El New York Times avala la “propaganda prorrusa” sobre la guerra en Ucrania

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El periódico estadunidense admite ahora como verosímiles, tesis que eran atribuidas a conspiparanoicos del servicio de Moscú. Testimonio del exjefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valeri Zaluzhny, confirma centro de coordinación clandestino para la guerra proxy de Joe Biden contra el Kremlin

Por Carlos Fazio (*)

Dibujo Prof. Adán Iglesias Toledo (**)

El exjefe de las Fuerzas Armadas ucranianas y actual embajador en el Reino Unido, Valeri Zaluzhny, confirmó la información que dio a conocer The New York Times sobre la participación directa de oficiales del Pentágono al mando del teniente general Christopher Donahue, en el suministro de datos de inteligencia y la planificación de las operaciones militares del régimen de Volodímir Zelenski desde los primeros días de la guerra proxy de Estados Unidos y sus socios de la OTAN contra Rusia en Ucrania.

En una publicación en la red social Facebook, Zaluzhny ratificó que altos mandos del Ejército ucraniano trabajaron a diario con oficiales estadunidenses en un centro de coordinación clandestino, instalado en la base militar de Wiesbaden, Alemania, para seleccionar los objetivos rusos a atacar. El general retirado definió a Wiesbaden como un “arma secreta” de Kiev.

Zaluzhny detalló que en abril de 2022 −a un mes y días del inicio de la operación militar especial ordenada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin−, el centro de coordinación fue instalado, inicialmente, en la sede del Comando Europeo de Estados Unidos (EUCOM) en Stuttgart, Alemania, y luego trasladado a Wiesbaden, a orillas del río Rin, en el estado federado de Hesse.

En referencia a las investigaciones difundidas por el New York Times el 29 de marzo, Zaluzhny escribió: “Se habló mucho de Wiesbaden la semana pasada. El cuartel general se convirtió en un arma encubierta para nosotros y nuestros socios a la hora de planificar operaciones y garantizar su ejecución”. Según el ahora embajador, allí se realizaban simulaciones de guerra, se evaluaban las necesidades operacionales del ejército ucraniano y se canalizaba la información hacia Washington y otras capitales europeas.

El exalto mando castrense ucraniano no ofreció detalles adicionales sobre las operaciones y los desacuerdos surgidos con sus aliados de la OTAN durante la fallida contraofensiva de 2023, razón por la que fue destituido por Zelenski en marzo de 2024 y enviado como jefe de la misión diplomática de Kiev en Londres.

No obstante, aseveró que después del inicio de la operación militar especial rusa (el 24 de febrero de 2022), la asistencia de EU y sus socios europeos al régimen de Zelenski “creció significativamente”, y los ucranianos recibieron una variedad de armas y equipos, y con eso, nuevos desafíos asociados con su entrega y reparación. Por lo que “surgió la idea de crear un cuartel general operativo sobre la base de centro logístico que analizara las operaciones previstas de acuerdo con las normas de la OTAN”, dijo Zaluzhny. Y agregó que “gracias al apoyo del Reino Unido, esa idea se hizo realidad y Wiesbaden cobró nueva vida”.

Las “revelaciones” del NYT

El 29 de marzo, The New York Times informó que bajo la presidencia de Joe Biden, Estados Unidos estuvo implicado en el conflicto ucraniano con Rusia “de manera más profunda” de lo que hasta ahora había sido reconocido. Sin embargo, se trata de una versión manipulada de la historia no contada por los medios hegemónicos occidentales sobre el papel de EU en las operaciones militares ucranianas contra Rusia, que viene a confirmar la acusación rusa, de que en realidad asistimos a una guerra indirecta o proxy, iniciada por la administración Biden, para, siguiendo la recomendación de la Corporación Rand, hacer “extender” las defensas del Kremlin con el objetivo de infligirle una “derrota estratégica” al gobierno del presidente Putin.

Desde el título de la extensa investigación: “La historia secreta de la guerra en Ucrania”, la narrativa del NYT forma parte de la teoría de la conspiración, al pretender revelar información no conocida, sobre lo que a todas luces fue, desde un comienzo, una guerra por delegación, no declarada, ilegal, contra Rusia, con oficiales estadunidenses y británicos sobre el terreno, dando órdenes de ataques sobre tropas y objetivos civiles rusos, lo que los convierte, de hecho, en combatientes.

De acuerdo con el NYT, “la asociación de inteligencia, estrategia, planificación y tecnología, cuya evolución y funcionamiento interno sólo eran visibles para un pequeño círculo de funcionarios estadunidenses y aliados, se convertiría en el arma secreta de la administración Biden”.

Así, agrega el diario, generales estadunidenses, británicos y ucranianos planearon juntos grandes contraofensivas y lanzaron ataques de precisión de largo alcance con armas suministradas por Occidente, tanto en la zona del conflicto y más allá, como, por ejemplo, en la península de Crimea, y las “líneas rojas” sobre ese tipo de operaciones “seguían moviéndose” (alentadas, cabe apuntar, por la propaganda belicista de los medios de difusión masiva hegemónicos, incluido el periódico neoyorquino de marras).

En más de 13.000 palabras, The New York Times enumera, de forma épica, todos los “éxitos” ucranianos en el frente de guerra gracias a su alianza con la OTAN y los gobiernos de la Unión Europea, a la par que acusa de incompetentes totales a los militares rusos para, casi al final y de manera abrupta, admitir que, pese a lo dicho en la mayor parte del revelador informe periodístico, de alguna manera “inexplicable”, quien hoy está al borde de la derrota es Kiev y no Moscú.

Ergo, que como se ha venido narrando en este espacio de Mate Amargo los últimos tres años, lo que pasaba por “desinformación” y “propaganda” prorrusa a los ojos de muchos observadores de “izquierda” o “independientes”, no era una verdad alternativa o posverdad (post-truth) sino lo que más se aproximaba, objetivamente, a la verdad de los hechos.

Ucrania como laboratorio de guerra del Pentágono

Si bien al comienzo del conflicto el presidente Biden prometió que no habría “botas estadunidenses sobre territorio ucraniano”, la coordinación en la base de Wiesbaden condujo a una flexibilización in crescendo. Así, como señala la investigación del NYT, “una y otra vez, la administración Biden autorizó operaciones clandestinas que antes había prohibido. Se enviaron asesores militares estadunidenses a Kiev y posteriormente se les permitió acercarse a los combates. […] Finalmente, los militares, y luego la CIA (Agencia Central de Inteligencia), recibieron luz verde para permitir ataques puntuales en el interior de la propia Rusia”.

El medio abunda que “cada mañana, los oficiales estadunidenses y ucranianos fijaban las prioridades de selección de objetivos: unidades, equipos o infraestructuras rusas”. Sin embargo, en un intento por encubrir la realidad, los mandos de EU no los llamaban “objetivos”, sino, eufemísticamente, “tips de inteligencia” o “puntos de interés”. Luego, los oficiales de inteligencia estadunidenses y de la OTAN estudiaban las imágenes satelitales, las emisiones de radio e interceptaban las comunicaciones para identificar las posiciones rusas. “La Fuerza de Combate Dragón comunicaba después las coordenadas a los ucranianos para que pudieran atacarlas”, señala el informe del NYT.

Incluso, además de las coordenadas, el personal castrense estadunidense en Wiesbaden suministraba el cálculo de las trayectorias de vuelo para los ataques realizados con los sistemas de lanzamiento múltiple de misiles HIMARS, que incluso causaron víctimas civiles. Para operar los HIMARS, el operador necesitaba una tarjeta electrónica clave que los estadunidenses podían desactivar en cualquier momento.

De acuerdo con el rotativo, la injerencia de EU en las operaciones con HIMARS fue tan profunda, que textualmente afirma que “lo impensable se había vuelto realidad. Estados Unidos estaba ahora involucrado en la matanza de soldados rusos en territorio soberano ruso”, en referencia a partes de Rusia que Washington considera como tales.

Según los términos de un responsable de inteligencia europeo, el ejército estadunidense formaba parte de la “cadena de la muerte”, es decir, tomaba las decisiones sobre las tropas e infraestructuras rusas a atacar.

Según el medio, la Armada de Estados Unidos compartía inteligencia con Kiev para atacar buques rusos en el Mar Negro. Asimismo, el intento de ataque con misiles ATACMS contra el puente de Crimea en agosto de 2024, también fue planeado conjuntamente por los ejércitos ucraniano, estadunidense y británico. La denominada operación Lunar Hail (Granizo Lunar, en español), preveía atacar 100 objetivos, identificados conjuntamente con la CIA y los servicios británicos. Sin embargo, Kiev quería principalmente atacar el puente del estrecho de Kerch, reza el texto del artículo. 

El NYT detalla que “después de que los socios acordaran la operación Granizo Lunar, la Casa Blanca autorizó a los militares y a la CIA a trabajar en secreto con los ucranianos y los británicos en un plan de ataque para derribar el puente”. Agrega que “el fallido ataque de Kerch, junto con la escasez de ATACMS, reforzó [para EU]la importancia de ayudar a los ucranianos a utilizar su flota de drones de ataque a larga distancia”. Entonces, el Ministerio de Defensa ruso informó la repulsión de un ataque en grupo de 12 misiles ATACMS estadunidenses y aseguró que todos los misiles habían sido destruidos.

El texto subraya cómo Washington aprovechó el conflicto −además de deshacerse de material bélico obsoleto y probar nuevas armas− como “un gran experimento de guerra”, que no sólo ayudaría a los ucranianos, sino que recompensaría la intervención directa del Pentágono “con lecciones para cualquier guerra futura”. Con sangre eslava, claro está. De allí la socorrida estrategia de Joe Biden de luchar “¡hasta el último ucraniano!”, denunciada por Moscú prácticamente desde que escalaron las hostilidades. 

¿Asistimos a un tácito mea culpa del NYT?

¿Por qué el New York Times, un periódico líder de los medios de prensa estadunidenses, a la sazón incondicional de Joe Biden y el Partido Demócrata, destapa ahora las mentiras de esa administración y las suyas propias, avalando de hecho lo que el Occidente colectivo, con su acendrada rusofobia, consideraba teorías de la conspiración, desinformación y propaganda del Kremlin?

¿Por qué, tras reconocer que “juntos, los socios (de la OTAN y la UE) estaban perfeccionando una máquina de matar”, dice hoy que esa cooperación se “tambalea al filo de la navaja”, ya que el actual presidente estadunidense, Donald Trump, busca un acercamiento con su homólogo ruso, Vladímir Putin, con el objetivo de poner fin al conflicto?

La explicación es que Rusia ha ganado la guerra, y con la derrota del Occidente colectivo han caído las máscaras, las falsificaciones, las distorsiones y las verdades a medias de la prensa hegemónica. Es decir, para terminar con la propaganda de guerra hay que acabar el conflicto.

Lo que nos remite al sonado mea culpa del venerable New York Times, cuando en mayo de 2004, después de haber “calentado” a la llamada opinión pública con su patriotismo a ultranza −promoviendo el “miedo en las sombras” sobre las armas de destrucción masiva del nuevo Hitler, Saddam Hussein−, terminó admitiendo que varias notas de su cobertura sobre la invasión de EU a Irak no fueron revisadas de manera “rigurosa” y que información controvertida había sido “insuficientemente” evaluada o puesta en duda.

Entonces, como ahora, se trata del periódico donde el legendario Abe Rosenthal solía apuntalar sus arengas sobre ética periodística con una frase lapidaria: “En este negocio, solo hay una cosa que se puede hacer cuando uno se equivoca: sacarlo a la luz tan pronto como se pueda”.

En ese sentido, cabe recordar que el 20 de marzo de 2022, el New York Times decía: “Usando un diluvio de mentiras, cada vez más extravagantes, el presidente Vladimir Putin ha creado una realidad alternativa (sic), en la cual Rusia está en guerra, no contra Ucrania, sino contra un enemigo occidental, más grande y más pernicioso”.

¿Podemos interpretar, ahora, “La historia secreta de la guerra en Ucrania” como una suerte de mea culpa del NYT en la actual coyuntura? ¿Era tan obvio lo ocurrido que ya no podía callarlo por más tiempo?

¿De la mano del refranero popular, puede afirmarse que la verdad tarda, pero llega?

(*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones.

(**) Profesor Adán Iglesias Toledo, Dibujante Gráfico Cubano, Caricaturista Editorial y Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC, la UPEC y la REDH (Capitulo Cuba). Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero. Autor de varios logotipos, y campañas publicitarias, posee en su haber múltiples exposiciones individuales y colectivas, talleres e intervenciones nacionales e internacionales y ha sido premiado por más de 40 veces en su país y otros países.

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