganancias.
La propaganda para vendernos cosas inservibles continúa haciendo su negocio, entretanto los pueblos se siguen endeudando en cifras inabarcables para nuestras mentes. La humanidad no resiste más ese desorden que no estaría lejos de cambiar oxígeno por petróleo a precios de oro el barril. O lo que tal vez pueda ser más comprensible aunque igual de irrealizable, parafraseando al Presidente colombiano Gustavo Petro, cambiar deuda por aire puro.
(*) Rolando Sasso es fotógrafo, Periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar histórico del MLN-T