Por José Ernesto Novaez Guerrero (*)
Dibujo Adán Iglesias Toledo (**)
El actual equipo de gobierno en la Casa Blanca ha arreciado la estrategia de acoso, descrédito y persecución de Cuba y todo cuanto provenga de la isla. Una de las campañas más activas en la actualidad es la que se ha emprendido en contra de la colaboración médica cubana, la cual, desde que se enviara la primera brigada médica a Argelia en 1963, ha llegado ya a más de 150 países. El descendiente de cubanos Marcos Rubio, junto al también descendiente de cubanos Mauricio Claver-Carone han sido figuras claves en estos ataques, incluso desde la anterior administración Trump.
En una reciente gira por Centroamérica el pasado mes de marzo, Rubio aprovechó para calificar las misiones médicas cubanas como una “práctica atroz” que debe cesar. Volvió a repetir los trillados argumentos en torno a la trata de personas y demandó a los países caribeños el fin de sus vínculos médicos con la mayor de las Antillas.
Sin embargo, las reacciones en la región no fueron las esperadas. Cuba ha sido un apoyo para los sistemas de salud regionales y sus profesionales son hoy el soporte de muchos de ellos. Particularmente en la pandemia, las brigadas médicas cubanas, que no se limitaron al Caribe, sino que llegaron a más de 40 países en todas las latitudes, ayudaron a salvar incontables vidas. Ante esta realidad, mandatarios como el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, dejaron claro la ayuda de los galenos cubanos en su país, ante el déficit de personal sanitario y reafirmó que su presencia en la isla se ajusta a los parámetros de los acuerdos de cooperación internacional.
El primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, afirmó que prefería perder su visa estadounidense a permitir que mueran “60 personas pobres y trabajadoras” por falta de atención médica. Similares declaraciones hicieron Terrance Drew, primer ministro de San Cristóbal y Nieves, Dennis Cornwall, ministro de finanzas de Granada y otros líderes y lideresas caribeños, expresando un sentir común sobre las amenazas del Secretario de Estado norteamericano.
Por su parte Yván Gil, canciller de la república Bolivariana de Venezuela, a nombre de su gobierno y el pueblo bolivariano manifestó su fuerte repudio a las declaraciones de Rubio y a la campaña en curso contra la medicina cubana. Gil destacó, según reporte de teleSUR que las misiones médicas cubanas “representan un acto de amor y solidaridad que ha salvado millones de vidas”.
Esta campaña internacional, tiene su contraparte en el ecosistema de medios financiados desde Estados Unidos y específicamente creados para el público cubano dentro y fuera de la isla. Estos no solo se han hecho eco de las acusaciones de trata de personas, sino que han ido un paso más allá, instrumentalizando casos médicos reales o falsos para presentar un colapso total del sistema de salud en la isla y desconocer la calidad y el prestigio de los galenos que durante décadas se han formado en el país.
Aunque la agenda no es nueva, si forma parte de una estrategia que pretende mediante la reiteración constante de un mismo mensaje, convertirlo en sentido común para importantes sectores de la opinión pública internacional y también dentro de la isla. No se persigue la objetividad, sino el “relato”, como dirían algunos blanqueadores de la gran farsa mediática contemporánea. Así, los posibles fallos humanos implícitos en cualquier decisión médica, las carencias materiales hijas en primera instancia del inmoral e inhumano Bloqueo que los defensores de este “relato” niegan o desconocen, son presentadas como pruebas irrefutables de la mala calidad del sistema de salud cubano y sus profesionales.
Pero cabría preguntarse ¿por qué esta campaña contra la colaboración médica cubana y nuestro sistema de salud?
La primera razón, considero, son los resultados innegables que durante más de seis décadas ha tenido en materia de salud la Revolución cubana. El pasar de ser un país donde apenas existían 6286 médicos en enero de 1959, 1402 de los cuales emigrarían en los años posteriores, a uno que es capaz de formar hasta 30 mil nuevos profesionales de salud cada año, incluyendo jóvenes latinoamericanos, estadounidenses, africanos y palestinos. Para 2021, Cuba contaba con 5,2 camas hospitalarias por cada 1000 habitantes, lo cual según la OMS lo convierte en el país mejor dotado en este sentido en América Latina. Además la isla cuenta con 9 médicos y 9 enfermeras por cada 1000 habitantes, cifra que se puede contrastar con los 2,6 médicos por habitantes en Estados Unidos.
A estos logros, se suma una industria biotecnológica que ha crecido y se ha desarrollado en condiciones muy difíciles, pero con logros innegables. Gracias a esta industria, la isla es capaz de producir hasta el 65 por ciento de los medicamentos necesarios para el equilibrio sanitario de la población. Asimismo, se han elaborado en el país tres vacunas reconocidas por la OMS, como la vacuna contra la meningitis B, la leptospirosis, el cólera, la tosferina y la diabetes, etc. También las vacunas propias que permitieron al país volver a la normalidad luego de la pandemia de la COVID-19.
Este sistema sin dudas se ha visto muy disminuido en los últimos años, fundamentalmente por la combinación de la crisis económica internacional y la muy graves crisis interna, así como por el Bloqueo arreciado, con 243 medidas en el primer mandato de Donald Trump, a las cuales ya se suman casi una docena en los pocos meses que lleva de vuelta en la Casa Blanca. Este impacto formidable, que ha resquebrajado innegablemente la estructura del sistema de salud cubano, es también la prueba de su resiliencia, en medio de una crisis multisectorial de insumos, salarios, deterioro de las condiciones materiales y de los equipos diagnósticos, etc.
La segunda razón está en lo que implica para el negocio internacional de la medicina la colaboración médica cubana y su sistema de salud interno. Por un lado es la demostración de que un sistema de salud enfocado en el bienestar humano y no en el lucro es posible y necesario. Esa es la razón por la cual Cuba sigue teniendo indicadores de salud significativos, como una baja mortalidad infantil y altos niveles de esperanza de vida, a pesar de que la crisis que, sin dudas, ha erosionado un tanto estos y otros indicadores.
La capacidad cubana de formar médicos de forma gratuita o a un bajo costo, con una orientación de servicio hacia los más pobres y un enfoque de medicina preventiva y comunitaria, contraviene la lógica de la escasez predominante en el esquema del modelo de salud neoliberal, en el cual se reduce la cobertura médica para poder elevar el valor de los servicios. Esta es también una de las razones por las cuales se atacan las misiones médicas cubanas no solo desde Washington, sino desde el seno de muchos países cuyos propios gobiernos las acogen. Para un gremio formado en una concepción mercantil y elitista es inaceptable que profesionales de extraordinaria calidad acepten cubrir posiciones en lugares de difícil acceso o en comunidades pobres, de forma totalmente gratuita. De ahí que la narrativa de la trata de personas sea una cómoda forma de atacar la colaboración médica de la isla. Sin embargo, todos esos acuerdos se firman entre gobiernos, siguiendo tanto la legalidad internacional como la nacional y muchas veces avalados por instituciones internacionales.
La tercera razón reside en la naturaleza no mercantil del servicio que prestan los profesionales cubanos dentro y fuera de la isla. Una comparación puede resultar sumamente ilustrativa. En dos décadas, la Misión Milagro ha devuelto gratuitamente la vista a más de tres millones de personas en toda América Latina. En contraste, una operación de esa naturaleza en Estados Unidos podría costar entre 1900 y 3200 dólares, en dependencia de la complejidad de la operación y la tecnología que se use.
Para los cubanos, entonces, defender y perfeccionar el modelo de justicia social e inclusión por el cual hemos apostado durante más de seis décadas, es una necesidad vital. No negarlo, sino fortalecerlo y ampliarlo. Y para muchos amigos es la defensa de un necesario modelo alternativo al macabro negocio de la salud que la pandemia expuso en su más descarnada condición. Si una isla pequeña y bloqueada puede lograr tanto por su pueblo y otros del mundo, entonces es posible encontrar una salida al oscuro laberinto neoliberal.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.
(**) Profesor Adán Iglesias Toledo, Dibujante Gráfico Cubano, Caricaturista Editorial y Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC, la UPEC y la REDH (Capitulo Cuba). Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero. Autor de varios logotipos, y campañas publicitarias, posee en su haber múltiples exposiciones individuales y colectivas, talleres e intervenciones nacionales e internacionales y ha sido premiado por más de 40 veces en su país y otros países.